La historia de Manu García, el salvavidas pedrereño de la Ponferradina

El guardameta sevillano, que ostenta el récord histórico de imbatibilidad del club berciano, disgrega en ABC de la temporada más difícil de su vida… en la que fue decisivo para firmar la permanencia del equipo en Segunda división

Manu García porta la bandera de Andalucía en uno de los ascensos recientes conseguidos por la Ponferradina SD Ponferradina

Nacho Liaño

Del guardameta, Eduardo Galeano decía que era el aguafiestas del fútbol. El delantero, por el contrario, era un creador de alegrías según el escritor uruguayo, mientras que el portero era un ser desolado que desolaba allí donde paraba. Quizá podría haber escrito que era un impulsor de tristezas. Sí dijo que allá por donde pisaba, no crecía ni el césped. La historia de Manu García (Pedrera, 1991), portero de la Ponferradina de Segunda división, está repleta de las mieles del ascenso y de otros sinsabores que da este deporte por muchos años que uno lleve desviviéndose por él día y noche. Pero eso no le ha impedido al arquero pedrereño bajar los guantes ante la que habrá sido la temporada más difícil de toda su carrera: el entrenador dejó de contar con él de forma temprana este curso a pesar de tener el récord de imbatibilidad en El Toralín -diez partidos sin encajar un gol, nada menos-. El guardameta recogió humildemente sus alas casi todo el campeonato para alzarlas en el momento más decisivo del año: en la jugada en la que el sanluqueño José Carlos Lazo, del Almería, se plantó solo ante el cancerbero sevillano con el ánimo de empatar el encuentro y dejar que la «Ponfe» se jugase la vida en la última jornada ante un Zaragoza candidato a Primera división. El fundador de la alegría quiso hacerle el gol al prosista de la tristeza. Y, al final, el portero sacó una pierna que a veces sólo nace en Móstoles para aguarle la fiesta al gol. Había rechazado el balón con una intervención memorable.

«Hoy Manu ha hecho un grandísimo partido. Nos ha salvado. Esta victoria no está sólo en el gol de Yuri, sino en la actuación de Manu. Le felicito porque no es fácil jugar un partido tan trascendental, de estar sin jugar. Ha demostrado lo gran profesional que es, aunque quizá, durante la temporada, haya podido ser injusto con él, pero hoy ha demostrado lo que es y nos ha ayudado a estar en la liga de fútbol profesional». Son palabras de Jon Pérez Bolo , entrenador del club berciano, en la rueda de prensa en la que se certificó la salvación de la Deportiva. Detrás de esas notas de arrepentimiento se encuentra toda una historia de superación de un portero que ya creía que había vivido todo en el fútbol. Aún no tenía ni idea.

«Comencé el año bastante bien, fui titular desde el principio», cuenta Manu García a ABC de Sevilla . Se puso bajo palos al inicio de las 12 primeras jornadas de la liga de plata, a excepción del duelo ante Las Palmas. Pero entonces todo cambió para un guardameta que había encajado sólo 9 goles en 11 partidos con un conjunto que tenía el objetivo claro de la permanencia. «Me sorprendió mucho que dejase de jugar. Yo me encontraba bien. El equipo cambió su forma de jugar y había que adaptarse. Se jugaba con las líneas muy adelantadas, había que hacer muchas salidas fuera de portería y al final se corrían riesgos, pero yo me encontraba bien, mejorando cada día y, sin apenas perder partidos, desaparecí de las alineaciones».

«Lo acepté»

No era una decisión fácil de asimilar para un profesional que ostenta el récord de imbatibilidad en El Toralín, estadio de la Ponferradina, en toda una temporada histórica para el club: «Pero bueno, lo acepté. No dije nada, seguí trabajando. Al final todo ha salido bien. Es verdad que después del confinamiento, el equipo ha estado peor porque cogimos una mala racha, pero creo que la temporada ha sido bastante buena y no hay nada que reprocharles a los compañeros porque el objetivo lo hemos sacado con la ayuda de todos», reconoce a este periódico.

No sólo las decisiones técnicas intentaron mermar la moral del pedrereño, también llegó una inoportuna dolencia en su pubis: «Esa lesión no acababa de desaparecer. Tras el confinamiento, al volver a entrenar, ya pude regresar con cero molestias, entrenando bien y pudiendo volver a ser yo. A partir de ahí sí que pude encontrar mi mejor versión entrenando. Tuve la suerte de hacerlo bien y hacerlo bien en el campo», afirma el sevillano, que recuperó sensaciones ante el Fuenlabrada en julio, volvió al banquillo los tres siguientes partidos en los que jugó René Román y disputó los dos últimos choques de LaLiga Smartbank a final de mes: el decisivo ante el Almería y el broche ante el Zaragoza.

Manu García regresa a León para comenzar la pretemporada el lunes con la Ponferradina, donde compartirá vestuario con José María Amo, exjugador del Sevilla Atlético , tras hacerse oficial ayer una incorporación que avanzó hace una semana ABC de Sevilla: «Ha sido el año que menos he jugado, pero me voy muy reforzado de cómo ha terminado todo y a nivel mental. He estado en el momento en el que más se me necesitaba y cuando menos se me esperaba. Ahora, a luchar por ser titular y ganarme un nombre en la categoría», añade.

Al igual que los porteros que desbaratan alegrías, como dignos destructores de la felicidad rival en este deporte, Manu García ofrece una reflexión final acerca de todo lo que ha vivido esta temporada: «Siendo portero, las oportunidades son más escasas. Un jugador puede entrar unos minutos, cambiar el ritmo de un partido y que el míster se fije en él. Pero un portero tiene que tener esa oportunidad a través de una lesión de un compañero o por una mala dinámica del equipo». Esta temporada, cuando Manu García camine por el área pequeña de El Toralín cada dos domingos, no crecerá el césped. Será la penúltima parada de un aguafiestas.

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