Álvaro Mogollo - Fútbol Provincial

No es lo que tengo, es lo que soy

La afición del Sanluqueño ovacionó a su equipo en los últimos minutos de partido cuando ya sabían que el descenso estaba consumado

El Atlético Sanluqueño se fue a la Segunda RFEF, pero recibió la ovación de su afición. F. J.

Álvaro Mogollo

Durante una hora el Atlético Sanluqueño tuvo la salvación en la mano. Era tan improbable visto lo visto en los últimos dos meses que las caras de los aficionados reflejaban una mezcla de asombro e incredulidad cuando el equipo asomó la cabeza fuera del descenso. En el último mes ya había caminado sobre el alambre, pero con la habilidad de no caer. Y en la tarde del sábado se necesitaban tres resultados para salvar la categoría. Lo más cruel es que se estuvieron dando durante buena parte de la jornada. O tal vez lo más bonito, si hacemos válido ese dicho de que la felicidad son esos momentos previos a estar a punto de conseguir algo. Pero lamentablemente no pudo ser y el equipo de El Palmar bajó a Segunda RFEF.

Un descenso siempre es traumático, es la pena más honda del fútbol, por encima de cualquier otra. Y abre siempre un debate sobre lo que se pudo hacer mejor para evitar esa situación, da igual la categoría en cuestión y lo modesto que sea el club. En el caso del Sanluqueño, el irse a las vacaciones de Navidad rozando el 'play off' de ascenso a Segunda hace que todo el mundo se pregunte qué le ha faltado al equipo en la segunda vuelta para no acabar logrando una permanencia que parecía más que factible.

Pero la afición del Sanluqueño es diferente al resto. Seguro que cualquier aficionado dirá lo mismo de los demás equipos, pero el que ha estado alguna vez en el vetusto estadio de El Palmar sabe de lo que hablo. Las cosas se ven y entienden de diferente manera. En el momento de la verdad, cuando lo indeseado acaba llegando, el aficionado verdiblanco se traga su enfado y su frustración y solo brota orgullo de ser de 'La Leti', sin importar descensos o decepciones.

Por eso, cuando faltaban escasos minutos de juego y todos eran sabedores de que la victoria 1-3 del Cornellà en Castellón hacía insuficiente el meritorio triunfo en casa ante el Villarreal B, segundo en la tabla, todo el público se puso en pie y aplaudió sin descanso el esfuerzo de sus jugadores. Ni un reproche, ni un grito de enfado por no haber logrado el objetivo.

Y no es la primera vez. La misma escena se repitió hace unos años cuando el equipo descendía de Segunda B a Tercera ante el Real Murcia o en una goleada en contra frente al UCAM Murcia en el que los jugadores se vaciaron y la suerte fue esquiva.

Eso no quiere decir que el aficionado del Sanluqueño no esté triste, decepcionado o enfadado. Tampoco que no vaya a darle vueltas a qué se pudo hacer mejor o dónde se debieron sacar esos dos puntos que le han faltado para permanecer en una categoría en la que se ha codeado con equipos mucho más poderosos o con pasado en Primera.

Es simplemente la constatación de que el hecho de ser de tu equipo está por encima de los resultados. Y que aunque el año que viene se milite en una categoría más baja, en agosto se volverá a ocupar el mismo asiento porque los que le importan de verdad son los que van de verde y blanco y no los que vienen de visitantes.

Se abre ahora un momento de previsibles cambios en el club con la conversión en Sociedad Anónima Deportiva y la entrada al frente de la entidad de los futbolistas Juan Cala y Coke. El Sanluqueño pasará a regirse como una empresa y entrará en la rueda del fútbol moderno porque no le queda otra.

Pero es conveniente recordar de entrada a quien vaya a trabajar en el club que lo logrado hasta hoy día se hizo desde la humildad, con menos recursos que la mayoría y poniendo por encima de todo a la entidad. Esa que, con las mayores dificultades habidas y por haber, alcanzará en 2023 los 75 años de historia sin haberse refundado.

Hagan próspero el club y así conseguirán ganar dinero con él, que es el lógico objetivo del inversor. Pero sin perder de vista las particularidades de esta afición, que es la que estuvo siempre ahí cuando se le vieron las orejas al lobo. Si es así, no tendrán nada que temer cuando haya desacierto porque la gente del Sanluqueño es agradecida y perdona rápido. Ya lo vieron ayer.

Nos vemos en El Palmar.

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