Silva celebra el gol con el equipo
Silva celebra el gol con el equipo - efe
clasificación eurocopa 2016

Lo mejor de España estuvo en la primera parte

La Selección consolida su clasificación al vencer a Bielorrusia por 0-1 con gol de Silva. Afianza su segunda plaza.

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Bielorrusia901España

Cien veces ha sonado el himno nacional con el perfil de fondo de Del Bosque. Es ya una figura icónica, casi numismática.

La presencia de Morata era la gran novedad en el equipo. En lo asociativo mejora a Diego Costa, no llega al nivel de Alcácer, pero aporta cosas interesantes por su potencia y riqueza de movimientos. A la Selección le sienta bien la presencia de un nueve puro, le da consistencia, sentido a su toque. [Así narramos el Bielorrusia-España]

En el minuto 8, rompió la defensa bielorrusa con un desmarque que supo adivinar Cesc. Luego, a la hora del remate, Morata aún parece fuego de carabina, pero se desmarca como un liberto, se desencadena y lo hace en corto y en largo.

El primer gol español llegó tras una estupenda jugada suya: desmarque y un control orientado, entreverado de caño, que provocó la falta local. Luego llegaría la cantada del portero Gorbunov y el control y remate de Silva. Era casi cómico ver a toda la defensa bielorrusa corriendo hacia la portería.

El gol había hecho justicia al superior juego español, entonado, rítmico y muy concentrado. Se veía en las anticipaciones de los centrales, sobrados para controlar a Kornilenko, el melancólico nueve local.

Bielorrusia, que buscó algún tobillo español, se organizaba en dos líneas de cuatro emparedando a los centrocampistas españoles. En algún tramo hubo veinte jugadores reducidos en el mismo número de metros.

Silva era el principal argumento con sus diagonales, le hicieron un penalti claro en el 25. Lo intentaron Alba, de volea, y Cesc, en la única contra de la que pudo disfrutar España en la primera parte. Cesc, con su máscara, añade una elegancia veneciana, casi misteriosa, a su fútbol cerebral y acompasado. ¡Qué medios tiene España pese al adiós de Xavi!

En estos partidos que no parecen gran cosa pudiera estar encontrando España la autoestima. Se le nota -o se le quiere notar- la desaparición del estrés postraumático de Brasil, como si se estuviera recomponiendo el ánimo del equipo, algo que se observa, sobre todo, en cierta alegría en el toque y en algo así como un renovado vigor. No es una España nueva, pero se le advierte compostura. La reconstrucción del compromiso, que se dice ahora.

La segunda parte iba a obligar a Bielorrusia a asumir alguna responsabilidad. Fútbol pobrísimo, gravitando sobre el uno-dos de Hleb, único recurso además de las subidas de Maevski. Fue Hleb el que pasó a Kornilenko en la mejor ocasión local. El tiro, medio mordido, lo paró Casillas con ese aire suyo de paracaidista providencial.

Los bielorrusos inflaron su única cualidad: el vigor. La famosa intensidad. No hubo, eso sí, grandes modificaciones y se mantuvieron agazapados. España tardó unos minutos en recuperar sus fútbol. Asomó Morata con un disparo fuerte y se sumó a la estopa. Morata es un delantero moderno por humilde, en realidad es como el primer defensa.

Resultó preocupante que durante esos minutos la simpleza de Bielorrusia fuera capaz de inquietar a España. Balones largos a Kornilenko provocaban el temblor patrio. Bordachev, por ejemplo, tuvo una peligrosa ocasión, pero remató de un modo hiriente.

No terminaba de regresar el balanceo español, de imponer España su dominio clorofórmico.

Hubo una vistosa palomita de Íker. Un vuelo autónomo y un poco juguetón.

España pudo sentenciar

Morata pudo sentenciar en una jugada en la que se aturulló, como acostumbra, ante el gol. Es una especie de timidez morfológica, psicomotriz, la suya, un acongojamiento instintivo, inevitable, ante el gol. Lo hace todo estupendamente, pero sus jugadas aún tienen el rasgo de lo inacabado. No obstante, su presencia de jugador-que-quiere-ser-nueve es refrescante.

Entró Vitolo por Pedro, cuya presencia parece deberse a su naturaleza de engranaje en la antigua y perfecta máquina culé. Pedro, con sus virtudes, es aún nostalgia, inercia e inactualidad por parte de Del Bosque.

España no mejoró su fútbol, el partido se hizo largo y díscolo. Hleb, el bueno de ellos, recibía solo, lo que parece una -dígamoslo finamente- negligencia estructural. Silva, y sobre todo Cazorla, obligaron a estirarse al portero local, de amarillo fatal.

España controló el partido a base de un toque ya definitivamente sin consecuencias.

En las últimas horas, Del Bosque declaró ser fan de Julio Iglesias y Serrat. Ahora es inevitable imaginárselo en su despacho oyendo “Gwendolyne”. Lo miraba todo junto a la mirada auxiliar, que no es exactamente igual, de Toni Grande. Salió Isco y la cosa no mejoró demasiado. Algo decepcionante esa segunda parte española. Poco juego por las bandas, por ejemplo. Allí Juanfran, con la barba, parece un actor de la Hammer, un conductor de carruajes temible y paulatino saliendo de la niebla de Londres.

Silva y Vitolo bordaron una doble pared que debió sentenciar el partido. La paró Gorbunov. Estuvo bien Vitolo como refresco en la segunda mitad. Entre él y Morata perdonaron como catequistas el segundo gol español . El partido acabó más cerca de eso que del empate.

España, sin brillo, pero con una renovada implicación, consolida su clasificación para la Eurocopa. En un año, eso sí, habrá que aportar algo más.

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