CÁDIZ CF

Sin llama salvadora

El dominio del Cádiz en Majadahonda fue cercenado poco a poco por un goteo pernicioso de ominosas decisiones arbitrales

Pepe Reyes

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Machís cede el balón a Rennella en el primer gol cadista.

Las musas balompédicas dedicarían la mañana soleada del domingo a un relajado paseo por los alrededores bucólicos de Madrid, pues no consta que asomaran por el renovado césped de Majadahonda . Distraídas, tal vez, en ámbitos campestres y nemurosos, no acudieron a su cita semanal con Machís , que quedó desasistido de la redentora inspiración final que acostumbraba y cuyo estallido victorioso tanto echó en falta la afición.

Tan sólo desbordó una vez, al aprovechar un primoroso pase en profundidad de José Mari, en jugada que supondría el único tanto anotado por los amarillos. Tras el cual, se contempló una primera parte relativamente plácida, de absoluto control visitante y sin permitir que los rivales enlazaran combinaciones ni se acercaran al área con peligro.

Dominio cercenado poco a poco por un goteo pernicioso de ominosas decisiones arbitrales, que aunque no afectaran a acciones de aparente trascendencia, sí mermaban la continuidad en la posesión y eludían faltas clamorosas en unas zonas donde Aketxe podría esgrimir su amenaza. A pesar de lo cual, todo parecía indicar que el partido se podía cerrar en cualquier momento con el golpe definitivo del segundo gol de los gaditanos.

Pero todo cambiaría en la reanudación, pues ya fuera por el cansancio acumulado con la canícula matinal, que provocaba que se llegara tarde a la presión, ya fuera por la nueva disposición adoptada por el contrario, el caso es que se cedió la iniciativa y la seguridad, antes mostrada, quedó pronto diluida. Situación que se acrecentaría tras el empate, momento en el que el duelo se rompió y el equipo dio muestras de perder el orden y el rigor en sus acciones .

Minutos finales que constituyeron una taquicárdica ruleta rusa, en la que c ualquiera de los contendientes pudo alzarse con la victoria. El exiguo botín del punto cosechado queda lejos de las fundadas expectativas creadas durante la primera parte y deja la incómoda sensación de haber dejado escapar una ocasión propicia para dar otro salto en la clasificación. Porque esta vez no se encendió la llama salvadora de la lámpara de Machís.

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