Cádiz CF

Preocupante lastre

Las lesiones obligan a plantearse muy seriamente qué se está haciendo mal

Pepe Reyes

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Garrido sintió molestias en el partido ante el Betis.

En una de sus numerosas y atinadas sentencias, el polifacético Winston Churchill proclamó: “las casualidades en política no existen, y si alguna vez ocurrieron, es porque fueron muy bien preparadas”. Clarividente máxima que, trasladada a la esfera futbolística, vendría a significar que todo lo provocado como efecto del azar, no consistiría más que el desconocimiento o la ignorancia de las causas.

Valga tan enojoso preámbulo como intento de encuadrar, asimilar y comprender ese inquietante capítulo que viene persiguiendo al equipo amarillo desde el inicio de temporada: la inexplicable lacra, el ominoso cúmulo de lesiones musculares padecidas. La rotura de fibras en un jugador de la plantilla supone una contrariedad, pero entra dentro de lo estadísticamente aceptable. La rotura o sobrecarga muscular de dos componentes del plantel, en un breve intervalo de tiempo, significa ya algo preocupante, aunque todavía pudiera achacarse a un funesto sortilegio de la casualidad. Con la lesión por la misma causa de tres futbolistas, deberían de encenderse todas las alarmas. Y si los lesionados son cuatro elementos o más, como sucede en el Cádiz CF, la situación adquiere unos tintes tan dramáticos que obligan a plantearse muy seriamente qué se está haciendo mal en la fundamental parcela de la preparación física y adoptar medidas para ponerle remedio de inmediato.

Como bien reconocía Álvaro Cervera, no se puede admitir que, a base de sucesivas contracturas, salgamos a una baja por partido. El último en caer ha sido Garrido, pieza clave en el engranaje cadista, antes el turno fue de Perea, con anterioridad lo fue de Salvi, más atrás de Marcos Mauro…

Demasiado lastre para pelear con mínimas garantías en una competición tan exigente como la Segunda División. Máxime en un equipo como el nuestro, que lo basa todo en el esfuerzo, la velocidad y la anticipación, lo que requiere una puesta a punto muy trabajada y exquisita. De lo contrario, y dado que no sabemos descansar con la mera posesión del balón, pues la plantilla no se confeccionó para ello, la ventaja que se concede a los rivales puede resultar definitiva.

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