SailGP

Y a las cuatro llegó el silencio

La rotura de la vela del F50 español paralizó por un momento el incesante ritmo de trabajo en el interior del muelle

el equipo español reparando el F50.

Alfonso Carbonell

Eran las cuatro menos cinco cuando cambiaron las caras. Hasta ese momento todo era musiquita de fondo, colas para embarcar en los catamaranes-grada y un murmullo que invitaba al copeteo en la zona VIP. Pero a las cuatro menos cinco llegaba la fatal noticia. El barco español, el F50 Victoria, había volcado. Y lo que era lo peor. Había encallado su proa y había partido la vela de fibra de carbono. A la venta. En casa antes de empezar y con todo el mundo pendiente. Una pena, una verdadera pena.

Con todo montado y con todo Cádiz, y muchísimos compatriotas venidos de otros lugares del país, echado a la calle por segundo día consecutivo para ver luchar a españa por meterse en la final... Y catacrack. Todo a la venta en un segundo, que fue el momento en el que el F50 se iba a pique. Y con él toda la afición española.

Y de repente, en el set de prensa y alrededores llegó el murmullo que vaticina el silencio. Caras largas y la tristeza en el rostro de todos. Especialmente en aquellos profesionales que trabajaban para la delegación española. De pronto se pasó de una vorágine increíble de trabajo y estrés a una pausa motivada por el suspeso. Una media hora aproximadamente tuvo que pasar para que la normalidad y la diversión de SailGP volviera a manifestarse. Y de qué manera.

Y llegó el levante y con él el espectáculo. Dos carreras de infarto, de máxima rivalidad y superior emoción dieron a la tarde el lustre que la ocasión merecía antes de una final que volvía a tropezarse con la mala sombra, en este caso la del F50 inglés, que en el primer viraje descarrilaba y dejaba una final sentenciada para Australia, que fue al que menos importunó el desenlace británico puesto que Estados Unidos quedaba ya muy lejos de los australianos, que se llevaron la ovación merecida de todos los presentes.

Pasado todo, el equipo español volvía a su base para terminar de reparar su nave. Lamentos, pero sobre todo agradecimientos y un mea culpa entonado por toda la tripulación. España pide perdón a Cádiz, esa frase resumía lo que salía del paddock de España.

Tanto Florián Trittel como Diego Botín expresaban su más hondo sentir. El suizo nacionalizado español, con un aspecto muy parecido al tenista Juan Carlos Ferrero, recordaba que en Dinamarca también les pasó algo parecido con la rotura de un flois pero fue en el primer día y gracias al infatigable trabajo de los técnicos pudieron montar la nave para el segundo. «Desde ya trabajamos para deberle la que le debemos a Cádiz», resumían ambos regatistas reflejando el sentir de la tripulación.

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