Alex Txikon, durante una expedición previa
Alex Txikon, durante una expedición previa - ABC
Alpinismo

La gran aventura de Alex Txikon

El alpinista de los retos imposibles quiere ser el primero en preparar y ascender el Everest en invierno y sin oxígeno

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Cuesta encontrar un rato para charlar con Alex Txikon en estos días previos a la Navidad, aunque sus preparativos poco o nada tienen que ver con los de la gente corriente. Él, acostumbrado a caminar por la vida haciendo piruetas, vive feliz lejos del carril marcado. Un montañero distinto, capaz de enfrentarse a los retos más inverosímiles. Así, mientras la mayoría de alpinistas se curan las heridas y planean sus expediciones para dentro de unos meses, él está a punto de partir hacia Nepal, donde buscará hollar el Everest durante el invierno y sin oxígeno. El más difícil todavía.

«Estos días son una locura, porque una expedición conlleva mucho trabajo previo. No es solo llegar a la montaña e intentar el ascenso, son meses de preparativos y estas últimas horas más aún», reconoce Txikon a ABC cinco días antes de poner rumbo al Himalaya.

Allí tratará de subir a la cima del mundo por primera vez. Su duodécimo ochomil. Una ascensión con la que busca hacer historia, porque nadie ha logrado preparar y pisar la cumbre más alta del planeta en invierno y sin oxígeno. «Esta es la época más salvaje de la montaña. Es como atrapar la esencia del alpinismo y huir de todas esas expediciones comerciales que cada verano convierten el Everest en una peregrinación casi turística», reflexiona el vasco, ilusionado aunque consciente de que el reto que tiene por delante es muy complicado.

Solo quince personas han pisado la cima del mundo en la estación invernal a lo largo de toda su historia y apenas una lo ha hecho sin oxígeno –el sherpa Ang Rita, aunque para los puristas el hecho de que la preparación del ascenso fuera en otoño le deja fuera de ese elenco–. La última expedición que holló el Everest en invierno fue en 1993 y desde entonces muy pocos lo han vuelto a intentar, todos sin éxito.

«Es factible conseguirlo, pero no va a ser fácil, porque estos meses son los más duros en la montaña», apunta el vasco. Las tareas más cotidianas, como beber agua o cocinar, se convierten en una pequeña odisea diaria. «Todo está congelado y hay que derretir el hielo para todo. Las temperaturas pueden alcanzar los 60 grados bajo cero, por lo que la aclimatación es tremendamente complicada ya en el campo base». Las palabras del alpinista español suenan a ciencia ficción, aunque su éxito en la primera ascensión invernal al Nanga Parbat hace un año y medio impulsan credibilidad. «El problema de ascender el Everest en esta época no es uno solo. Todo se acumula para convertirlo en una tarea de dificultad máxima. El frío, el viento, las pocas horas de luz... Parece que todo está en contra», asume envuelto en una extraña felicidad. Porque son estos retos los que le llenan de verdad. «Es una especie de inspiración que te da la propia montaña. Es como cuando te enamoras de una chica y no sabes bien por qué. Esta aventura en el Everest comenzó a cocinarse durante la expedición al Nanga Parbat y casi sin tiempo estamos ya en Nepal», señala.

La cascada de hielo

En su ataque al Everest, Txikon se ha rodeado de pocos compañeros. Apenas un puñado de alpinistas de su confianza que le ayudarán en la odisea del ataque invernal a la cima más alta del mundo. «Una de las tareas complicadas será equipar la cascada de hielo del Khumbu, para lo que sí contaremos con ayuda de un grupo de sherpas, pero el grupo que me acompañe será reducido», desvela el alpinista, cuyo amor por la montaña se alimentó desde que era un niño.

Alex, el menor de trece hermanos, ya había subido al monte Gorbea de la mano de uno de ellos con apenas tres años. «Ser el pequeño es una de las cosas más bonitas que me han pasado, porque entre todos me han ayudado a amar la montaña y me han enseñado los valores que hacen del alpinismo algo tan bonito». Palabras cargadas de sentimiento de este alpinista hiperactivo que disfruta cortando troncos y leyendo libros cuando no está pensando en la montaña.

«En el campo base no hay horas muertas, pero sí que meteré en la mochila algunos libros de montaña, economía y política para pasar esos ratos de menos actividad», asume Txikon mientras continúa preparando su gran aventura con detalle y sin dejar nada al azar.

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