Ciclismo

Tierra blanca de gladiadores

La Strade Bianche, que se disputa en carreteras sin asfaltar, estrena en la Toscana el ciclo europeo de las clásicas

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El pasado es la modernidad en el ciclismo. Ahora que este deporte explora el planeta, abre caminos por los cinco continentes e intenta captar más adeptos, se percata de que la tradición siempre tuvo un papel predominante. La Strade Bianche abre el ciclo de las clásicas de primavera, carreras únicas, con sello de identidad y símbolos intransferibles. La París-Roubaix y sus adoquines lluviosos, el Tour de Flandes y sus muros de pavé, la Lieja-Bastogne-Lieja y sus cotas sombrías de las frondosas Árdenas. La Strade Bianche ofrece un envoltorio sin igual: caminos blancos, pistas de labranza sin asfalto por las onduladas colinas de la Toscana, viñas que asoman a la primavera, estrechas cotas rurales y final de gladiadores en la Piazza del Campo de Siena, probablemente la localidad más hermosa de Italia.

La clásica de la Toscana es la réplica profesional de la fiesta popular que cada octubre convive bajo el nombre de L’Eroica, cientos de cicloturistas que emulan a los antiguos guerreros del pedal con bicis de hierro, calapiés y maillots de lana a la antigua. La Strade Bianche es una niña comparada con las centenarias Roubaix o Lieja. Nació en 2007 como nuevo conducto hacia el espectáculo y la televisión. Polvo, piedra y arena. Una combinación estética que reproduce épica y vida durante 181 kilómetros y siete sectores de tierra.

«Cuando uno va a la Strade ya sabe a lo que va», cuenta a ABC el ciclista del Movistar Fran Ventoso. «A mí me gusta. Y el que va es porque le tiene que gustar esa agonía». Al cántabro le seducen los 56,1 kilómetros de las rutas de los tractores que comunican pueblos por donde apenas transitan coches durante el invierno. «Hay mucha piedra, demasiada gravilla y subidas largas, de más de cuatro kilómetros. Esto te obliga a utilizar tubulares más anchos, de 27 pulgadas, y a rebajar la presión para que amortigüe un poco y no deslice cuando te pones de pie en una cuesta».

Un tipo de carrera que enlaza con los jerarcas de la primavera. Ciclistas grandes, de hueso largo y piernas robustas que guardan velocidad para el final en la Piazza del Campo, la plaza medieval de Siena donde cada año los jinetes de época buscan el Palio. Gente como Cancellara, Gilbert, Sagan, Stybar o Alejandro Valverde.

«En el tramo de Santa María, a unos 60 de meta, se rompe siempre la carrera -explica Ventoso-. Son 12 kilómetros que incluyen una bajada, un puerto de cuatro kilómetros, otra bajada y una subida final de unos tres kilómetros, todo en tierra, que resulta estresante».

Un modelo que busca el reencuentro con lo auténtico y que en España tiene un sucedáneo en el GP Canal de Castilla, una prueba popular por los páramos de Valladolid y Palencia que transcurre por los caminos de labranza y que aspira a ser profesional.

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