Mireia Belmonte
Mireia Belmonte - EFE

Natación | Mundial de BudapestMireia Belmonte, plata en los 400 estilos

La española consigue su tercera medalla en la última jornada de los Mundiales de Budapest

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Para entender lo que significa Mireia Belmonte basta con observar su último largo de la carrera de ayer. Después de siete días de competición, de lanzarse al agua hasta en doce ocasiones, de haber ganado ya una plata en 1.500 y un oro en 200 mariposa, de sufrir un resfriado, la nadadora exprimió al máximo sus piernas, sus brazos, sus músculos, su corazón y su ambición para atrapar la plata en los 400 estilos. Como si nada de lo anterior estuviera en su mente, o en su cuerpo. Como si solo la medalla fuera real, y lo de alrededor no tuviera sentido.

Solo cuando tocó la pared, sabiéndose segunda, solo por detrás de Katinka Hosszu y por delante de Sydney Pickrem, todo volvió a su realidad.

El cansancio apenas le permitió mostrar una breve sonrisa cuando vio que la cámara la enfocaba. Nada de aspavientos ni celebraciones al agua como en el 200 mariposa. No había fuerza para más. Pero ya lo tenía todo. «Creo que ha sido un buen 400 para acabar el campeonato», se limitó a explicar después. Creer que su carrera había sido «buena», como si conquistar esa plata no fuera nada «gran» ni «épica», subraya también lo extraordinario de sus gestas y de su personalidad. Una competidora insaciable que ya estará pensando en su próximo reto.

Pero su carrera sí tuvo tintes de gran final, de esos momentos para el recuerdo y las hemerotecas que supo mejor por la recompensa al otro lado del esfuerzo. Olvidada la tos, el enfriamiento, las malas sensaciones y ese cuarto puesto en el 800 libres el día anterior, Belmonte se lanzó con determinación a capturar la última presea en juego, a batirse ella misma aunque a su derecha compitiera la húngara Katinka Hosszu, oro con récord de los campeonatos, y alrededor hubiera otras seis nadadoras más dispuestas a quitarle el premio. Y desde el inicio el mensaje era claro: Belmonte tenía hambre.

Determinación

Aprovechó la primera posta, en mariposa, para imponer su criterio en la modalidad que le ha dado la mayor gloria de su vida, campeona de Europa, mundial y olímpica. Pasó tercera el primer viraje y segunda en el siguiente. En espalda, su peor estilo, si es que algo en Belmonte puede catalogarse así, aguantó en puestos de podio, sin ceder a la presión de la japonesa Yui Ohashi. Pagó el esfuerzo en los siguientes cien metros, con la braza, al pasar en cuarta posición, pero siempre pegada a los buenos tiempos que le daban ánimo para lo que estaba por llegar: su explosivo final, su empujón definitivo, con el que se evade del sufrimiento y fulmina el ánimo de sus rivales. Fue tercera en el último viraje, pero tan cerca de la canadiense Pickrem, que esta apenas pudo ver pasar a un obús llamado Mireia Belmonte. En unos cincuenta metros extraordinarios, la badalonesa agarró con fuerza la realidad de la plata, en su último aliento en este Mundial de Budapest, para que todo, al fin, tuviera sentido.

Sin cambio de planes

Se marcha Belmonte con tres medallas. Un botín igual en cantidad que en Barcelona 2013 (dos platas y un bronce), pero con más calidad, pues hay dos platas (1.500 y 400 estilos) y suma un oro (200 mariposa) que la encumbran como una nadadora insaciable, n cualquier modalidad y distancia. «Conseguí un oro que parecía inalcanzable, y fue especial nadar con Ledecky en los 1.500. No sé si soy la nadadora más completa, pero una de ellas seguro», admitió por fin, en un chispazo de creerse lo que había logrado.

Se marcha a descansar y a buscar nuevos retos, pero no piensa cambiar su rutina. A pesar del cansancio, de la infernal semana que ha pasado en Hungría, de las seis pruebas, las cuatro finales, las tres medallas. «Me quedan muchos años de competición, y por el momento me salen bien las cosas con este programa. A lo mejor en el futuro, me especializo. Por el momento, no», concluyó. Así comienza el ciclo hacia Tokio 2020, con tres realidades en sus manos.

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