IndyCar

Álex Palou, el origen de 'los kiwis' y una ración doble de pollo frito

El piloto barcelonés ha hecho historia al convertirse en el primer español en ganar la IndyCar

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Lo primero no protocolario que hizo Álex Palou tras ganar la IndyCar fue una videollamada a su madre y su hermana, las dos personas a las que más ha echado de menos en este año de locura. Al otro lado de la pantalla, Sandra y Julia, de 12 años, veían a su hijo y hermano con la imponente Copa Astor y el voluminoso anillo que le otorgan la condición de campeón. En Long Beach sí estaban Ramón, el padre de la criatura, y Esther, su novia. A Ramón hay que concederle que fuera ayer la segunda persona más feliz del mundo, aunque solo sea por la cantidad de horas echadas junto a su hijo en la carretera y los aeropuertos durante los duros años del kárting.

Aún se podría identificar a la persona que cerraría ese podio de personas felices. «Damas y caballeros, están viendo a un joven que va a establecer muchos récords en este negocio», decía con una sonrisa de oreja a oreja Chip Ganassi, propietario de la escudería más laureada de la Indy y responsable de que Palou tuviera un asiento ganador. «Qué gran año hemos tenido. Tengo que ser honesto. Desde que entró por la puerta nos ha sorprendido el trabajo que ha hecho. Me quito el sombrero».

En este felicidad de felicidad hay espacio también para 'los kiwis', la legión de seguidores con la que cuenta Palou en España y con los que interactúa a menudo, sobre todo a través de la plataforma de vídeo Twitch . Allí, Palou hace conexiones semanales en las que charla de carreras y compite en simulador. Durante uno de esos directos los cientos de seguidores conectados alucinaron viendo a Palou comerse un kiwi entero, con piel y todo. El piloto tuvo que dar explicaciones: «Me encanta el kiwi, pero como los llamados kiwis amarillos, que no tienen pelo por fuera y son más dulces que los verdes. Pero por fuera son igualmente marrones. Normalmente los como mucho y no los pelo. Para mí es normal, pero la gente se volvió loca».

A partir de ese momento, su ejército de seguidores comenzó a denominarse a sí mismo 'los kiwis', y así siguen a día de hoy.

La imaginería de Palou incluye también la figura de un gorila en su casco, símbolo del que es su grito de guerra ( 'Gorilla Atack' ) y el pollo frito, que ha convertido en su cena habitual cada vez que celebra un triunfo en Estados Unidos. En Long Beach le tocó encargar muchas raciones, pues se comprometió a invitar a todo su equipo, al que no se cansa de agradecer su esfuerzo en este año mágico. «Hemos completado un sueño», decía Palou aún sobre el asfalto de un trazado que en Fórmula 1 vio ganar a mitos como Gilles Villeneuve, Niki Lauda o Clay Regazzoni.

Palou se ha convertido en el primer campeón hispanohablante de la IndyCar desde que venciera Juan Pablo Montoya , en 1999, y sus 24 años le convierten también en el triunfador más joven desde que lo hiciera Scott Dixon , en 2003. Ambos ganaron también con Chip Ganassi, auténtica fábrica de campeones en la que también están Dario Franchitti, Alex Zanardi y Jimmy Vasser.

El piloto español ya ha conquistado dos mercados tan herméticos como el japonés y el estadounidense, donde tiene categoría de estrella del 'motorsport', y sabe que con el título se va a hablar más que nunca de un posible futuro en la Fórmula 1 . Allí se encontraría con Carlos Sainz, antiguo rival en el kárting, y un Fernando Alonso con el que hizo migas en la última intentona del asturiano por ganar las 500 Millas de Indianápolis. Ese es, precisamente, el principal sueño que alberga ahora la cabeza de Palou, al margen de reeditar su título, claro está. De lo otro, la Fórmula 1, prefiere hablar poco. Tiene muy claro que para ganarse un asiento en uno de los principales equipos aún tendría que demostrar algo más. Y para estar peleando en mitad de la parrilla tiene claro que se lo pasa mejor en América. Aún recuerda los sacrificios económicos y la incertidumbre que pasaba cada temporada sin saber si podría o no correr. Para él es una etapa superada.

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