David de la Cruz el día que se rompió la clavícula en el Tour 2014
David de la Cruz el día que se rompió la clavícula en el Tour 2014 - EFE
Ciclismo | Vuelta a España

El mártir De la Cruz

El ciclista catalán intentó en tiempo récord soldar su clavícula derecha, pero tuvo que dejar la Vuelta antes de Cazorla

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«Radio Vuelta» informa antes de que la Vuelta parta desde Córdoba: «El dorsal 74 no toma la salida». Tras ese número está la historia de David de la Cruz (Sabadell, 26 años), alumno de ‘Purito’ Rodríguez. Con 18 años no sabía nada del ciclismo. El Tour le parecía un rollo. Lo suyo era el atletismo. Hasta que una mañana faltó al instituto y se entretuvo viendo escaparates. Allí estaba su primera bicicleta. Tropezó con ella de casualidad y con una de la bicis que tiene ahora se cayó el pasado 3 de agosto en la segunda etapa de la Vuelta a Polonia. Otra caída tonta. «Y me partí de nuevo la clavícula derecha», dice y se abre el maillot para mostrar la cicatriz, aún blanda.

Apenas 19 días después arrancaba la Vuelta a España. Adiós. Imposible recuperarse en ese breve plazo. ¿Adiós? No. De la Cruz llegó tarde al ciclismo y no tiene tiempo que perder. Consultó con el doctor Xavier Mir, el que suelda los huesos de pilotos como Marc Márquez, y se impuso el reto de correr la Vuelta. Lo logró, pero ayer ya no pudo soportarlo más. Y tuvo que renunciar.

Más que lograr el desafío lo que talla el valor de un ciclista es el camino para conseguirlo. Un día después del accidente en Polonia, De la Cruz pasó por un quirófano en Bélgica, sede de su equipo, el Etixx. Le quedaban dos semanas para que el hueso se consolidara. «Aparte de no poder entrenarme, no podía descansar ni dormir bien por el dolor», cuenta. En cuanto pudo se subió a un rodillo. Reservó una habitación de hotel en Andorra, al fresco. «Con terraza para que me diera el aire. Llevé un ventilador». Nada más despertarse se subía una hora al rodillo. En ayunas. Luego, otras dos. «Con cuidado para que el sudor no infectara la herida». El ciclismo en rodillo es una tortura. Puro aburrimiento. Una cruz como la de su apellido. «Pero no me quedaba otra si quería estar con un mínimo de preparación en la Vuelta», señala.

Una semana antes de viajar a Marbella se atrevió a salir con la bicicleta a la carretera. Apenas podía usar el brazo derecho. «Fui con toda la precaución del mundo. Tengo una placa y ocho clavos». Y es la misma clavícula que se cascó durante el Tour de 2014. Brazo biónico. Así que tocó «madera» y se fue a la Vuelta. «Sabía que si me iba una vez al suelo, me iba a romper como el cristal». También contaba con el dolor. «Apenas podía ponerme de pie en la bici. En los acelerones lo pasaba fatal. Además, iba torcido en la bici, lo que me ha afectado a la musculatura». Recuendo de daños colaterales. Y, encima, el miedo: «En carrera me venían a la cabeza las imágenes de la caída en Polonia. Veía curvas parecidas». A ese temor intentó ponerle algo de humor: «Bueno, tengo que ir pensando en algún tatuaje para disimular la cicatriz».

El paso de las etapas le ha roído la moral. Una carrera como la Vuelta no espera a nadie. «Cada día sufría más». La etapa del miércoles fue la última. Ayer no salió. Cerró su calvario. “Bueno, tenía que intentarlo”. De eso se trata. David de la Cruz hasta varió su alimentación para nutrir de calcio y vitamina D la clavícula partida. Llegó tarde al ciclismo, pero no ha dejado de progresar. En 2013 se pasó a la paleodieta, a la alimentación del hombre primitivo: fruta, verduras, carne, pescados, huevos, frutos secos. Nada de grasas ni azúcares; sin tocar ni el pan, ni la pasta, ni los lácteos. «Consulté a un especialista y aprendí a comer. Me costó muchísimo el primer mes. Luego me adapté y he comprobado que mi cuerpo responde mejor, que se recupera ante de los esfuerzos. Hasta tengo menos problemas de alergias», explica.

La pasta es básica en la alimentación ciclista. «Cuando ven que no la tomo, me miran como si estuviera loco». Ha buscado otro camino: si hay una etapa muy dura y necesito energía extra, recurro al arroz, a las patatas y al pan sarraceno, que viene de una flor, que no lleva gluten». Tiene su propia panificadora portátil. Se alimenta como antes de la invasión de la comida prefabricada, edulcorada y llena de grasas industriales. Le va bien. Aunque no hay remedio instantáneo para un hueso roto. Ni ahora ni en el paleolítico.

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