El Cid durante su faena en la corrida de Fuente Ymbro
El Cid durante su faena en la corrida de Fuente Ymbro - J.M. SERRANO

Adame y El Cid rescatan a Fuente Ymbro

Diego Urdiales se va de vacío con un lote muy deslucido

SEVILLA Actualizado: Guardar
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Tras el llenazo de Resurrección, la Maestranza volvió a su ser con algo más media entrada en los tendidos. Antes de que abriera el portón del patio de caballos ni siquiera hacia viento, aunque acabó soplando en algunos compases del festejo. Era una tarde ideal para torear en Sevilla -por qué no- con tres toreros que se jugaban mucho. Los tres apostaban todo a una carta en un único paseíllo en el abono.

En los chiqueros esperaba la corrida de Fuente Ymbro. Era la misma divisa que el año pasado propició la Puerta del Príncipe de Juan José Padilla el sábado de Feria. Pero en este solitario domingo de preferia de Abril a los toros de Ricardo Gallardo les faltó empuje, raza y casi todo para dar lo que se esperaba.

Al encierro se le pegó poco en varas y aún así no hubo fuerzas para aguantar en la muleta. Dos toros salvaron el rumbo de una tarde que transitaba por el desierto y solo con el brillo de las cuadrillas.

Urdiales abrió cartel en el que era su cuarto paseíllo en la Maestranza. El año pasado, anunciado en la corrida de Jandilla, no tuvo muchas opciones. Con la de Fuente Ymbro fueron nulas. Su lote fue imposible a pesar de que la disposición del torero de Arnedo se dejó ver pronto. Al primero le recetó una tanda de verónicas ganando terreno, firme, decidido. Luego un galleo para llevarlo al caballo antes del quite templado de El Cid. Debió verlo claro el torero pues brindó al público, pero al toro le faltaron las fuerzas y la clase para seguir el engaño. Pronto perdió las manos y pronto decreció el interés en el tendido que empezó a protestar. Quiso Urdiales, que se gustó en una serie que comenzó con dos molinetes y remató con una trincherilla, pero tuvo que conformarse con una tanda y media que es lo que aguantó el de Gallardo.

La salida del cuarto no auguraba nada bueno, al embestir con la cara por encima de los capotes y salir suelto del peto. Siguió embistiendo distraído a los engaños y es lo que mostró en el tercio final. Le presentó la muleta Urdiales, que brindó al picador Julio Burgos -su hijo Manuel va ahora en su cuadrilla- pero como ocurrió con el que abrió plaza, se fue al suelo a las primeras de cambio. Sin fondo y con medias embestidas, el astado echó la cara arriba, pero el torero no quiso rendirse y le robó varios pases con los vuelos. Dejó alguna trincherilla estimable pero se fue a por la espada con evidente gesto de contrariedad.

Si cuatro paseíllos eran los de Urdiales, cuatro son las Puertas del Príncipe que tiene El Cid, un torero que se juzgaba el crédito en su única comparecencia maestrante después de ser base del abono muchas temporadas. Su primero no le permitió muchas concesiones. Si en los primeros tercios parecía que no iba a durar nada, fue a más en banderillas donde se lució la cuadrilla, sobre todo el Lipi con los palos que llegó a saludar. Pero fue un espejismo. Tras brindar al tendido, el diestro se echó la mano a la izquierda, el pitón más franco del toro, pero no consiguió hilvanar faena. Por el derecho tuvo peligro y le avisó antes de rajarse. Eso fue todo.

El quinto tenía nombre de toro de triunfo ya que «Laborioso» fue el novillo que indultó Rafael Astola en esta misma plaza el 12 de octubre de 1965 y acabó siendo el mejor. Blandeó de salida pero mejoró en el capote de brega de El Lipi y dejó lucirse a Curro Robles. Tras el brindis a Joaquín Moeckel fue siempre a más y acabó entregado al empuje del torero sevillano que se templó con la zurda, le bajó la mano y se gustó en los pases de pecho. Sonó la música. Y se centró Manuel Jesús que llegó más al tendido cuando le dio aire y distancia. Una oreja trabajada.

Otra, la primera de la temporada, se llevó el mexicano Joselito Adame, que se hizo habitual en los años de ausencia de las figuras y le tiene tomado el pulso a la Maestranza. Afortunado en el sorteo, mostró su repertorio en un largo quite por chicuelinas al segundo y otro por ajustadas saltilleras al quinto. El trofeo se lo llevó del tercero bis al que recibió templado a la verónica y bajando las manos en un saludo que remató con dos medias de mucho sabor. Tras una gran actuación de su cuadrilla brindó al sobrero al que le costaba tomar el engaño cuando iba hacia afuera. El mexicano estuvo inteligente al medir los muletazos y darle espacio, y templó con la diestra hasta que sonó la música. Con Gallito se gustó al natural intentando que no terminara de rajarse, haciendo las cosas despacio, citando de frente y mirando al tendido. El remate fue una gran estocada que por sí misma valía el premio.

Al sexto, el menos rematado del encierro, lo saludó en los medios, a pies juntos y por delantales y de nuevo destacaron sus hombres de plata. Fernando Sánchez puso en pie a la Maestranza incluso con quite providencial de El Cid antes de saltar la barrera. La faena de muleta fue otra historia. Adame se quedó en las tablas, delante de la Puerta del Príncipe y allí exprimió las embestidas. La primera serie de ayudados por bajo fue un comienzo esperanzador pero solo fueron dos series. La figura mexicana se alargó demasiado en una labor con poco contenido cuando el astado ya había pasado de la muleta y había hecho por rajarse, huyendo de la tarde.

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