La seriedad de Paco Ureña en la Feria del Pilar

Corta una oreja a cada toro de su lote en una deslucida corrida de Bañuelos

Paco Ureña, en un derechazo Fabián Simón

ANDRÉS AMORÓS

El día de la gran fiesta de Zaragoza es también la Fiesta Nacional (aunque algunos Ayuntamientos cierren los ojos a esa realidad); la Fiesta de esa nación que, desde hace más de quinientos años, se llama España. Además, es la Fiesta de la Hispanidad, que nos une a toda Hispanoamérica y conmemora una de las hazañas más extraordinarias realizadas por cualquier pueblo (aunque algunos ignorantes lo llamen genocidio). Este día, acuden más zaragozanos que nunca a la Plaza del Pilar , a ofrecer flores a la Virgen; unos miles, además, van al coso de la Misericordia, un fruto –aunque muchos no lo sepan– de la Ilustración aragonesa, concretada en la figura de Pignatelli.

Con gran ambiente, el escaso juego de los toros de Antonio Bañuelos , serios pero deslucidos, impide el triunfo. Sólo Paco Ureña, muy decidido, con la honradez torera por divisa, corta un trofeo en cada uno de sus enemigos.

Devuelto por flojo el primero, el sobrero de La Palmosilla tiene poca casta, embiste con la cara a media altura, con tan poca gracia como un chiste de Puigdemont. Curro Díaz muestra su buen estilo en algunos muletazos y acierta con un espadazo. El cuarto, serio, mansea, sale suelto, es incierto. Curro logra buenos naturales pero el toro pronto deja la pelea. Mata mal.

Reaparece después de su lesión El Fand i: recibe con tres largas de rodillas y jaleados lances al segundo, alegre y noble, de salida. Luce más al jugar con el toro que en la colocación de los palos. En la muleta, el toro se viene abajo y se raja, igual que un discurso independentista. Mata con seguridad. Se luce en banderillas en el quinto, que brinda al matador Salvador Vega. Pone voluntad pero el toro es muy deslucido y corta la faena.

El tercero protesta en el caballo. Ureña brinda a los toreros heridos , se muestra firme y valiente, pisando un terreno comprometido, con un toro solamente manejable. Una labor de más mérito que brillo, rematada con una espectacular estocada: justa oreja. El último, «el toro de la jota», se entrega tan poco como sus hermanos. Paco no le duda: dejándole la muleta en la cara, saca agua de un pozo medio seco, liga lentos muletazos. Mata entrando muy recto, recibe un pitonazo en el pecho y logra otro justo trofeo. Con esta tarde, remata una excelente temporada, en la que ha cortado trofeos en Valencia, Sevilla, Madrid y Bilbao, entre otras Plazas. La seriedad y honradez de su toreo merecen todos los respetos.

Posdata. Sigo escuchando nuevas jotas, estos días: «La Virgen del Pilar dice / que sigue siendo española / y, aunque Puigdemont se empeñe / nunca se va a quedar sola». O esta otra: «No extrañéis, no, que se escapen / lamentos de mi garganta: / si intentan romper España / es mi dolor el que canta». Y una más: «Aragón, la más famosa / es de España y sus regiones / porque aquí nació la Virgen / y aquí nunca hubo traidores». No todas las regiones pueden decir lo mismo.

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