Juan Ortega da la campanada en Linares

Memorable faena del sevillano, que corta dos orejas y triunfa con Álvaro Lorenzo

Juan Ortega, al natural RTM

Andrés Amorós

Casi 75 años después de la muerte de Manolete , el gran mito de la inmediata posguerra, Linares sigue recordándolo. El sevillano Juan Ortega realiza una faena extraordinaria: en Madrid o Sevilla, le hubiera consagrado como figura. También corta las orejas Álvaro Lorenzo , a un toro de Algarra, premiado con la vuelta al ruedo. El poco placeado Daniel Crespo muestra buenas maneras.

Por su clasicismo, tan poco frecuente, hoy, Juan Ortega había suscitado esperanzas. En Linares, lo confirma plenamente. En el primero, de Algarra, sólo logra unas verónicas al ralentí, magníficas; luego, el toro saca dificultades, que él no resuelve. En el cuarto, al son del pasodoble «Manolete», saborea plenamente un dulce Parladé y pone al público en pie. Más que los detalles, importa el conjunto: naturalidad, suavidad, ritmo, temple; en una palabra, armonía. La belleza del toreo clásico, que nunca pasa de moda. Aunque mata regular –no es su fuerte– la gente exige las orejas.

Álvaro Lorenzo cuaja un magnífico toro de Algarra, «Matagallo», justamente premiado con la vuelta al ruedo. Comienza de rodillas; logra series brillantes de muletazos largos, dominadores, en la línea toledana, aprendida con los Lozano. Cuanto más obliga al bravo toro, mejor responde. Mata con decisión: dos orejas. En el quinto, un Parladé que acaba rajándose, saluda Rafael González Amigo; Álvaro se muestra firme, rotundo y vuelve a matar bien: una oreja.

En dos años de alternativa, ésta es la cuarta corrida que lidia el portuense Daniel Crespo . Acude con una lesión en la mano derecha. A pesar de eso, luce soltura y entrega ante dos reses de juego deslucido. Su bisoñez se nota al matar mal, sin cruzar, al tercero. En el último, una faena de cierto mérito, rematada con habilidad, le permite cortar un trofeo.

Cuando se produce algo excepcional, lo demás palidece. Así ha sido la faena de Juan Ortega. Su línea es la del toreo sevillano clásico; hoy, la de Morante y Pablo Aguado. Si es capaz de mantener este nivel –no es fácil–, será figura del toreo. En todo caso, los aficionados le vamos a esperar con ilusión, recordando «aquella tarde de Linares». Igual que en el poema de Rafael Duyos, para el mausoleo de Manolete: «La fiesta, de un agosto. La plaza de Linares». Allí ha dado la campanada Juan Ortega.

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