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Feria de Fallas: Pablo Aguado ilumina una corrida pasada por agua y seca de vida

Corta una oreja al único toro potable del descastado conjunto de Juan Pedro Domecq en tarde muy desapacible de frío y lluvia

Pablo Aguado Mikel Ponce

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Lluvia, barro y viento en el ruedo y agua en la taquilla de la plaza de Valencia (por la climatología y por la subida de los precios). Ni el tiempo ni la entrada acompañaban para un cartel de tanto relumbrón, el mismo que la Maestranza acogerá el Domingo de Resurrección. Nada acompañaba para celebrar una corrida en la que la terna de artistas por excelencia, Morante de la Puebla, Juan Ortega y Pablo Aguado, iba a lidiar una corrida de Juan Pedro Domecq.

Muchas conversaciones entre los toreros, la empresa y las autoridades. Los gestos de los toreros no eran nada halagüeños. Pasaban los minutos y la gente se impacientaba. Pero finalmente, se tiró para delante. A las cinco y veinticinco, con casi media hora de retraso, arrancaba el paseíllo.

Recogieron los toreros una ovación del público, que ya en el primer toro tuvieron que desenfundar los paraguas. Dos verónicas y media con sabor pudo dibujar Morante de la Puebla, de purísima y oro, con un juampedro que salía suelto en los inicios. Obrador se llamaba. Y Obrador se paró antes que pronto, con muy poca vida. Deslucido como la tarde. José Antonio dejó alguna pincelada en su breve faena antes de entrar a matar. Pinchazo, estocada baja y descabello.

Verónicas al ralentí de Juan Ortega , de esmeralda, a Legislador, que así se llama el segundo. Una delicia. Arreciaba la lluvia cuando tomó la muleta. Poco ímpetu por embestir traía también este toro. Lluvia en el ruedo y sequía de casta. Y nada dijo el torero.

Manso y rajado el Senador tercero, en el que relució la naturalidad de una tanda diestra de Pablo Aguado . Y poco más que contar con tan desrazado material. Dejó un pinchazo hondo que necesitó del verduguillo.

A las seis y treinta y seis aparecía el cuarto, segundo del lote de Morante . Acarició la lenta embestida con lujosas verónicas. Esperaba el torero y mecía la capa verde a cámara lenta. Un prodigio que encantó. Ya en ese modo de embestir se vio que el toro estaba muy en el límite y llegó prácticamente hecho un marmolillo a la muleta. Descalzo Morante, escarbador Salamandro. Un espejismo hizo que sonara la música. Con paciencia y consintiendo, extrajo todo lo que el toro tenía. Toreramente siempre. Alargó mucho y llegó el recado presidencial. Saludó una ovación.

Desentonaba el quinto de la guapa corrida. Con una anovillada cara, siguió la tónica deslucida de sus hermanos, pero con mucho más feo estilo. No lo vio claro Ortega ni hubo acople entre la impaciencia de la gente que aguantaba el frío y la lluvia. El bajonazo fue antológico.

Último cartucho: Tratadista, el más pesador, con 594 kilos. Contra todo pronóstico, el toro se 'deja' con nobleza y permite a Pablo Aguado plasmar una armónica y templada faena. Gloria bendita se antojó después de las dos largas horas de frío. Aunque la estocada cayó defectuosa, lo cazó a la primera y cortó la única oreja. Por fin una sonrisa iluminaba la sombría tarde.

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