Crítica de Danza-performance

Greta... y todo sobre su madre

Greta García y Anna Jonsson unidas en el escenario en este estreno absoluto en el Teatro Central

Greta García y la escultura de trapo realizada por Anna Jonsson ABC

Marta Carrasco

Cuando una sale del espectáculo de Greta García y Anna Jonsson lo que quiere es ir rápidamente a dar un inconveniente en estos tiempos, abrazo a su madre. Porque la obra va de eso, de madres e hijas, y por ello se han reunido las dos, Greta y Ana, madre e hija, para poner en escena, «Mi madre muerta» .

La obra cuenta con la colaboración en la dramaturgia y dirección de Alberto Cortés , para Greta García que desde la Nordika y el impagable dúo de las Hermanas Gestring, siempre ha demostrado una gran capacidad de transformación para navegar por espacios creativos muy diversos. El eficaz diseño de luces es de Benito Jiménez.

Una gran sala con cortinas blancas como un depósito de cadáveres, y una larga camilla cubierta con una sábana que cubre un cuerpo enorme. Detrás, un demonio vestido de negro recibe al espectador, con una atronadora musica de heavy metal. Greta entra corriendo, vestida a lo Elvis Presley , con traje blanco de lentejuelas y capelina que luce un bordado de tigre, gafas de sol y peluca negra. Corre para un lado y para otro, y empieza una ceremonia en la que recorre las distintas fases de la relación madre-hija.

Con el fondo de una canción de Elvis, se va cayendo poco a poco la sábana y aparece una gran figura, una escultura de tela, obra de Anna Jonsson, esperpéntica, enorme, desproporcionada. Todo en la figura es grotesco, característica de Jonsson, artista nacida en Suecia y que cursó sus estudios de Bellas Artes en Sevilla.

Y empieza la ceremonia, una performance donde Greta García canta, baila, se enfada con su madre en su idioma materno, el sueco; bromea, se rebela, juega con la escultura, la zarandea, bromea y exprime la figura y en un momento gore saca su interior también hechas de trapo, las tripas, los riñones, el estómago, los pulmones... el corazón para volverse a meter ella, en el interior de la madre muerta.

Greta no busca sólo expresar la tristeza, quiere llorar por su madre y no le sale, sólo se le ocurre cantar «Love me tender» de Elvis, tras haberse abrazado a su madre-figura en posición fetal e intentar aceptar lo que nadie aceptamos: la muerte de una madre.

Una hora de feroz actividad escénica , en un espectáculo genial donde los sentimientos están a flor de piel, y la capacidad de Greta García de transmitir a través de recursos muy dispares, los sentimientos y la relación difícil, pero eterna, de una madre y una hija. Greta y Anna más unidas que nunca.

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