Sara Baras: «Bailar me ha mantenido no solo físicamente, sino también mentalmente»

La bailaora gaditana regresa a Madrid con su espectáculo 'Sombras'

Sara Baras, en 'Sombras' Belén Díaz
Julio Bravo

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Faltan unos instantes para que se levante el telón del pase gráfico, y la voz descosida de Sara Baras alienta a sus compañeros: «Sonriendo igual de bien, chicos». Y es que la sonrisa es una de las armas de la artista gaditana. En ella no es un adorno; Sara baila tanto con la sonrisa como con sus pies, y con ella abraza y contagia a los espectadores. Está feliz. Por volver a Madrid , su segunda casa; por volver a la Gran Vía, escenario de varios de sus éxitos; y por subirse al escenario para algo más que una actuación aislada, que es lo que ha hecho desde que la pandemia abriera ese dramático paréntesis en nuestra existencia -la bailaora tuvo que interrumpir su exitosa temporada en Madrid-.

Sara Baras regresa con ' Sombras ', el espectáculo creado para celebrar los veinte años de su compañía, y en el que cuenta con la música de Kiko Baldomero . «Mi sombra está llena de situaciones, de valores, de personas, de maestros, de espectadores... De gente que ha hecho que transcurridos veinte años siga con la misma ilusión por bailar y las mismas ganas, o más, de aprender y de compartir. Estos veinte años -en realidad ya son más, porque el espectáculo tiene ya tres años de vida- han sido un regalo, y este espectáculo también lo es, porque está lleno de detalles que yo llevo dentro y que me lleva a bailar desde un lugar súper-bonito». Al alzar el telón del Teatro Rialto , Sara entonará un silencioso 'Decíamos ayer'. «Cuando se decretó el confinamiento estaba bailando. Teníamos dos meses de teatro lleno y tuvimos que devolver las entradas. Y para nosotros era importante volver a encontrarnos con el público de Madrid y despedir 'Sombras', que ha tenido mucho recorrido y mucho éxito. Es como volver a tocar lo que éramos. Estoy contenta, porque percibo las ganas que tiene la gente del directo. Nos hemos visto obligados a encerrarnos en casa con el ordenador y ahora valoramos mucho más el contacto directo de público y artistas; notamos la respiración, el latido, y eso no tiene precio. Hay unas ganas locas tanto por nuestra parte como por el público. Nuestra escala de valores se ha vuelto a recolocar de alguna manera; en la compañía todos -bailarines, músicos, técnicos...- trabajamos con unas ganas y una armonía aun mayores, y nos sentimos orgullosos y felices de poder pisar el escenario».

A la bailaora gaditana es complicado verla quieta. Sus pies son un martilleo constante -«de chica me llamaban la atención por eso», confiesa-, y por eso durante los meses de parón obligatorio no dejó de bailar un solo día. « No he bajado la guardia nunca ; estaba tan arriba cuando nos confinaron que pensé que yo no podía parar en seco. Entrené incluso con más fuerza porque no tenía que bailar. Y eso finalmente me ha mantenido, no solo física sino mentalmente».

'Sombras' es un espectáculo con más de tres años de vida y, lógicamente, es diferente del que pudo verse el día del estreno -en el Rialto, dice, el tamaño del escenario obliga a presentarlo reducido, pero como contrapartida se siente una mayor cercanía entre público y artistas-. « El espectáculo necesitaba tiempo , y se lo hemos podido dar; hemos quitado aquello que pensábamos que podía sobrar o que no eran tan importantes. Lo hemos limado y lo hemos moldeado... Ahora está redondito redondito».

Si hay un baile enredado en el corazón de Sara Baras es la farruca , un baile habitualmente masculino que ella ya bailó hace dos décadas, cuando se embarcó en el proyecto de su propia compañía. Entonces lo montó en secreto; no se lo dijo a nadie, ni a su madre. «Llevaba algún tiempo sin bailarla, y ha sido bestial. Cuando la hice ayer en el ensayo general me emocioné mucho. Además la hago completa, porque cuando estrenamos 'Sombras' la hacía más cortita y la iba repartiendo a lo largo del espectáculo; ahora no, ahora la bailo del tirón. Es un baile especial para mí, significa mucho, me ha acompañado durante tanto tiempo, que retomarla ahora, después de lo que hemos vivido, es para mí como volver a empezar. Es un número que tiene su riesgo: la concentración, el equilibrio, la sobriedad que precisa, la desnudez que exige, son elementos que se te olvida, pero que cuando te vuelves a encontrar con ella te llenan de una manera muy especial».

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