«Perfectos desconocidos»: la caja negra de nuestras vidas

Daniel Guzmán dirige el texto del italiano Paolo Genovese, que Álex de la Iglesia llevó al cine recientemente

Antonio Pagudo, Olivia Molina, Elena Ballesteros y Jaime Zataraín, en «Perfectos desconocidos» Pentacion
Julio Bravo

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El teléfono móvil es el protagonista de « Perfectos desconocidos », una función que se basa en el texto de Paolo Genovese (origen también de la película de Álex de la Iglesia ), cuya versión firman David Serrano y Daniel Guzmán . Pero el móvil no es un protagonista en sí mismo, sino como guardián y custodio de nuestros secretos inconfesables (el que no tenga ninguno, que tire la primera piedra). El móvil se ha convertido, se dice en la función, en «la caja negra de nuestras vidas». «No me asustan tanto las cosas que guardamos en el móvil como lo dependientes que nos hemos vuelto de él», dice Antonio Pagudo , uno de los intérpretes del montaje.

Pero los personajes de «Perfectos desconocidos», incluido el que interpreta Pagudo, sí tienen que temer a que se desvelen los secretos que guardan en sus teléfonos móviles. De hecho, son los que dinamitan una cena entre amigos y, quién sabe, también la propia amistad. Todo empieza cuando a uno de los amigos se le ocurre un juego: que todos dejen el móvil sobre la mesa y todas las llamadas y mensajes que reciban se conviertan en públicos.

A Pagudo le acompañan en escena Alicia Borrachero , Olivia Molina , Fernando Soto , Elena Ballesteros , Jaime Zataraín e Ismael Fristchi , los siete bajo la dirección de Daniel Guzmán. «Todos tenemos grupos de whatsapp que no queremos compartir con todo el mundo -dice Pagudo-. Y no es que haya mentiras ni secretos inconfesables, sino esa pequeña parcela de privacidad que tenemos. Y en esta obra se manifiesta de manera muy clara, porque en el momento en que se destapa todo aparecen las fisuras en un grupo en el que todo iba genial». Y plantea una pregunta universal: «¿ Es necesario decir siempre la verdad ? Cuando alguien argumenta: “Yo es que soy muy sincero”, yo comento: para “Gran Hermano”, porque yo en realidad no necesito tanta sinceridad. Y la obra refleja esta cuestión».

Cuenta Antonio Pagudo que durante los ensayos han hecho muchos ejercicios para crear entre los actores la complicidad y la camaradería que tienen sus personajes. «Había que parecer que éramos amigos, y creo que se ha logrado, porque ahora ya lo somos. Hemos invertido mucho tiempo en contar nuestras historias, en contarnos lo que nos gusta y lo que no; algunas incluso nos las ocultamos, tenemos un grupo de chicos, con cosas que no compartimos con las chicas . Todo tiene un objetivo: que la función se mantenga viva, que es lo que quiere el director y queremos también los actores».

Los espectadores son aquí, más que nunca, unos «voyeur» . «Tiene mucho que ver con el “voyeurismo” que existe en las redes sociales y de las que el móvil es la ventana a través de la que miramos -añade el actor-. Miramos la vida de otra gente, o lo que muestra esa otra gente de su vida».

La función empieza con un tono de comeda, pero se va oscureciendo conforme avanza la trama. « Esa emoción no se puede preparar -dice Pagudo-; hay que dejarse llevar por lo que sucede en la escena. Desde el principio de los ensayos todos nos hemos emocionado, y esperamos que el público se emocione».

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