«Pedro Páramo», vivos y muertos en una misma realidad

Mario Gas dirige a Vicky Peña y Pablo Derqui en una adaptación de la novela de Juan Rulfo que firma Pau Miró

Vicky Peña y Pablo Derqui David Ruano
Julio Bravo

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«Pedro Páramo», del mexicano Juan Rulfo , es una de las grandes novelas de la historia de la literatura en español. Fue publicada en 1955, y se la considera una de las precursoras del realismo mágico que teñiría buena parte del «boom» de la literatura hispanoamericana. Es difícil imaginarse su rico universo encerrado en un escenario, pero el dramaturgo Pau Miró lo ha hecho para una producción gestada en el Teatro Romea de Barcelona (que dirige José María Pou), y que hoy se estrena en las Naves del Español (teatro que coproduce el espectáculo). Mario Gas -que vuelve a un espacio que él mismo inauguró- dirige la función, que interpretan Pablo Derqui y Vicky Peña .

«Pedro Páramo» presenta, dice Mario Gas, «un universo plagado de fuertes sensaciones, de fusión entre el mundo de los vivos y el de los muertos , de personajes preñados de contradicciones e insólitos de tan normales en apariencia; un universo abigarrado, cromático y cegador, oscuro y lleno de negrura espesa, donde resuenan los ecos persistentes de un pasado que se presenta; un universo poético y desgarrador, inhóspito a veces, quemado por el sol, por el calor, rajado por la desigualdad... Amor, muerte, caciquismo, revolución, lo rural, los ancestros, la imaginería ritual e icónica, el desconcierto, el desamor, la vida... Todo se acompasa con ese lenguaje rico en imágenes que posee el literato y fotógrafo Juan Rulfo».

La base de la puesta en escena es una versión que Mario Gas y los dos actores califican de «soberbia». «Es fantástica -subraya el director- ha conservado la atmósfera que tiñe el texto de Juan Rulfo, ese universo que viaja hacia lo terrorífico ; esas gotas de realismo mágico que ya estaban en Valle-Inclán e incluso en los griegos».

«Pedro Páramo» cuenta la historia de un hombre, Juan Preciado, que viaja hasta el pueblo de Comala (una población mexicana real) para conocer la historia de su padre, Pedro Páramo. Éste llegó a convertirse en el cacique del lugar, que exprimió y arrasó hasta convertirlo en un pueblo fantasma. Años después, su hijo se cruzará con los fantasmas de los que vivieron y descubrirá así quién era realmente su padre y cómo se aprovechó de los habitantes del pueblecito, incluyendo su madre.

La versión de Pau Miró convierte a los dos intérpretes en oficiantes de una ceremonia . «Incorporan -explica Mario Gas- la narración y a todos los personajes que aparecen en ella. «Somos más intérpretes que nunca», acota Vicky Peña. «Ha sido un auténtico reto «contar el cuento» por que hemos tenido que construir de una manera distinta a como estamos acostumbrados; pero ha resultado estimulante transitar por caminos oscuros y poéticos». Y «arriesgados», completa Pablo Derqui, que asegura que este montaje ha sido un «salto a un aparente vacío». «Esta versión parte de la narración oral, y lo digo como virtud», cierra Mario Gas. « Respeta literalmente gran parte de la obra , su sensualidad e incluso su romanticismo, pero en otros aspectos no la respeta precisamente para ser fiel a ella a su espíritu»

Ni la versión ni su puesta en escena son, asegura, una traducción paisajística de la novela, que si refleja el clima; «huye de la ilustración para crear universos propios. A Comala se la tendrá que imaginar el espectador, porque jugamos con lo interior y lo exterior, la vida y la muerte, lo real y lo irreal». Y es que «Pedro Páramo», concluye, «habla del ser humano; del caciquismo, de la pobreza, del rencor, de la vida, de la muerte... De vivos y muertos saludándose como si formaran parte de la misma realidad».

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