Lluís Pasqual: «La zarzuela ha salido del armario»

El catalán es el director escénico de la nueva producción de «Doña Francisquita» que se estrena el martes 14 en el Teatro de la Zarzuela

Lluís Pasqual, en el ambigú del Teatro de la Zarzuela ISABEL PERMUY
Julio Bravo

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Antes de encerrarse para ensayar «Doña Francisquita», Lluís Pasqual estuvo en Argentina y, según cuenta, cada vez que decía que iba a dirigir la zarzuela de Amadeo Vives , sus interlocutores se ponían a cantar:«Por el humo se sabe dónde está el fuego...». Es una prueba, asegura, de lo profundamente arraigado que está este género en todo el mundo hispano. También en él, confiesa. «Mi relación con la zarzuela es emocional; es la banda sonora de mi infancia. Mi padre era un fan absoluto del barítono Marcos Redondo, y cada vez que pasaba por Reus ahí estaba toda la familia. Y yo iba a ver zarzuela una vez al mes».

Por eso le costó hincarle el diente al género. Lo había hecho una sola vez en el Conservatorio de Barcelona , donde era profesor –allí montó «El barberillo de Lavapiés»– antes de que, hace una década, recibiera la invitación de Emilio Sagi para dirigir «Chateaux Margaux» y «La viejecita». La tercera es una de las grandes joyas de nuestro teatro lírico: «Doña Francisquita» , con música de Amadeo Vives y libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw . «Es curioso –ríe Pasqual–;mi madre se llamaba Francisca, y tenía una confitería, como tiene la madre del protagonista».

Habla de una conexión emocional con la zarzuela, pero las nuevas generaciones ya no la tienen. ¿Por qué cree que se ha distanciado del público joven?

En primer lugar, se asimiló al franquismo de una forma absolutamente equivocada;pasó lo mismo con la copla y el flamenco, pero salieron indemnes. La zarzuela ha sufrido un poco más. Se habla además de la poca calidad de los libretos, pero ese no es el problema;la ópera «Il trovatore» tiene un libreto enloquecido y no se entiende ni la historia ni lo que dice ni por qué lo dice, pero el texto está unido a una forma imperecedera que es la música. Muchos de los libretos de zarzuela se escribieron para un estilo de teatro, el costumbrismo, que desapareció en el primer tercio del siglo XX;y esos libretos envejecieron. En nuestros días, ni nosotros sabemos cómo hacer ese tipo de teatro ni el público sabe cómo verlo.

Esta obra se basa en Lope de Vega...

Se basa solamente, apenas quedan unos versos sueltos. Y la historia, claro, pero es prácticamente un vodevil de entradas y salidas; y cuenta la historia de la mujer que, como en otras obras de Lope, trata de lo que tiene que hacer una mujer para conseguir las cosas, puesto que si lo hiciera como un hombre no estaría bien visto. Francisquita actúa de todos modos de una forma muy retorcida;cuanto más se enamora Fernando de ella más celos le da. La música, sin embargo, no lo es;es solar, brillante, está llena de bailables, de marcha. La zarzuela, y eso no ha cambiado, es sinónimo de alegría. El público entra con muchas ganas y suele salir contento.

Usted siempre ha dicho que la partitura es en las óperas el verdadero director de escena. ¿Ocurre lo mismo en la zarzuela?

También. Yo no le pongo más o menos carga energética que si dirigiera «Tristán e Isolda» o «Falstaff». Hay dos maneras de dirigir:hacerlo con el libreto o con la partitura. En la zarzuela lo importante es la música, en ella están los momentos en que los personajes se expresan de manera más lírica, más trágica o más evocadora. Así que yo sigo muy fielmente la partitura.

Pero para eso tiene que ser buena música.

¡Es que lo es! Y sobre todo en el caso de «Doña Francisquita», a pesar de que las zarzuelas se hacían como hoy se hace la televisión, de una manera muy rápida. La prueba es que los autores perdieron el tercer acto en un coche y se pasaron la noche reescribiéndolo. Al día siguiente el chófer fue al Teatro Apolo a devolver la partitura, y lo que hicieron fue elegir lo que pensaron que era mejor de cada versión. El tercer acto es como un «patchwork», hecho de retales. Muy buenos, pero retales.

¿Cómo ha planteado la puesta en escena? ¿La ha cambiado de época?

De épocas. «Doña Francisquita» tiene un problema de entrada, que es su dimensión;es una zarzuela grande. Es una obra larga, con muchos personajes, con la virtud y el defecto de que hay mucha intensidad en todos los números. Así que lo primero que pensé que había que hacer era limpiar el ojo del espectador. Y situé la primera parte en un estudio de grabación en los años treinta, donde se está grabando un disco de «Doña Francisquita»;el segundo acto sucede en los años sesenta en un plató de televisión;y el tercero en nuestros días, en una sala de ensayos. Todos nos hacemos una pregunta a la hora de montar una zarzuela;¿se puede hacer un espectáculo contemporáneo con esta música? Yo la lanzo en el tercer acto, y no sé si tiene respuesta. Pero creo que sí se puede.

¿Ahí entra el personaje de Gonzalo de Castro?

Es el que une las tres historias, un personaje siempre distinto y siempre el mismo:un productor del disco en el primer acto, un realizador de televisión en el segundo y un director de teatro en el tercero. Sus diálogos giran en torno a esa cuestión:¿hay que decir o no los textos? Los cantantes dicen que no se va a entender nada si no se dicen, y el personaje de Gonzalo dice que se va a entender todo a través de la música... Y cuanto más avanzan los ensayos más pienso que es verdad esto último. Recuerdo que de pequeño salía de la zarzuela habiendo entendido poco;la dicción de los cantantes tenía mucho que desear. Afortunadamente, gente como Teresa Berganza o Pilar Lorengar crearon una muy buena escuela;hay que sumar a ello que hoy en día hay cantantes líricos de mucha altura que quieren cantar zarzuela. Yo tengo un reparto magnífico y con una dicción absolutamente comprensible. La zarzuela ha tardado muchos años en recuperarse, pero creo que lo está haciendo;es un género con propuestas nuevas, que ha incorporado de alguna manera la escena contemporánea. Era como si estuviera dentro del armario; ya hemos salido de él. Mucha gente no sabía que la zarzuela está dentro de su ADN. Y ahí está el proyecto Zarza de esta Casa para demostrarlo;los jóvenes han venido sin tomarlo como una obligación.

Hay que darle teatralidad, presentarlo como un espectáculo teatral.

Igual que a la ópera. En los años cincuenta y sesenta llegaron Visconti, Strehler, Bergman..., que le dieron una visión de teatro contemporáneo a la ópera. Lo mismo sucede con la zarzuela. Hasta hace no mucho se hacían con decorados de papel, y la primera gran revolución la hizo don José Tamayo, que incorporó decorados corpóreos, se inventó esa maravilla que es la Antología de la Zarzuela... Yde ahí venimos todos.

¿Hay que perder el miedo a tocar estas obras para adecuarlas a nuestros días?

Hay que perderle miedo a todo. Pero sí;cuando se dice que algo no se puede adaptar a una estética contemporánea se pretende defender los valores de alguien que solo suponemos que los tiene. Estamos defendiendo una visión de un público que lo que tiene, seguramente, son ganas de frescura. Porque la zarzuela es algo fresco. Hablamos muchas veces en nombre de alguien que no existe o que pertenece al pasado.

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