Fama: inagotable y agotadora
La obra muestra, si acaso con leves y gruesas pinceladas, las dos caras de la moneda de la danza, el esfuerzo y la recompensa, y lo hace a través de una función agridulce, divertida y emocionante al tiempo
Alan Parker rodó en 1980 su película ‘Fama’ que, convertida en serie televisiva dos años después, creó todo un imaginario sobre un grupo de jóvenes estudiantes de artes escénicas. Era inevitable (aunque tardó mucho tiempo) que se llevara al teatro y se convirtiera en un espectáculo musical. A pesar de que los calentadores dejaron de ser parte de la moda juvenil fuera de los estudios de danza, ‘Fama’ sigue siendo un musical inagotable. El lema que pronuncia la profesora de danza (Debbie Allen en la película y la serie) -«Tenéis muchos sueños, buscáis la fama. Pero la fama cuesta . Pues aquí es donde vais a empezar a pagar, con sudor»- es inmarcesible, y sigue reflejando el espinoso camino que exige esta profesión, y ha atravesado ya a varias generaciones de espectadores.
‘Fama’ muestra, si acaso con leves y gruesas pinceladas, las dos caras de la moneda de este camino, el esfuerzo y la recompensa, y lo hace a través de una función agridulce, divertida y emocionante al tiempo. Presenta personajes ya reconocibles y con los que es fácil empatizar. Coco Comin conoce perfectamente las reglas y las exigencias del género, y ha creado un espectáculo lleno de dinamismo y de energía . Poco importa que en algunos casos la interpretación actoral sea acartonada o excesivamente ruidosa y caricaturizada (para ser sinceros, arranca las mayores carcajadas del público), porque la columna vertebral son los números musicales, tejidos con inteligencia y servidos por un elenco vigoroso (en lucha continua contra la estrechez del escenario), en el que sobresale Clara Peteiro.
