Arte en medio del conflicto

Alessandro Riga y Katja Khaniukova, en el segundo acto de 'Giselle' Javier del Real
Julio Bravo

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La sombra de la invasión de Ucrania es alargada. Estos días debería haber actuado en el Teatro Real el Ballet del Bolshoi de Moscú, pero la visita fue cancelada por los responsables del coliseo madrileño, que en su lugar programaron a la Compañía Nacional de Danza y su más reciente producción clásica: 'Giselle', presentada en diciembre de 2020 en el Teatro de la Zarzuela.

Pero también estas funciones se han visto afectadas por el conflicto, ya que en las filas de la compañía que dirige Joaquín de Luz han formado cinco bailarinas procedentes del Ballet de Kiev; a ellas se ha sumado también otra artista ucraniana, ésta en las filas del English National Ballet, que ha interpretado en la función del viernes 20 a la protagonista del ballet.

'Giselle' es uno de los grandes títulos del repertorio clásico del ballet y también uno de los más populares y versionados -el Real guarda un magnífico recuerdo del 'Giselle' coreografiado por Akram Khan y ofrecido por el English National Ballet de Tamara Rojo hace menos de tres años-. Cuenta una historia teñida absolutamente de romanticismo, con una joven campesina enamorada de un noble que oculta su identidad. Al descubrirse ésta, la joven enloquece y muere; se convierte entonces en una de las 'willis', personajes fantasmagóricos, que vagan por los bosques y, de noche, obligan a los hombres con quienes se encuentran a bailar hasta morir agotados.

Esta 'Giselle' ha sido el primer gran montaje de la era Joaquín de Luz, que firma la adaptación coreográfica y que, para darle un sello particular, ha llevado la acción, de la mano del dramaturgo Borja Ortiz de Gondra, a a la sierra aragonesa del Moncayo y al Romanticismo español, con los versos de Gustavo Adolfo Bécquer, que visitó la zona, como principal inspiración.

El espectáculo ha mejorado notablemente con respecto al que se vio en la Zarzuela. En primer lugar, el mucho más amplio escenario del Teatro Real permite que la coreografía, especialmente en el segundo acto, respire; lógicamente, además, se han ido perfilando las aristas que tenía el ballet y los artistas han sido asentando su interpretación.

Al margen de las variaciones dramatúrgicas, la versión coreográfica de Joaquín de Luz es muy tradicional, sin apenas riesgos. Sí los corre la versión musical, que firma Óliver Díaz -muy solvente al frente de la Orquesta titular del Teatro Real-, especialmente en los oscuros arreglos de la escena de la locura, que acentúan el clima que se vive en escena.

'Giselle' es un ballet muy exigente para la bailarina protagonista, con un lucimiento más sordo que otros títulos. Exige de ella delicadeza y fortaleza al tiempo, acentos casi infantiles y también fantasmagóricos, y un baile de gran fortaleza técnica y contención dramática. Katja Khaniukova es una espléndida Giselle, que convence más en el segundo acto, donde expresa su ya inerte tristeza.

Y al igual que dije con ocasión del estreno en la Zarzuela, y a la vista del lleno casi total en las funciones, está claro que al público madrileño le interesa la danza, y especialmente el ballet clásico. Por si a alguien le cabía alguna duda.

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