Música

Rafael Riqueni nos abre la habitación de un genio

Charlamos con el guitarrista sevillano antes de la presentación de «Herencia» este miércoles en el teatro Lope de Vega

Rafael Riqueni tocando en la habitación donde ha compuesto el disco J.M. Serrano

Luis Ybarra Ramírez

Hay quien se expresa mejor con el instrumento que con la palabra. Rafael Riqueni, a veces, duda al hablar, pero nunca te da la nota equivocada . Su lenguaje, simplemente, resulta mucho más fluido en los pentagramas, aunque siempre está dispuesto a callar el diapasón por un momento para compartir sus vivencias con aquel que muestra interés. Este miércoles 29 de enero presenta su nuevo álbum, «Herencia», en el teatro Lope de Vega. La excusa parece perfecta para remontarnos con él a la calle Fabié que le vio nacer, a aquel niño prodigio que después se fijó en Falla y que empezó a inventar acordes en pro de la belleza, a los viejos escenarios, a los estudios, a la luz y a la oscuridad, al presente. A una historia, en definitiva, contada entre bordones.

Nos recibe con su música al fondo en la pequeña estancia en la que ha compuesto su último trabajo discográfico, rodeado de libros y lluvia. Porta una guitarra entre sus manos. La misma que suena en el disco . Madera noble de Juan Montero que su padre le regaló en el 78. Fue una década de presentaciones en las que culminó con algo que, en realidad, venía de atrás.

Juegos, trastes y patios

En las tabernas de Triana se cantaba a golpe de nudillo mientras un chiquillo enjuto, desde su patio de vecinos en el número 22 de Fabié, «tocaba “Mi carro” y otras canciones de la época con una guitarrita de juguete . Ellos se reían y yo me entretenía, claro», afirma con la sonrisa del que recuerda. Pero, ¿cuándo llegó la primera sonanta en condiciones? Pues «mucho después. Fue un regalo de mi padre y era de panel, algo bastante austero, pero me sirvió a mis diez años».

Cambió la rumba por aires de soleá. José Acedo le enseñó las primeras falsetas del Niño Ricardo y en poco tiempo le pusieron la etiqueta de precoz al presentarse en público con una solvencia insólita . Estudió solfeo en el conservatorio, surgieron las galas tempranas y la «Iberia» de Albéniz , sin quererlo, zarandeó sus cimientos. «Eso me impactó tanto que me llevó a escuchar al resto de compositores clásicos españoles. Yo tendría ya unos veinte años». La leyenda crece y se ensancha, se aferra a lo sublime con maestría y absorbe las raíces sin medida hasta dar con un sello radicalmente propio.

El artista

Si su anterior obra, «Parque de María Luisa», está influenciada por el llamado nacionalismo musical, Falla, Albéniz, Turina, Granados…, en la siguiente desarrolla su versión más flamenca sin abandonar a sus referentes. «He incluido una farruca “bacheriana”, tangos, granaína, seguirilla, bulería s … Cada palo está dedicado a un maestro, como Mario Maya, Paco de Lucía, Tomatito y Pepe Habichuela, a los que les hago guiños. Todo lo he compuesto yo», explica mientras se incorpora. Saca un CD de la funda, da un golpetazo a un equipo obsoleto y enseña con orgullo su creación. «Mira...».

Rafael Riqueni frente al piano de la habitación J.M Serrano

Lo mejor de ser artista es «la intimidad de la etapa creativa. Ahí es cuando más disfruto. También, algunas de las consecuencias, como ver el reconocimiento de mi público. Hay algunos jóvenes que ahora me paran si me ven por la calle y me piden una foto. Esto yo lo veo como algo excepcional, porque es sorprendente estar donde estoy después de haber estado en un socavón tan hondo, tan difícil . El regreso deseado». Toca unas seis horas al día. Su caudal, lejos de secarse, rebosa gracia y las ideas se le agolpan entre el cerebro y la yema de los dedos. Un arpegio, una melodía, una muñeca diferente dispuesta a hacer lo indecible para comunicar.

El arte

Dicen que en el arte lo único que puntúa es la trasmisión. Decir algo. Lo que sea. Emocionar. Por eso Riqueni, que guarda tanto, ha tenido que canalizar su visión de Sevilla y del mundo por muy diversas vías. «He pintado puentes de Triana de todas las formas y colores . En la pintura , cuando estoy tranquilo, también encuentro esa paz . Además me gustan pintores muy distintos que después yo interpreto con mi prisma, desde el realismo de Antonio López hasta Tàpies». En la lectura, sin embargo, se decanta por las novelas de Benito Pérez Galdós y la poesía sevillana de mayor envergadura : Bécquer y Machado. Sus conceptos, por tanto, vienen y se proyectan hacia cualquier sitio, pero no de cualquier manera.

«Asimismo, como Paco de Lucía, soy un cantaor frustrado , aunque he cumplido mi sueño: grabar y actuar en solitario». Así llega su octavo álbum, sin contar con su faceta de acompañante, con la que se arrimó a figuras como José de la Tomasa, Enrique Morente, Rocío Jurado o Martirio. Ojos críticos, brazos sensibles y una profunda cultura de las cosas brotan de él a fuerza de corazón y talento . Así la habitación recoge con cariño su «Herencia» al ritmo de la conversación. Un primer telón que nos vale para preguntarle por el siguiente.

Bambalinas

«Ah, ¿el telón?», se cuestiona. «El escenario directamente me excita, me pone alerta, por eso quiero seguir más años gozando de ellos si así se me permite». Durante las horas previas, cuando el reloj avanza hacia lo inminente, su único hábito es llegar con antelación al teatro. Nada más. No hay manías ni rituales extraños. Solo un hombre recibiendo el murmullo del patio de butacas del Lope de Vega, que lo espera con la pretensión de reencontrarse con uno de sus pocos genios.

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