Pedro Sierra: «La música que más se parece al flamenco es la clásica»

El guitarrista y productor nos presenta su último álbum de estudio: «Llanto de la guitarra»

Pedro Sierra toca la guitarra en el patio interior de la Fundación Cristina Heeren Rocío Ruz

Luis Ybarra Ramírez

Pedro Sierra es un creativo. Sin más. La boca de su sonanta bosteza una idea tras otra y todo resulta original en este último trabajo de estudio que él mismo ha producido: «Llanto de la guitarra» . Los bordones ni se duermen ni se traban, sino que muerden. Reúne a varios amigos de la profesión y toca las claves necesarias para dar con un disco flamenco de enorme profundidad pero que está destinado a todos los públicos. Charlamos sobre cante y toque. Y compañeros. Y tendencias. Y bosquejos de seis cuerdas sobre los que ha decidido componer.

¿Catalán o sevillano?

Sevillano desde hace tiempo porque llevo más años aquí que en Barcelona. Nací en la Cataluña más flamenca, donde había muchísimas peñas y un gran ambiente para aprender a tocar, y me fui para Andalucía con 18 años. Así que siempre he estado con el flamenco bajo el brazo.

Su mujer, La Tobala, es cantaora y usted guitarrista. Su casa debe un hervidero flamenco, ¿no?

Pues sí. Y, por supuesto, eso influye en el proceso creativo del álbum. Yo hago una falseta y ella canta una letra con mucha intuición e intentando cuadrarla en función de lo que toco. Sin quererlo, vamos componiendo. Y, entre tanto, uno de mis hijos ya es capaz de silbar el disco entero.

Ha grabado y producido «Llanto de la guitarra». ¿Malos tiempos para lírica?

En España no existe una industria alrededor del flamenco. Se graban discos, pero no hay suficiente trabajo para todos los artistas que somos y una serie de nombres siempre se repiten mientras que otros están casi desaparecidos. Tampoco hay una educación musical fuerte. Es curioso: somos un país de arte donde no se insiste en educar en este ámbito. Dando clases a alumnos de todo el mundo en la Fundación Cristina Heeren, me doy cuenta de que quienes mejor entienden el flamenco son los extranjeros. Qué paradoja.

Hay quien cree que el extranjero lo compra todo, pero parece que no es así.

No es nada fácil «engañar» a quienes vienen de fuera. El extranjero si ve que algo es bueno o malo lo detecta rápido. Algunos tienen conocimientos musicales y respetan mucho esta tradición. Además, hay una enorme afición fuera de España y tenemos el compromiso de cuidarla.

¿Vuelve el flamenco a la calle Pureza con la nueva sede de la Fundación Cristina Heeren?

Es un proyecto precioso y tenía que ser en Triana. En esta calle, ahí mismo, Antonio Mairena tiene una de sus fotos más famosas. Y, desde que nos hemos mudado, hay muchos más guitarristas y cantaores por los bares y cafeterías de la zona. Son alumnos. Practican, los viernes empalman el estudio con la fiesta y se ha generado un clima estupendo. Esto sí que es un hervidero. Y el disco lleva una soleá con el nombre de la calle.

¿Cómo ha sido la composición de los diez temas?

Lo ideal para sacar un disco es componer, hacer una gira para madurar las ideas y después grabar. En este caso, no hemos hecho ninguna gira pero sí que he madurado mucho todas las composiciones y ha sido relativamente sencillo hacerlo en el estudio. Tomatito me ha llamado varias veces para comentarme que le ha encantado cómo han quedado unos jaleos que hacemos juntos y Vicente Amigo también se volcó con mucha humildad. «¿Esto te gusta así, Pedro? ¿Lo cambio? Como tú prefieras», me decía.

Cuenta con colaboraciones de lujo. ¿Así se combate la frialdad en el estudio?

Yo he hecho el disco que he querido. Sin compromiso. Soy mi propia compañía y no he pensado en lo comercial. Al final, lo genuino es lo que gusta. Aquello que no está sujeto a modas puede perdurar. Torombo y Bobote llegaron, tocaron las palmas, me jalearon y se fueron. Ese es el espíritu de este disco. No busca la perfección sino la flamencura. Que sea fresco. Y con Tomatito, Farru y Vicente Amigo sucedió igual.

¿Cuál fue su primer contacto con la guitarra?

Mi ídolo fue Paco Cepero. Me interesé primero por el acompañamiento y pronto entendí que no podía copiar lo que otros hacían, sino que debía sacar mi propio sonido. Después escuché mucho a Serranito y, cómo no, a Paco de Lucía, el mejor de todos ellos y el que más influencia tuvo en mi generación. Todo guitarrista debe pasar por el bachillerato del acompañamiento. Esa base es fundamental para tocar como solista y a quien le falta se le nota cuando se sube a un escenario.

Dicen que es un disco lleno de reivindicaciones.

Reivindico varias cosas. La primera es una vuelta a los cimientos. Estamos ante una música tan arraigada que sin estos todo se tambalea. Se vuelve vulgar. Y eso no quiere decir que no haya que contextualizar y hacer música de hoy, todo lo contrario. También creo que estamos algo locos con el jazz, pero los guitarristas flamencos debemos hacer una lectura más profunda de la música clásica. Ahí sí que hay similitudes. Alguien que ha entendido muy bien esto es Rafael Riqueni. Y, además, reivindico lo natural. La sencillez. Como dijo el padre de Manolo Sanlúcar, «cagar dentro de una botella es muy difícil y no sirve para nada».

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