Festival de Cine de Sevilla

Crítica de «Karen»: Nuevas incorporaciones y viejos «tics»

En la tercera jornada de la sección oficial del certamen cinematográfico de Sevilla se representan la ópera prima de María Pérez Sanz, los trabajos de Andrei Konchalovski, y de Benôit Delépine y Gustave Kervern

Fotograma de «Karen», la ópera prima de María Pérez Sanz ABC

Alfonso Crespo

Antes del genérico, con Christina Rosenvinge con salacot incluido, ya se advierten las costuras de «Karen» , prometedora ópera prima de María Pérez Sanz donde la polifacética actriz y cantante encarna a una Isak Dinesen en su postrimería africana.

La debutante arrincona la tentación anti-psicológica de un Albert Serra o un Lisandro Alonso , aunque la opción finalmente escogida —el «sketch» filosofal a partir de citas y recuentos de la obra de Dinesen y alrededores— le sirva para arribar al mismo puerto que aquellos referentes: «Karen» es un estado de ánimo , un momento sensorial servido por la fotografía de Ion de Sosa , quien se mueve, como la propia película, entre lo evocador y lo amanerado, a veces cerca del Bruno Nuytten de «India Song» en un relámpago de color, en un desenfoque plástico; otras, con el visillo, las transparencias y el deslumbramiento del sol, junto a la fantasmagoría erótica «soft» de un David Hamilton .

Esta radical incertidumbre estética no llega a cansar gracias a lo corto del metraje y a la elegante manera con que al final salimos del laberinto.

«Queridos camaradas»

Equilibrando el ímpetu novel, se dio cita en la competición el veteranísimo Andrei Konchalovski con «Queridos camaradas», que rescata y desenmascara un caso de represión a cargo de las autoridades soviéticas en la ciudad de Novocherkask, donde en los años sesenta se acallaron a balazos las protestas de los obreros de una fábrica.

Sostenida argumentalmente por una variación poco imaginativa de la «Madre coraje» de Brecht , la película reafirma el poder del encuadre —aquí cuadrado certero desde el que se gestiona con economía expresiva el tumultuoso «off»— para el cine histórico en tiempos de apretura presupuestaria, si bien los inevitables peajes de la «mostración» (la matanza de los inocentes) nos recuerdan, dolorosamente, lo que el cine perdió sin remedio desde que el bueno de Eisenstein bajó a paso marcial la escalera de Odesa .

«Borras el historial»

El papel que últimamente cumplían en el festival Justine Triet , Peretjatko y otros franceses algo histéricos y en ansiosa persecución de una esquiva «aurea mediocritas» (cine de autor con rédito en taquilla) recae este año en Benôit Delépine y Gustave Kervern , firmantes de «Borrar el historial» , una comedia sobre tres parias de la era digital.

Sin ritmo definido y evolucionando por acumulación de reveses ya cotidianos , la pareja de cineastas establece una suave atmósfera cómica en busca de la sonrisa cómplice, tomando sin rubor, de aquí y de allá, lo que necesita (especialmente a los Farrelly). Sólo quien tenga debilidad por la familia Podalydès obtendrá alguna recompensa.

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