Critica del Festival de Sevilla

Abel Ferrara: Norteamérica al rescate

«Tommaso» juega al reflejo autobiográfico

«Con Albert Serra llegó el escándalo más cerebral que corporal» ABC

Alfonso Crespo

Con Albert Serra llegó el escándalo, más cerebral que corporal en cualquier caso. «Liberté» se instala en un bosque oscuro alrededor de 1774 donde unos nobles franceses hacen parada para dar rienda suelta a su ideario deseante dentro de una misión de exportación del libertinaje a Alemania. Y ese es el principal problema, que «se instala» también en una sala de cine, cuando resulta evidente que el museo y su esencial promiscuidad (uno, en el fondo, siempre está de paso en sus salas) le conviene mucho más a una película que encadena retazos de conversaciones y actos procaces confiando en la capacidad del espectador para nivelarse con la libertad de la que sí disfrutaron Serra y su troupe durante las veinte noches de rodaje de las que se extrae el film.

Sin salir del terreno de lo erótico, ante la morosidad y autocomplacencia de Liberté recordábamos al sabio portugués Joao Bénard da Costa, cuando calificaba la energía sostenida del cine de Samuel Fuller como propia del priapismo, de una erección continua y dolorosa. Pues bien, Serra representaría justo lo contrario: la flacidez, la debilidad, la laxitud… espero que me entiendan. Bien haría el inteligente cineasta en dejar de leer a Sade y ponerse en manos de Walerian Borowczyk , que al menos esgrimía un verdadero sentido del humor sexual y lo encauzaba desde un hábil artesanado.

El entuerto lo enmendó Ferrara quien, gracias a una alianza italo-griega, pudo colocar «Tommaso» en el SEFF . No muy lejos de lo emprendido este año por Almodóvar en «Dolor y gloria», esta película también juega al reflejo autobiográfico —el protagonista es un cineasta italomericano rehabilitado de una vida de excesos que se ve cercado por temores y fantasmas, lo que termina por deteriorar la relación con su joven esposa y la niña pequeña de ambos (mujer e hija del propio Ferrara en la realidad)— como superficie para atrapar la atención.

Lo que tantea el cineasta, sin embargo, tiene que ver con la figura del médium —aquí uno de sus grandes interlocutores, un enorme Willem Dafoe que se merienda a Joaquin Phoenix sin problemas— con un cuerpo que le permite comunicarse con los espíritus, lo que en Ferrara se traduce en un temblor de la forma asociado a la inminencia de la catástrofe. El cine, como le advirtiera Herzog a Harvey Keitel en «Dangerous Game», a la que «Tommaso» parece íntimamente unida, «no es lo que un hombre debe hacer con su vida», y Ferrara, a través de Defoe, responde conla lección de que, al menos, uno puede agarrarse a los destellos de belleza de una acción inconsciente y desesperada, un cortocircuito del pensamiento previo al corte final.

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