‘Tosca’ de puertas abiertas

Sondra Radvanovsky y Carlos Álvarez, en un momento del segundo acto de 'Tosca' Javier del Real

Alberto González Lapuente

Asoma el final de la temporada en el Teatro Real con ’Tosca’, ejemplo paradigmático de ópera popular, es decir de obra demasiado propensa a caer en lo inmediato y lo elemental. Lo ratifica la representación de anoche, elevada ya a lo histórico gracias a un bis ejecutado fuera de toda lógica y explicación, y que permitió a la soprano Sondra Radvanovsky volver sobre ‘Vissi d’arte’ después de que medio teatro aplaudiera entusiasmado y el otro medio callara discreta y sensatamente. Incluso tras volver a escuchar el aria, y pese a que la segunda vez tuvo mucho más mérito que la primera.

Radvanovsky se encontró con un regalo inesperado que también alegró al maestro Nicola Luisotti, quien condescendió en hacer la repetición, de cara a la galería y bajo la mirada inaudita de quienes saben que ‘Tosca’ puede ser algo muy distinto a lo que ayer se oyó y vio en el Teatro Real.

Luisotti defendió la obra desde una curiosa posición. Muchos años al lado del título le han llevado a ofrecer una versión que en los momentos de fuerza adquiere tintes nobles, metálicos y turgentes. Los acordes de ‘Scarpia’ con los que comienza la obra o aquellos que sirven de conclusión son un ejemplo evidente del potencial que es capaz de extraer de la Orquesta Titular del Teatro Peal. Por contra, se escucharon pianísimos sorprendentes, sutileza y fineza, particularmente acompañando el dúo de Cavarodossi y Tosca en el tercer acto.

Menos interesante es la manera que la que se cohesionaron los extremos, al dibujar una continuidad a ratos lentísima, cadenciosa, de muy limitada tensión y de prudente sustancia dramática. Luisotti convirtió ayer ‘Tosca’ en un ejercicio de esteticismo que aún necesitó rodaje tras un comienzo problemático, demasiado deconstruido.

En el mismo arranque, ‘Recondita armonia’ sirvió para que Joseph Calleja apareciera en escena mostrando músculo, volumen y grosor, imprecisión, una voz demasiado coloreada y todavía estrangulada al tratar de apianar. Encontró el punto culminante en la elegíaca ‘E lucevan le stelle’ aunque no tuvo el apoyo necesario de una orquesta que le acompañó con apagada exquisitez. Por su parte, Sondra Radvanovsky compitió con el protagonista en fortaleza, vibrato y efusión para acabar ensanchándose en una expresividad demasiado plana, tan poco sugerente y sensual como para que el ya famoso ‘Vissi d’arte’ quedara reducido a un ejercicio de facultades. Radvanovsky y Calleja forman una pareja afín, pues ambos ponen en referencia una energía vocal que, en otro contexto orquestal, podrían servir para transmitir, al menos, una impresión epidérmica. Con ellos estuvo ayer Carlos Álvarez, cuya aparición en escena alertó sobre la posibilidad de habitar otro espacio. Efectivamente, su Scarpia es inteligente, crece, se desasosiega y rebela.

Álvarez afronta el papel desde una perspectiva musical mucho más profunda y aunque la personalidad del jefe policial se dibuje con prudencia, pues la voz es más amable que las maneras ardientes del personaje, hay clase y merece la pena dejarse convencer por su actuación. Puso lo mejor de sí mismo Gerardo Bullón en la caracterización de Angelotti.

‘Tosca’ llega al Teatro Real en la producción firmada por Paco Azorín para el Liceu de Barcelona y Maestranza de Sevilla. Añade ahora algún detalle como el personaje de la Revolución encarnado por una mujer desnuda que se inspira en ‘La libertad guiando al pueblo’ de Delacroix. Cruza el escenario al principio, acompaña a Cavaradossi a la terraza del Castillo de Sant’Angelo y aún aparece para entregar a Tosca el cuchillo con el que asesina a Scarpia. Su fin es conquistar la libertad, según explica el propio Azorín en el programa de mano, y con su aparición se añade una elemento simbólico que trata de potenciar la ópera de Puccini dentro del contexto histórico que describe con detalle el original de Victorien Sardou. En realidad aporta poco sobre una propuesta que es un dislate en sí misma. La ‘Tosca’ de Azorín implica torpeza en el gesto en la escena inicial en una iglesia con zurbaranes en el retablo (¿sevillana?); perplejidad en la alegoría en el despacho de Scarpia o cuando este mismo agarra al prelado que acompaña el Te Deum y bajo la vestimenta aparece Tosca, y un pretendido efectismo en el tercer acto al movilizar la escenografía a la vista de los espectadores haciendo descender el segundo acto al foso del escenario y traer desde el fondo el tejado de corte industrial donde se fusilará a Cavaradossi antes de que Tosca se arroje al vacío.

La producción sostiene la obra sin aportar un significado concreto, ni desarrollar ninguna idea firme, más allá de posibilitar la credibilidad argumental.

‘Tosca’, en el Teatro Real, tiene previsto dieciséis funciones con tres repartos que incluyen nombres importantes como el de Maria Agresta, Anna Netrebko, Michael Fabiano, Jonas Kaufmann, Gevorg Habkobyan y Luca Salsi. Distintas maneras insertadas en una misma producción; voluntades diversas para la interpretación de una obra que siempre se agradece (si es que se da el caso) por sus vivas emociones.

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