Tony Allen: «Aprendí de Art Blakey, Elvin Jones y Max Roach, pero ahora ellos aprenderían de mí»

ABC entrevistó al artista nigeriano, fallecido hoy, hace sólo unas semanas por la publicación del álbum «Rejoice»

El baterista Tony Allen ABC

Nacho Serrano

Tony Allen , el maestro baterista nigeriano mundialmente aclamado como fundador del afrobeat, y Hugh Masekela, el legendario trompetista sudafricano , hablaron durante décadas de hacer un disco juntos; hasta que finalmente en 2010 sus giras coincidieron en Inglaterra, se dio la ocasión y el productor Nick Gold aprovechó la oportunidad para grabar su encuentro. Las sesiones, compuestas todas por composiciones originales del dúo, quedaron incompletas en un archivo hasta que Hugh falleció en 2018. Con la ilusión renovada, Tony Allen y Nick Gold, con la bendición y colaboración del entorno de Hugh, desenterraron las cintas originales y terminaron la grabación del álbum en el verano 2019 en el mismo estudio de Londres donde se habían grabado las sesiones originales. El resultado es «Rejoice» , «una especie de guiso de swing-jazz sudafricano-nigeriano y afrobeat», dice al teléfono Allen, que ha terminado el disco con la ayuda de una nueva generación de músicos de jazz muy respetados, incluyendo a Tom Herbert (Acoustic Ladyland / The Invisible), Joe Armon-Jones (Ezra Collective), Mutale Chashi (Kokoroko) y Steve Williamson.

Hugh Masekela y Tony Allen ABC

Creo que conoció a Hugh en 1977 en Lagos, en el FESTAC 77, el Festival Mundial de las Artes y la Cultura Negra y Africana, que dura un mes. ¿Hablaron ya entonces sobre trabajar juntos?

En realidad lo conocí un poco antes. Vino a Lagos a tocar con Hedzoleh Soundz, un grupo ghanés que le había descubierto Fela. Eran muy amigos, así que un día estuvimos tocando juntos. Después nos reencontramos en el FESTAC; y más tarde en Londres, en 1984. Ahí fue cuando empezamos a hablar de hacer un disco juntos.

Antes de continuar, ¿podría describirme la atmósfera de aquel FESTAC 77?

Era un festival promovido por el gobierno nigeriano, que reunió a músicos negros de todos los rincones del mundo. Fue bastante increíble, ver junta a aquella comunidad musical que estaba desperdigada por el planeta. Muy estimulante.

¿Cómo fue la grabación del álbum?

Llegamos al estudio sin tener nada preparado, nada escrito. Cada uno se metió en una sala diferente del estudio, yo fui tocando patrones de batería y Hugh fue improvisando con la trompeta, todo en directo y sin cortar, escuchándonos mutuamente a través de los cascos. Estuvimos dos días grabando, y se suponía que volveríamos al estudio para continuar… pero nunca lo hicimos porque Hugh falleció.

¿Ni siquiera tuvieron una charla previa sobre la dirección musical?

No. Lo dos teníamos muy claro que nuestra colaboración sólo tenía un objetivo: dar rienda suelta a nuestras creatividades, y a lo que la unión de éstas provocaba. La improvisación fue la dirección musical.

¿Tenían planes de tocar juntos en directo?

Sí, pero ahora tendré que hacerlo yo solo, con otros músicos. Espero poder ir a España en verano.

¿Cómo fue terminar la grabación sin Hugh?

Tenía claro que no podía terminar el disco sin él. Es imposible sustituir a un trompetista así. Afortunadamente, teníamos muchas pistas suyas grabadas, y yo sólo tuve que añadir algunos patrones más. El resto fueron grabaciones de bajos y saxofones adicionales, que ayudaron a hacer que el resultado fuese más melodioso.

Creo que Hugh fue quien puso los títulos a las canciones, y que se empeñó en que una tenía que estar dedicada a Obama.

(Risas) Así es. Cuando hicimos esa canción, Obama estaba todavía muy de moda, y al parecer él lo apoyaba mucho. La verdad es que me quedé con ganas de conocer más sobre sus razones para incluir a un presidente de Estados Unidos en nuestro disco. Como sólo estuvimos juntos dos días… si hubiéramos podido seguir grabando seguro que me lo habría explicado mejor.

«En África siempre se le entrega el poder a las personas incorrectas»

¿Qué dice la letra de «Jabulani»?

Yo no hablo swahili, ni zulú… la verdad es que no sé en cuál de los dos idiomas está escrito esa canción (risas). Quizá sea sudafricano, ¡no lo sé!

En la canción «Never», alguien canta: «Lagos nunca volverá a ser lo mismo sin Fela.

Ese es Hugh. Fueron las primeras voces que grabó, el primer día. Es una canción sobre lo que es Nigeria hoy en día.

Leí en un libro sobre el afro-beat que a usted no le gustaba del todo tocar las canciones más políticas de Fela, las más militantes.

¿Quién ha dicho eso? Toqué todas las canciones militantes con Fela, incluso cuando eso nos causó problemas con las discográficas, y seguí haciéndolo tras su muerte. Pero no quiero tener siempre el mismo mensaje, me gusta tener muchas cosas sobre las que hablar.

¿Qué pensaría Fela de la Nigeria de hoy? ¿Usted cómo ve su futuro?

No tengo ni idea de qué pensaría Fela sobre eso. No he estado dentro de su mente, ni me gustaría estarlo. Personalmente, no tengo ni idea de cuándo vamos a ver un poco de justicia e igualdad en Nigeria. Los gobernantes africanos no se enteran de nada, y siempre va a haber problemas derivados de esa realidad. Siempre se le entrega el poder a las personas incorrectas. No saben cómo gobernar, cómo solucionar los problemas de la gente. Nigeria ahora es de los países que peor están en el continente. Hay algunos que hacen las cosas un poco mejor, que van en una buena dirección, pero son una minoría en África.

«Los bateristas modernos no saben tocar suave»

Su estilo a la batería es único, puede ir de una fuerza devastadora a una ligereza muy sutil. ¿Cree que los bateristas modernos tienen esta virtud?

No. No saben tocar suave, sólo saben tocar fuerte, fuerte, fuerte. Eso no es tocar la batería. Sólo les enseñan a hacer ruido. Algunas veces les digo: «Vale, veo que puedes tocar este ritmo. ¿Sabes tocarlo más bajito, sin perder ni un ápice el compás?» Y muchos no saben. En el pasado había buenos bateristas, con dinámicas espectaculares. Ahora no se ven tanto, y lo que sí se ve mucho en los discos de éxito son las baterías digitales. Que evidentemente, no son baterías. Son otra cosa.

Conoció muy bien a Ginger Baker, recientemente fallecido. ¿Cómo era este artista, que tanto hizo por dar a conocer los polirritmos africanos en la escena musical occidental?

Sí. Aprendió mucho en sus viajes a África. Tocamos juntos en directo y en el estudio muchas veces. Construyó un estudio en Lagos, antes de volver a Europa, e irse después a Estados Unidos y Sudáfrica. Recuerdo que cuando le dieron un premio de la marca de baterías Zildjian en Londres, me invitó a la ceremonia para tocar con él. Creo que fue en 2012, y también volví a verle en Londres el año pasado, un mes antes de morirse. Tenía una personalidad increíble.

Art Blakey, Elvin Jones, Max Roach… fueron los primeros bateristas que señalaron claramente sus influencias africanas, y usted aprendió mucho de ese feedback.

Sí, eso es. Pero ahora creo que ellos aprenderían de mí (risas). Toda mi vida me he esforzado al máximo por ser como ellos, por superarlos, y bueno, creo que hoy puedo decir que lo conseguí.

Uno de los elementos clave de la revolución que usted trajo a la batería es su forma de usar el hi-hat. ¿Cómo desarrolló esa técnica?

Cuando empecé a aprender a tocar la batería, y veía cómo tocaban mis colegas en la escena musical de mi país, me sentía siempre decepcionado porque sentía que faltaba algo. No sabía qué, pero había algo que se podía mejorar claramente. Cuatro extremidades daban para hacer más cosas con el instrumento, y yo veía que la mayoría usaban sólo tres, además siempre concentrados en los tambores. Cuando empecé a desarrollar mi estilo con el hi-hat, en el que el tacón es muy importante, no me pareció ninguna revolución, simplemente era la forma correcta de tocarlo. Y nadie lo estaba haciendo bien. Todo el mundo se sorprendió al principio, me decían: «¿qué demonios haces?», y yo solo contestaba que tocar correctamente. El hit-hat estaba complementa infrautilizado, y yo hice que empezara a tomar relevancia en el sonido completo de la batería. Fue otra manera de fusionar el sonido del jazz y de la música africana. A partir de ahí muchos lo criaron, igual que tantos intentaron copiar a Fela.

Con Fela dio conciertos legendarios, de cuatro, cinco o seis horas de duración, en los que había temas de treinta minutos o incluso más. ¿Qué le parecen los conciertos de ahora?

Odio tener que viajar cuatro, o cinco horas en avión hasta un país a extranjero para dar un concierto, y que a los cuarenta y cinco minutos pretendan que haya acabado. Es una locura, no tiene sentido, ni es divertido. No lo digo por el dinero, sino por el arte. En África sí que me dejan seguir tocando seis horas.

Creo que cuando viaja, nunca le faltan sus provisiones de marihuana. ¿Nunca ha tenido problemas con eso?

Si no puedo llevármela, la consigo en el país al que voy. Eso no lo dudo un instante. En California y en muchos estados americanos ya la han legalizado, y espero que más países lo hagan.

¿Cuáles son sus próximos planes?

Terminar mi gira de este año, y después terminaré un disco que estoy haciendo en solitario, en el que voy a hacer un interesante cambio de dirección. Va a ser música minimalista, lo contrario a lo que sería una Big-Band. Antes de despedirme, quiero recordar a los jóvenes interesados en el afrobeat que escuchen el mío, mi afrobeat, y lo que voy a hacer en mi próximo disco.

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