El director de orquesta Pedro Halffter
El director de orquesta Pedro Halffter - JUAN FLORES

Pedro Halffter: «Creo en la capacidad de la música para transmitir valores en los momentos más difíciles»

El director de orquesta español estrena en Jerusalén una obra de Ben-Shabetai dedicada a Isaac Rabin

Corresponsal en Berlín Actualizado: Guardar
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Pedro Halffter dirige hoy, 18 de noviembre, en la sala Henry Crown del Teatro Jerusalén el estreno mundial de la obra «Golden Hour», del compositor israelita Ben-Shabetai y dedicada a la memoria de Isaac Rabin. Los atentados de París ejercen un efecto multiplicador sobre el simbolismo de este concierto, en el que también dirigirá la cuarta sinfonía de Mahler. «Llegué a Jerusalén el sábado a última hora -explica el director de orquesta- y lo primero que vi fue la bandera francesa reflejada sobre la muralla, una visión impactante. Comencé a sentir de inmediato que este concierto iba a ser muy especial. Naturalmente, aquí se está viviendo lo ocurrido con enorme preocupación. He hablado con los músicos y coinciden en que estar aquí, en el epicentro de Jerusalén y en este momento, nos confiere una gran responsabilidad.

Siempre he creído que la música es un camino hacia la paz y poder estrenar una obra dedicada a Rabin aquí, y además con la Sinfonía nº 4 de Mahler, con su profundo sentimiento pacífico… todo ello redunda en responsabilidad».

Isaac Rabin consiguió firmar el mayor acuerdo de paz jamás conseguido entre palestinos e israelíes a base de pragmatismo, de entender que, si de lo que se trata es de estabilizar, es necesario hacer de tripas corazón y tender la mano al enemigo. ¿Sigue siendo válido este planteamiento tras los atentados de París?

«Én Jerusalén, la energía surge de cada piedra. Paseo por la ciudad y percibo una intensa historia sangrienta y eso confiere una posición muy especial en el mundo

Cuanta más distancia se toma en el tiempo con una figura como la suya más grande se hace. Ha sido casualidad que el estreno tenga lugar después de los atentados, pero la música dimensiona todavía más su figura y sus logros. En todo caso, Tel aviv es otro mundo. Aquí, en Jerusalén, hay una sensación muy fuerte, la energía surge de cada piedra. Paseo por la ciudad y percibo una intensa historia sangrienta y eso confiere una posición muy especial en el mundo.

¿Cómo describiría la obra «Golden Hour» y cuáles son las claves de su interpretación?

Habla del último momento de la vida de una persona que de repente es consciente de que va a morir. Sus dolores cesan y hay un instante de lucidez. Al final aparece un texto de Rilke, de la primera elegía, donde una mezzosoprano entona la poesía, un momento mágico. En la primera parte, la orquesta representa los tres disparos sobre Rabin y en la segunda hay una llamada de los ángeles en la que va recordando toda su vida y rememora a sus seres queridos. Es una obra programática de gran fuerza y muy bien conseguida por parte del compositor.

¿Se ha sentido cómodo?

Es una orquesta fantástica. Me han acogido con cariño, respeto y gran hospitalidad. Creo que valoran que en este momento tan peligroso y complicado se venga a dirigir aquí. Compartir todo esto une mucho y está siendo una experiencia llena de momentos emocionantes y de mucha reflexión. Desde mi terraza se ve a ciudad vieja y en el horizonte se atisba Gaza. Es increíble que en un espacio tan pequeño quepa tanto conflicto y que nosotros estemos aquí, en medio, haciendo música. Siempre he creído que la música nos une. Es más importante para mí un minuto de música que miles de discursos.

Hollande ha declarado que Francia está en guerra y la primera reacción de los parlamentarios franceses ha sido entonar la Marsellesa, como si la música fuera la primera de las armas que tomasen los franceses en esta guerra…

La música no es un arma, es algo mucho más importante. Un arma causa dolor, la música nunca debe causarlo, sino reflexión. Las armas dividen y la música une, eso es lo que vemos cuando cantan la Marsellesa

La música no es un arma, es algo mucho más importante. Un arma causa dolor, la música nunca debe causarlo, sino reflexión. Las armas dividen y la música une, eso es lo que vemos cuando cantan la Marsellesa. No están agrediendo, se están uniendo. Por lo demás, la Marsellesa tiene un carácter simbólico muy concreto. Mahler es mucho más complejo que un himno, no representa a una nación sino algo mucho más elevado como la paz en sí misma. Es difícil de conseguir y muy y abstracto, pero perfectamente tangible, porque cada vez que lo tocamos o lo escuchamos, nos conmovemos al mismo tiempo.

Usted se encuentra además inmerso en la obra «Der Kaiser von Atlantis», cuyo compositor y libretista se conocieron en el campo de concentración nazi de Theresienstadt y murieron en Auschwitz. Es una pieza que nace de los efectos de la barbarie y el terror.

La he terminado de componer estos días, en Jerusalén. He visitado el Centro de Documentación Musical y he encontrado vestigios de la música en los campos de concentración nazis. Inspirado por toda esta situación, he profundizado más en su carácter simbólico. Hay un personaje, la Muerte, que se niega a hacer su trabajo. El mensaje más profundo de Ullmann es de una vigencia absoluta: la muerte debe ser algo natural, no fruto de la violencia.

Cuando se ponga usted al frente de la Sinfónica de Jerusalén, ¿llevará puesto un chaleco antibalas?

No, pero creo en lo que estoy haciendo, en la capacidad de la música para transmitir valores en los momentos más difíciles, y me siento protegido por esa especial responsabilidad.

¿Habrá un minuto de silencio?

Las dos obras terminan en un silencio muy largo y ese gran silencio es más importante que todos los gritos que oímos alrededor.

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