Nick Cave, entre el cielo y el infierno en el Primavera Sound

Las dudas sobre cómo sería el regreso a los escenarios tras cuatro años se despejaron pronto: apareció con su porte de sepulturero chic, pateó el aire con rabia y se abalanzó sobre las primeras filas

Nick Cave durante su actuación en el Primavera Sound en Barcelona Sergio Albert

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Si Beck, con su inmaculado traje blanco y su verbena de funk galáctico, fue el yin, a Nick Cave, negro riguroso y melena recién embetunada, le tocó ayer ser el yang. El bien y el mal. La luz y la oscuridad. Un equilibrio de fuerzas que saltó por los aires en cuanto el bufido góspel de 'Get Ready For Love' anticipó otra velada memorable. Akelarre eléctrico, confesiones al piano y fin de fiesta de impacto con 'Into My Arms' y 'Ghosteen Speaks' para despedir el primer fin de semana de Primavera Sound de arranque accidentado y desenlace estelar en el Forum de Barcelona.

Azotado por la tragedia, Cave viene de enterrar a dos hijos en los últimos años ( Jethro, de 31 años, falleció el 9 de mayo; Arthur, de 15, en 2015) y de purgar penas en discos cada vez más introspectivos, por lo que era una incógnita saber qué saldría de su reencuentro con los Bad Seeds tras cuatro años alejados de los escenarios. Una duda que se despejó pronto: apareció con su porte de sepulturero chic, pateó el aire con rabia y se abalanzó sobre las primeras filas. Como en 2018. Como siempre. El viento amortiguaba el sonido, pero hace falta mucho más que eso para restarle pegada al australiano. Sobre todo cuando sale desbocado del toril cabalgando sobre 'There She Goes, My Beautiful World' y 'From Her To Eternity'. El señor oscuro, el príncipe de las tinieblas, en plena forma y exprimiéndose como si en vez de 64 tuviese acabase de cumplir 36. ¡Qué cosa más bárbara verle sacudiéndose mientras Warren Ellis maltrataba con saña ese violín que suena como una guitarra eléctrica!

Entre el cielo y el infierno

'O Children' y 'Jubilee Street' trajeron un poco de calma física (que no emocional) y acabaron de dibujar el guion de una noche marcada por el diálogo entre la tensión eléctrica y las baladas con el alma hecha pedazos. El arrebato y la genuflexión. Las preciosas letanías de 'Bright Horses', 'I Need You' y 'Waiting For You', canciones a ratos desubicadas entre tanto público parloteando, y los violentos latigazos de 'Tupelo' y 'Red Right Hand'. El cielo y el infierno, al alcance de la mano. De lo primero se encargaba ese coro de góspel con línea directa con el cielo. De lo segundo, Cave y sus secuaces, tipos bregados en las oscuras artes del rock y más que dispuestos a ensuciarse las manos con 'The Mercy Seat' y, acto seguido, acunar la tierna 'The Ship Song'.

Era el segundo concierto de la gira y el propio Cave dijo que no lo olvidaría; que algún día se lo contaría a sus nietos, aseguró. Una mentirijilla piadosa que debe repetir en cada ciudad pero tras la que se alzó, imponente, una velada majestuosa y mágica. Magia negra que, a cubierto y con varios miles de personas, hubiese sido aún más memorable.

Nick Cave, en el Forum Sergio Albert

De la exuberancia física de Cave y sus directos atléticos parece haber tomado buena nota Idles, fieras de Bristol que pasaron por el Forum como un bulldozer desbocado. De 'Colossus' a 'Rotweiller', lo de los ingleses fue un portento de entrega, energía arrolladora y rock con mensaje. Emocionados por consagrarse en un festival al que empezaron acudiendo como público, firmaron una sensacional salvajada con hitos como Mother', 'Danny Nedelko' y, ejem, pedazos triturados de 'Wonderwall', 'Nothing Compares 2 You' y 'All I Want For Christmas Is You'. Arrollador.

Del soul añejo al k-pop

En este Primavera de distancias kilométricas y extensión cada vez más faraónica, también los extremos musicales están cada vez más alejadas: en una esquina, el soul con pedigrí de Mavis Staples, leyenda del soul que enamoró en el Auditori y arrancó ovaciones mientras se deslizaba a través de 'Friendship', 'I'll Take You There' y el For What is Worth de Bufalo Springfield. En la otra, el pachinko humano de Dreamcatcher, primer grupo de pop coreano que pisó el festival y centrifugadora de pop chipiriflautico, voces apitufadas y coreografías tiktokeables. Existen otros mundos, sí, y están todos en el Primavera Sound.

Tyler, The Creator, al comienzo de su actuación Primavera Sound

Una galaxia entera es lo que concentra sobre el escenario Tyler, The Creator, uno de los pocos artistas actuales que se puede permitir salir a escena más solo que la una y meterse a varios miles de personas en en el bolsillo de sus minúsculas bermudas en un santiamén. El californiano apareció escalando una montaña (literalmente) en 'Lemonhead', vistosa metáfora de su fulgurante ascenso a la cima del hip hop, y pasó como un ciclón disparando bases y proyecciones y manejando al público a su antojo con 'Earthquake', 'Who Dat Boy' o 'I Think'. Cada vez más grande, sí. Como el propio festival, gigantesco crucero musical que volverá a atracar en el Forum a partir del jueves con nuevos reclamos como Lorde, Dua Lipa, The Strokes y Antònia Font.

En este primer fin de semana, y según datos de la organización, han pasado por el festival más de 220.000 asistentes: 66.000 el jueves, 74.000 el viernes y 80.500 el sábado. Un crecimiento más que considerable -en 2019, el récord de público en una jornada fue de 63.000 asistentes- que, sumado a la nueva disposición de los escenarios principales y las zonas VIP, los problemas de las barras del primer día y los cuellos de botella que se generan en la plataforma marítima (notable fue, por ejemplo, el atasco de anoche al terminar Gorillaz), ha incrementado también la sensación de incomodidad entre los asistentes.

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