El autor y su personaje

Juan Bautista de Anza, el líder de los dragones españoles que acabó con el sanguinario comanche «Cuerno Verde»

Gobernador de Nuevo México en tiempos de Carlos III, formó una eficaz fuerza militar que mantuvo incólumes las conquistas y el honor de España en aquella parte del Nuevo Mundo

Juan Bautista de Anza ABC

Jesús Maeso de la Torre

El primer domingo del ferragosto romano de 1780, mientras las campanas de San Pedro anunciaban el Ángelus , una escolta de guardias suizos acompañó al secretario de la embajada española cerca del Vaticano , don José Nicolás de Azara , marqués de Nibbiano, y a un capitán de dragones de su Majestad, quien, comisionado por el gobernador de Nuevo México , don Juan Bautista de Anza , transportaba desde el Nuevo Mundo un singular regalo para Pío VI .

Se trataba de los atributos de guerra del temido gran jefe comanche , el feroz «Cuerno Verde», quien después de sembrar el terror en la frontera de Nueva España había sido vencido y muerto por el gobernador y sus afamados dragones de cuera, o del rey, en las llanuras de Pueblo, tras lo cual se había formalizado una paz duradera en la frontera, muy alabada en las cancillerías de España y de Roma.

El dignatario español entregó en manos del cardenal Bartolomeo Pacca , recién nombrado conservador de los Museos Vaticanos , el tocado de búfalo con los cuernos tintados de jade, la adarga y el carcaj de flechas del indómito jefe comanche. El purpurado, amigo personal del rey de las Españas, don Carlos III , recibió el insólito regalo con admiración y asombro, y desde aquel día puede contemplarse en una de las abastecidas salas del citado museo vaticano.

No hace falta acudir a las películas de John Ford para conocer lo que ocurrió en los siglos XVIII y XIX en el sur, centro y oeste de los EE.UU., donde nuestro personaje fue uno de los actores principales, una estrella indiscutible de aquel Hollywood de antaño, hoy sobradamente reconocido por la historiografía norteamericana.

Dragón de cuera, una obra de Augusto Ferrer-Dalmau

Durante el último tercio del siglo XVIII, gran parte del territorio norte de Nueva España , por debajo del río Grande , se había convertido en un campo de batalla en el que valerosos soldados españoles, en especial los dragones de cuera, libraron una guerra intensa con las tribus salvajes de la frontera, que asolaban ranchos, aldeas, misiones y presidios, en especial los comanches o «desnudos», que habían aparecido de forma espectacular y violenta en Nuevo Méjico, tras abandonar sus reductos primitivos de las Rocosas.

Hombres de frontera

Y en este escenario de saqueos, sangre y devastación aparecieron audaces adalides en el ejército de su Majestad, verdaderos hombres de frontera, como los que vemos en las películas del oeste , rudos, broncos, incansables y tenaces, pero esta vez un siglo antes y además indómitos españoles, entre ellos el personaje que nos ocupa. Don Carlos III creó la entidad administrativa de las Provincias Internas , una prodigiosa instauración de gobierno que abarcó desde la costa del Pacífico hasta el valle del Misisipi, pasando por Texas y Nuevo México, donde se desarrolló la vida militar, gobernadora y diplomática de Juan Bautista de Anza .

Aliados con la intrepidez y el compromiso, y sobre todo por su probada eficacia y valentía, los valerosos dragones españoles comandados por Anza, se convirtieron en una formidable potencia ecuestre en aquel vasto territorio. Cabalgaron por una región despoblada y peligrosa, solo recorrida por los indios salvajes y los búfalos, y donde el fortín de ayuda más próximo estaba a más de cuarenta millas.

Anza formó una eficaz fuerza militar , que, desde los presidios que se extendían desde Texas y la Comanchería a California, como San Antonio, El Álamo, Socorro, Albuquerque, Taos, Santa Fe, Tucson o Monterrey, protegía los poblados y ranchos y los hallazgos argentíferos de las fronteras de Nuevo México, en un espacio geopolítico crucial para España , donde contuvieron a las hordas errantes de comanches y mantuvieron incólumes las conquistas y el honor de España en aquella parte del Nuevo Mundo.

Dragones de cuera

Los dragones de cuera, o del rey, formados por Anza y otros oficiales en la Academia de San Ignacio en Sonora (México), fueron instituidos para proteger a la ciudadanía, tanto española, como criolla, mexicana o india, así como los presidios, aldeas y misiones. Eran reconocidos en toda la frontera por su uniforme azul con ribetes rojos, corbatín y pañuelo, capa azul y botas de montar. Portaban una rodela con el escudo de España, se tocaban con un sombrero cordobés de ala ancha y un chaleco de piel sin mangas para repeler las flechas indias.

Su sola presencia en las praderas, valles, desiertos y cañones llenaba de terror a los indios por su disciplina, indomable fuerza y constancia en la persecución, siendo los primeros que cortaron cabelleras de indios . A cada dragón se le entregaban seis caballos de raza, que ellos mismos cuidaban con sus dos criados indios o exploradores. Se defendían con el sable reglamentario del ejército español, a veces una pica, dos pistolas de chispa y sus famosos rifles Brow Bess, que los convertían en temibles centauros de la frontera .

Un jefe comanche de nombre «Cuerno Verde» , que lideraba los tres grandes pueblos, los yamparika, los yupe y los kotsoteka, un bárbaro sin escrúpulos convertido en azote de la frontera y que había exterminado a muchos rancheros, frailes y colonos y asolado mercados, poblados y haciendas, había determinado evitar el último intento expansionista de la Corona española y decidió sembrar el terror en la frontera.

En 1779, Anza, auxiliado con armas y efectivos por el virrey Bucarelli, determinó acabar con el problema y con el belicoso comanche. Cruzando una senda diferente, se dirigió a Arkansas, y en una estratagema envolvente, astuta y audaz, atacó por la espalda a «Cuerno Verde» ese mismo verano, derrotando al sanguinario ejército comanche y abatiendo a su jefe, cuyos distintivos guerreros regaló al rey don Carlos III, y este a su vez al Papa, pues tal hazaña había saltado a las cancillerías europeas.

La fama que alcanzó don Juan Bautista y sus dragones traspasó el océano, y después de la excepcional hazaña de acabar con el sádico comanche , surgió la personalidad pacificadora y colonizadora del coronel de Anza.

Siendo gobernador de Nuevo México, organizó dos expediciones a California y en la segunda fundó en la bahía de la Yerbabuena la ciudad de San Francisco , para luego firmar con los indios de la frontera, comandados por el prestigioso gran jefe comanche Ecueracapa , la única concordia que los hombres blancos mantuvieron con los pieles rojas en toda la historia: «La Paz de Anza», que perduró más de un siglo.

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