El feminismo victoriano de Elizabeth Barrett Browning

Alba Editorial publica, por primera vez en castellano, «Aurora Leigh» (1847), una novela-poema en la que la escritora, elogiada en su día por Virginia Woolf y comparada con Milton, puso a la sociedad de su tiempo frente a un espejo

Retrato de Elizabeth Barrett Browning ABC

José C. Vales

La creación literaria es una extravagancia tan sorprendente que, con frecuencia, preferimos explicarla como fruto de la locura, de las drogas, del alcohol, de la inspiración divina o de los improbables susurros de las musas. Por eso no resulta especialmente extraño que, a la hora de examinar la obra de Elizabeth Barrett Browning (1806-1861), algunos críticos estupefactos ante los versos de la poeta hayan decidido atribuir su feroz franqueza y su indudable genio al consumo de láudano o morfina ; al parecer, un accidente hípico en la adolescencia le dañó la columna y, después, una lesión pulmonar fue la causa de una debilidad invalidante y una tos crónica. El láudano y otras sustancias, a las que acabaría siendo adicta, se le prescribieron para hacer soportables sus dolencias.

También se asegura -otro tópico ineludible, por lo visto- que el láudano fue recomendación de un tal doctor Coker para curar el tradicional «desarreglo nervioso» decimonónico. (En fin, como decía la propia Elizabeth, «no quiero hablar de mis enfermedades: son un asunto interminable»). Este interés por las sustancias que consumía la poeta parece casi vicioso (y desde luego perezoso), porque resulta mucho más fácil explicar la obra de Barrett Browning atendiendo a su inteligencia , a su talento y, sobre todo, a sus conocimientos y erudición . Para lo que interesa a la literatura, su reclusión obligada -tres años en Torquay, inválida, enferma y enclaustrada, y otros cinco en Wimpole St., a solas con los libros y con escasas visitas- guarda más relación con su entusiasmo por la antigüedad y las lenguas clásicas que con las medicinas; y, desde luego, cualquiera que se acerque a la obra de Barrett Browning será capaz de distinguir que fue su formación (Homero, Shakespeare, Pope, Milton, Wollstonecraft o C. Brontë, además de los textos bíblicos) lo que acabó dando fruto en su obra, y no las sustancias analgésicas o estupefacientes .

A mediados de siglo, «Los sonetos del portugués», «The Cry of the Children» o «The Seraphin», además de sus traducciones eruditas, ya le habían granjeado elogios y asombros, e incluso alguna petición para que fuera coronada como poeta laureada tras Wordsworth (el honor fue finalmente para Tennyson). Pero desde 1845, la poeta estaba pensando en una obra singular: quería escribir una gran novela-poema en verso blanco (el pentámetro yámbico de la mejor tradición de Shakespeare y Milton ) que abordara «nuestras convenciones» y se precipitara en los «saloncitos burgueses» y allí «donde los ángeles no se aventuran» (Pope). Tenía la intención de poner a la sociedad de su tiempo frente a un espejo, «tal y como yo la veo».

Con esa vocación crítica nace «Aurora Leigh» (1857), publicada ahora por Alba Editorial por primera vez en castellanol. En ella, una trama dickensiana sirve para presentar las injustas restricciones educativas y sociales que sufrían las mujeres , para definir una teoría literaria radical («no vamos a cambiar belleza por cebada»), para enfrentarse a las desigualdades sociales , para desconfiar del socialismo de Owen, Fourier o Saint-Simon o para burlarse de la buena (y chismosa) sociedad londinense. Su religiosidad de raigambre metodista no siempre frena la energía de una pensadora dispuesta a dejar bien claro su deseo de independencia y libertad .

El hecho de que la crítica feminista haya recuperado con entusiasmo las aventuras de «Aurora Leigh» tiene que ver con lo que Virginia Woolf definió como la «franqueza y honestidad intelectual, y la absoluta firmeza y seguridad» de la escritora. La novela-poema fue importante para el protofeminismo del siglo XIX y para el feminismo del XX y del XXI porque trata —entre otros asuntos no menos importantes— de las dificultades que debe superar una mujer si quiere ser independiente y dedicarse a las artes en un mundo principalmente controlado por hombres .

Clasicismo

Puede que Elizabeth Barrett Brownign no fuera una libertina (no lo era: ni siquiera pensó acercarse a los atrevimientos románticos de Mary Shelley y sus incestuosos amigos) y puede que en algún caso se sometiera a los convencionalismos de su tiempo, pero eso no impide que «Aurora Leigh» sea un verdadero compendio de reivindicaciones sociales y de reprobación política y moral de un mundo victoriano que se guiaba, sobre todo, por la apariencia y por la hipócrita caridad.

En nuestro tiempo, y para quienes prefieren no tener en cuenta la tradición del relato poético miltoniano, «Aurora Leigh» será una rareza o una extravagancia, cuando en realidad es de un clasicismo indudable. En el siglo XIX, aunque recibió elogios y alabanzas por parte de otros autores, la crítica no fue especialmente halagüeña y, con su perspicacia habitual, pronosticó que la novela no iría muy lejos. Veinticinco años después, «Aurora Leigh» contaba una veintena de ediciones y disfrutaba del aprecio general. La novela no cayó en el olvido cuando lo auguraron los críticos, sino cuando el «saloncito victoriano» empezó a llenarse de telarañas y apenas quedaba nada de aquel mundo pintoresco y dickensiano, cruel, fabril, campestre, urbanita, noble, mísero, educado, violento e hipócrita que pintó Barrett Browning en su obra.

Virginia Woolf lamentó en su momento que ya nadie leyera «Aurora Leigh», «el destello de verdadero genio» de su autora, y donde ella advertía tanta energía y compromiso como «ansia de conocimientos y de libertad». Desde luego, es necesario algo más que láudano y morfina para escribir una novela victoriana sentimental de casi once mil pentámetros yámbicos, formular una teoría del arte radical y exponer reivindicaciones sociopolíticas y feministas con la erudición, el talento y el ingenio de Elizabeth Barrett Browning .

[José C. Vales es escritor y traductor de la edición de «Aurora Leigh» que acaba de publicar Alba Editorial]

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