Ecos de Mary Shelley entre viñedos riojanos

En su segunda novela, «Las hijas de la tierra», Alaitz Leceaga reivindica a las mujeres que pusieron en marcha la industria del vino en España

La escritora Alaitz Leceaga, fotografiada en Rioja Alavesa, donde transcurre su novela «Las hijas de la tierra» ASÍS G. AYERBE

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En un paisaje como el que nos rodea, difícil es no inspirarse, aunque siempre sea mejor que las musas te pillen trabajando. Estamos en una de las muchas bodegas, rodeada de frondosos viñedos, que conforman la Rioja Alavesa . Allí cayó Alaitz Leceaga (Bilbao, 1982), hace poco más de un año, por esa casualidad que siempre es causalidad, y supo que «era el lugar en el que tenía que ubicar» su nueva novela. El título, «Las hijas de la tierra» (Ediciones B), llegó un poco después, cuando la escritora vasca empezó a tirar del hilo genealógico de las muchas mujeres, hoy olvidadas, que pusieron en marcha la industria del vino en España a finales del siglo XIX.

Inspirándose en ellas, en sus historias, Leceaga creó a Gloria, un personaje heroico y con el alma llena de recovecos que en La Rioja de 1889 se hace cargo del negocio familiar , unos viñedos que languidecen en la finca «Las Urracas», ante la opisición caciquil y machista de los bodegueros de la zona.

«Ahora lo tenemos claro, pero en aquel momento La Rioja empezaba a despegar, porque la plaga de la filoxera había arrasado los campos de Francia, de Italia, y pusieron sus ojos aquí, en este sitio, con este clima único, tan especial», explica la escritora vasca. En aquel contexto histórico, que supuso una pequeña revolución con cambio de paisaje incluido (llegó el ferrocarril , se construyeron carreteras ), fue fundamental el «papel de aquellas mujeres anónimas, que fueron abriendo camino en todos los campos que abarcaba esa nueva industria».

Cuando Leceaga empezó a investigar, se dio de bruces contra una triste realidad, tan común en todos los campos: aquellas mujeres, heroínas en muchos casos, fueron «dejadas atrás, olvidadas» por la Historia , siempre narrada por los mismos. «Me pareció que era algo que merecía ser contado, tuve claro que tenía que ser un pequeño homenaje a todas aquellas mujeres que habían sido borradas » de nuestro relato común.

La desaparición de todas ellas no fue casual. «Siempre que empieza una nueva industria, cuando todavía no es muy evidente que va a suponer un negocio que va a convertirse en capital económico, esos primeros empleos, más precarios y de menor salario, suelen ser ocupados por mujeres». Pero, cuando la industria comienza a florecer, ellas son apartadas. Por fortuna, y como pudimos comprobar en nuestra visita a una bodega ya histórica como Contino , «a día de hoy, las mujeres están establecidas y se reconoce su valor».

Referentes

En las páginas de «Las hijas de la tierra» , el lector reconocerá, para regocijo de su autora, ecos de Charlotte y Emily Brontë («Siempre van a ser un referente en todos mis libros, recuerdo haberlas leído una y otra vez siendo adolescente), Daphne du Maurier («Me cautivan sus historias y la sombra de “Rebeca” es alargada), Isabel Allende («Recuerdo el impacto que sentí la noche que leí “La casa de los espíritus”») y, por supuesto, Mary Shelley («Me da vergüenza decirlo, pero tengo todas las ediciones posibles de “Frankenstein”»).

A Leceaga le gusta «que en la novela esté presente todo el tiempo esa sensación de que algo mágico puede suceder». Al cabo, magia fue lo que ella hizo con su debut, «El bosque sabe tu nombre» (2018), convertido en un best seller que lleva vendidos 100.000 ejemplares

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