«Parque de Saint-Cloud. claro», óleo pintado por Kandinsky entre 1906 y 1907
«Parque de Saint-Cloud. claro», óleo pintado por Kandinsky entre 1906 y 1907
ARTE

El viaje vital de Kandinsky, en CentroCentro Cibeles

Madrid se adelanta a los actos que conmemorarán el 150 aniversario del nacimiento de Wassily Kandinsky con una exposición antológica que se nutre de la colección del Centro Pompidou

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Aunque cualquier oportunidad resulta válida para volver a mostrar la obra de uno de los artistas más seminales del siglo XX como es Wassily Kandinsky (1866-1944), la cercana conmemoración del ciento cincuenta aniversario del nacimiento del pintor bien merece la posibilidad de una nueva ocasión de contemplar su trabajo.

CentroCentro Cibeles, en colaboración con el Centro Pompidou de París y Arthemisia Group, presenta ahora esa posibilidad en la forma de « Kandinsky. Una retrospectiva», una exposición antológica que recoge cerca de 100 pinturas, dibujos y obra gráfica de este artista. Comisariada por Angela Lampe, la muestra se estructura en cuatro secciones que siguen un orden cronológico: «Múnich (1896-1914)», «Regreso a Rusia (1914-1921)», «Los años de la Bauhaus (1921-1933)» y finalmente, «París (1933-44)», trazando un completo y articulado mapa de su trayectoria, que abarca desde las primeras obras figurativas, pasando por la paulatina inmersión en un estilo cada vez menos referencial, hasta llegar a la total asunción de una pintura plenamente abstracta en la que forma y color constituirán las claves de su personal sintaxis pictórica.

Gracias a su sinestesia, Kandisnky llegó a afirmar que podía «oír colores»

El itinerario artístico de Kandinsky constituye en sí mismo una auténtica aventura personal y creativa que, entre otras cosas, le impulsará a abandonar una prometedora carrera académica como profesor universitario en derecho y economía en su Moscú natal para dedicarse plenamente a la pintura cuando ya había cumplido los treinta años.

Al parecer, la visita a una exposición de los impresionistas en esa ciudad en 1895, unido a la representación del «Lohengrin» wagneriano en el Bolshói, supusieron una verdadera epifanía que despertó sus más profundas inquietudes artísticas. No resulta extraña esta combinación de pintura y música ya que ambas serán constantes compañeras de viaje, dando forma, color y sonido a su mirada de pintor. Precisamente esta manera de interrelacionar y expandir los sentidos, a través de la sinestesia, que incluso le llevaría a afirmar que podía «oír colores», y también a decir que «la música es el maestro por excelencia», constituye una de sus principales señas de identidad creativas. Junto a ello desarrollaría una valiosa labor como teórico de la abstracción, vertiendo sus ideas fundamentalmente en dos obras de referencia: «De lo espiritual en el arte» (1911) y «Punto y línea sobre el plano» (1926).

Una cita ilustrativa

Todo eso y más queda bien reflejado en esta cita. Así, el visitante que se adentre en sus salas podrá viajar junto al artista a través de las ciudades y períodos claves de su carrera.

Los años de formación en Múnich, en donde ya se despierta su interés por el color, que le llevaría además a establecer esas personales sinergias entre lo cromático y lo sonoro, descritas en «De lo espiritual en el arte». Será también el momento en el que junto a Franz Marc y August Macke funda el movimiento Der Blaue Reiter (El jinete azul), y realiza sus primeras composiciones no figurativas.

Walter Gropius invitó al pintor moscovita a impartir clases de pintura mural y de color en la Bauhaus

En este sentido, debe señalarse que, aunque Kandinsky es uno de los pioneros del arte abstracto, otros pintores ya habían indagado por esos mismos años en ese «afán de abstracción que halla la belleza en lo inorgánico y negador de la vida, en toda sujeción a ley y necesidad abstractas», tal como señalaba Worringer en su obra «Abstracción y naturaleza» (1908). Pienso en nombres como Kupka, Delaunay, Malevitch o Mondrian, e incluso anteriores a ellos, como la sueca Hilma Af Klint, injustamente olvidada hasta hace bien poco. Lo que sí está claro es que desde el momento en que Kandinsky abraza la abstracción esta se convertirá ya para siempre en su más fiel compañera artística.

También se muestra su regreso a Rusia en 1914, participando activamente en las buenas nuevas culturales surgidas de la revolución, y en donde ya definitivamente convierte para siempre su pintura en puramente abstracta.

Del mismo modo, los años de la Bauhaus en los que, invitado por Gropius, impartirá clases de pintura mural y de color en una institución tan prestigiosa y fundamental que bien puede considerarse la cuna de todo el diseño moderno. Allí estrechará su amistad con otro pintor excepcional, el suizo Paul Klee, y publicará «Punto y línea sobre el plano» (1926). Es también cuando la geometrización anterior se contrapone y dialoga con una gramática pictórica más orgánica.

Finalmente llega a París. Allí aclarará sus registros cromáticos, al tiempo que, influido por surrealistas como Arp o Miró, poblará sus lienzos con formas biomórficas y animadas, como si fueran criaturas de un singular micromundo. La capital de Francia, como para tantos pintores, será la Estación Termini de su viaje vital y artístico.

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