López-Aparicio y Pérez Ibáñez en un momento de la presentación de su informe
López-Aparicio y Pérez Ibáñez en un momento de la presentación de su informe - ABC
ARTE

¿Tienen razones los artistas para quejarse por su situación económica?

Por primera vez en España se publica un informe, promovido por la Universidad de Nebrija y la de Granada, que confirma con datos la realidad económica y profesional de nuestros artistas, el cual arroja conclusiones sorprendentes

MADRID Actualizado: Guardar
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Los datos caen como losas por sí solos:Un 47 por ciento de los artistas en España ingresan menos de 8.000 euros anuales (lo que se considera el sueldo mínimo interprofesional en nuestro país). Y esa cantidad hace relación a lo que cobran por todas las actividades que realizan, es decir, no se refiere tan sólo al dinero que cobran vendiendo su obra. Es más, para cerca del 64 por ciento, los ingresos que les llega de una actividad que pueda ser considerada artística no suele superar los 1.600 euros. En todo un año. Sólo un 30 por ciento de nuestros creadores plásticos se declaran autónomos. Otro tercio, el 28,8, están inscritos en el paro. Trabajan por cuenta ajena un 20 por ciento, mientras que sustentan a otros trabajadores, es decir, pueden ser considerados empresarios, menos del 2 (1,7 por ciento).

Todas estas cifras, con el jarro de agua fría que suponen en algunos casos, están incluidos en el completo informe publicado por la Fundación Nebrija, con el apoyo de la editorial de la Universidad de Granada. Un minucioso estudio de dos años que se acaba de hacer público y tras el cual se encuentran la especialista en mercado de arte contemporáneo Marta Pérez Ibáñez y el artista, activista y comisario Isidro López-Aparicio;, dos perfiles muy diferentes, pero complementarios, que comparten la actividad docente y un objetivo común: arrojar luz sobre la realidad económica de un sistema sobre el que no había tantos datos y todo eran especulaciones.

Por compromiso con el sector

«Cuando se nos pregunta por qué hemos elaborado este estudio contestamos diciendo que son tres las razones. De un lado, por la necesidad de dar a conocer la precariedad de la que tanto se habla en un sector como el del arte, y apoyar esa intuición en datos reales. Por otro lado, por compromiso con este sector. Asimismo, porque era necesario tener en cuenta qué efectos ha tenido la crisis sobre la economía de los artistas españoles», contesta López-Aparicio.

No son muchos los antecedentes con los que se contaba en España; tan sólo un informe que en 2006 encargó la Asociación de Artistas Visuales de Cataluña, que, por efecto de la crisis, había dejado sus conclusiones obsoletas. Sin embargo, se partía de una complicación escabrosa: ¿qué entendemos por artista? Los artífices del estudio tenían claro que no valía con tener o no una titulación; mucho menos con ser ameteur. «Al no haber un registro de artistas en nuestro país, nos basamos en variables como la formación, pero también el reconocimiento público y el ejercicio de cierta actividad artística, lo que pasa por recibir ingresos o participar de ciertos ámbitos de profesionalización», admiten.

La supervivencia en España pasa por trabajar con galerías y tener precios bajos. Por eso, la relación estable con el mercado sigue siendo un objetivo, pese a que este esté tocado

Para que no hubiera mediación en los resultados, la metodología empleada fue la de una gran encuesta on line con tres grandes bloques de preguntas basados en la propia definición como artistas de los consultados, su actividad económica y su relación con el mercado. «Todos esos datos, han sido cruzados de diferentes maneras, de forma que surgen muchas variables muy interesantes». Justo por esta razón, tanto Pérez Ibáñez como López-Aparicio son conscientes de que su informe «es tan sólo un punto de partida, un anclaje para desarrollar posteriormente análisis mucho más pormenorizados».

Ambos autores reconocen que se vieron desbordados con la respuesta a su llamada. Hasta 1.100 artistas respondieron a la misma y completaron todo el cuestinario, exhaustivo, que se les proponía: «Para asegurarnos que este iba a ser un estudio riguroso no se acudió tan sólo al artista de galería. Eso habría pervertido los resultados. Por eso nos pusimos en contacto con las principales asociaciones del sector, lo que implicaba un compromiso con la profesionalización, que para nosotros era un punto clave. Ahora bien –recalca Pérez Ibáñez– hemos tenido en cuenta también a aquellos artistas que no quieren formar parte del mercado (de ahí el desglose de los datos también por disciplinas) y ha funcionado muy bien el boca-oído. Nos estábamos dando cuenta de que había franjas de edad o regiones que no tenían representación en la encuesta, bien por su dificultad para acceder a las nuevas tecnologías, bien por situarse lejos de los centros. En esos casos, hemos realizado una labor casi de calle, de llamar a su puerta para contar con su opinión».

Datos de gran calado

Más allá del «dato más esperado», el referido a los ingresos brutos anuales de los artistas, la encuesta arroja muchos otros de igual o mayor calado. La presentación del informe en el auditorio de la Consejería de Cultural de la Comunidad de Madrid, en su sede de Alcalá, 31 (curiosamente, la cámara del tesoro de lo que antiguamente fue un banco), puso de manifiesto realidades sorprendentes. Así supimos, por ejemplo, que no llega al 1 por ciento (0,7) la proporción de artistas que han cotizado más de 35 años y que, por tanto tendrán derecho a cobrar una pensión. El 83,92 por ciento declara haber expuesto en alguna acasión en los últimos dos años, sin embargo –dato alarmante– el precio medio que se pagó por sus obras fue de entre cien y 500 euros en el 41,3 por ciento de los casos. Porque una cosa es lo que uno pida y otra lo que el coleccionista esté dispuesto a pagar.

«Hay una cosa importante que queremos puntualizar y es que este no es un estudio que persiga hacer hincapié en la precariedad del artista. Hay creadores, no muchos pero los hay, que viven bien. Y una de las conclusiones del informe es que suelen ser los que mantienen relación con galerías». Porque quizás una de las evidencias más dolorosas de este pormenorizado estudio, cuyas cifras barajadas en su presentación tan sólo fueron la punta de un gran iceberg, es la relación entre tiempo dedicado a la actividad artística y la retribución del mismo: «Esta es la única profesión en la que no se cobra por horas invertidas. De nuestra labor no se entienden los tiempos de investigación, de prueba y error, de creatividad», aducen sus responsables, que apoyándose en Hans Abbing, explicaban la paradoja en la que se ve sumido el artista, «que sabe que no tendrá rendimiento con su actividad pero que necesita seguir produciendo por una cuestión vocacional».

Para que no hubiera mediación en los resultados, la metodología empleada fue la de una gran encuesta «on line» con tres grandes bloques de preguntas

Sólo el 9,5 por ciento de los artistas tienen vivienda en propiedad, y no llega al 40 el que forma parte de alguna asociación. Sólo el 16 por ciento tienen un contrato firmado con una galería, y no un mero acuerdo verbal, aunque superan el 68 por ciento los que están vinculados a este tipo de firmas. Y también hay resultados que vuelven a vapulear a las mujeres frente a sus compañeros de profesión (una sección del informe en el que Pérez Ibáñez reconoce haber hecho de forma intencionada mayor hincapié «por mi propia condición de mujer»): Si bien lo datos de participación casi fueron los mismos, ellos tienen mejores ingresos que ellas, que son las que menos cotizan a la seguridad social, a lo que se suma que son las que más han tendido, por efecto de la crisis, a abandonar el país, pese a ser las que más sufren todo lo relativo a la conciliación familiar.

En el apartado de conclusiones, el informe es demoledor. Así las desgajan sus autores: «Nos ha quedado claro que, pese a unos datos nada halagüeños, quienes subvencionan el sistema del arte son sus bases. Los artistas son sus mayores mecenas». En este punto, Ibáñez recordaba cómo son los artistas los que producen de su bolsillo la totalidad de las obras que entran en una galería. Sin embargo, y paradójicamente, «la supervivencia en España pasa por trabajarcon este tipo de firmas y tener precios bajos. Por eso, la relación estable con el mercado sigue siendo un objetivo, pese a que este esté tocado». La paradoja se convierte en evidencia. Asimismo, ambos autores recordaron que la creación artística es para los artistas una necesidad, aunque no sea rentable: «Es inherente a su naturaleza, lo que no debe sder entendido como una ventaje del mercado sobre el artista, que no debe renunciar a sus derechos y a la profesionalización de su actividad», recalcan. Por último, la presentación de «La actividad económica de los/las artistas en España. Estudio y análisis» acabó con otra falsa creencia: No hay una relación directa en todos los casos entre reconocimiento e ingresos. No siempre los artistas más reconocidos son los que mejor viven». El carácter anónimo de la encuesta no permite contrastar esta afirmación.

El artista resiliente

Por primera vez, nuestro país se pone a la cabeza en algo. «Faltan estudios de esta envergadura en el extranjero. Los pocos que hay suelen englobar a todo tipo de creador: artistas junto a cineastas, escritores...Y las necesidades no son las mismas. Hay pocos antecedentes firmados por Euroestat, así como análisis del ámbito latino y anglosajón. Pero las conclusiones a este respecto tampoco son buenas: La precariedad de nuestros artistas es mayor que la de sus homólogos extranjeros. Fuera de nuestras fronteras están reguladas ciertas cuestiones que aquí ni nos imaginamos, como cuánto debe cobrar un artista por una exposición o la existencia de tablas por actividad en función de sus currículums». Eso es lo que le llevó a Pérez Ibáñez a crear una nueva categoría de artista en España: el artista resiliente. El informe será presentado de forma pública este viernes, a las 19:30 horas en el Campus Nebrija Madrid-Princesa.

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