El Palacio de Congresos fue la sede de las primeras ediciones de ARCO
El Palacio de Congresos fue la sede de las primeras ediciones de ARCO
ARTE

¿Tanto hemos cambiado?

El próximo miércoles arranca una nueva edición de la feria de arte contemporáneo ARCO, la trigésimo quinta. Un buen momento para hacer balance de su profesionalización

Madrid Actualizado: Guardar
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En un mundo en constante movimiento, el mercado del arte ha mantenido procesos y estrategias muy similares desde finales del siglo XIX. De hecho, la mayor innovación –hasta la llegada de internet– fue la aparición de las ferias a finales de los años sesenta. Bueno, y la eliminación del gotelé, claro.

Desde la primera edición de ARCO en 1982, todo ha cambiado en España en una proporción que no siempre llegamos a entender. Del entusiasmo y las limitaciones de aquella primera fase a la estructura de trabajo actual hay un océano de distancia, si bien no hemos alcanzado todavía una posición que nos equipare con Francia, Inglaterra o Suiza. Pero la feria de Madrid ha sido un motor de cambios, un aliciente para la profesionalización y un soberbio escaparate internacional.

Evento central

Todos hemos cambiado mucho, pero, en los últimos tiempos, la velocidad ha sido tremenda. Si tomamos un catálogo de ARCO 2000, encontraremos pocas «webs» en las galerías; de hecho, no tantas tenían correo electrónico. Hoy son pocas las que no trabajan también en redes sociales. Ese lapso cronológico y tecnológico marca la experiencia de mi generación en la feria. Permite hacer un balance pausado y conveniente ahora que celebramos el 35º aniversario.

Decir que ARCO es un milagro en un país con pocos museos de arte contemporáneo y deficitario en tradición coleccionista es casi un lugar común pero muy cierto. Desde ese punto de partida, los cuatro sucesivos directores han conseguido algo muy difícil: posicionarla internacionalmente y generar un evento central en el paisaje artístico europeo.

ARCO era la feria más excitante del mundo en uno de los países más estimulantes de los ochenta

Bajo el impulso de Juana de Aizpuru generó unas constantes que han marcado su trayectoria, partiendo del complicado binomio público-privado. Nunca se reconocerá suficientemente la importancia de Juana, madre de una de las grandes iniciativas culturales españolas contemporáneas. Aquel Madrid, aquella España necesitaban modernidad, y la feria nació con matices que no siempre seguían los patrones del hecho puramente mercantil. No lo olvidemos: ARCO es una feria cuyo primer objetivo es vender arte. Pero el carácter social y mediático provocó que una década después registrase unos 250.000 visitantes frente a los cerca de 30.000 de Basilea.

Las cifras de ventas no eran proporcionales, pero el compromiso de grandes galeristas se mantenía. La propia ciudad era un estímulo muy fuerte, y el galerista Lucio Amelio no tenía pegas en contar en una entrevista que no había vendido pero que volvería porque le encantaba. Era la feria más excitante del mundo en uno de los países más estimulantes de los ochenta: la gran apuesta.

La llegada de Rosina Gómez Baeza en 1987 fue fundamental para la competitividad de una cita ya muy grande. Ella fue capaz de diseñar un modelo conforme a las carencias del mercado, e incluso del sistema. La ampliación de programas comisariados específicos, que hoy son comunes a todas las ferias, tiene en su proyecto el punto de partida que logró situarla en directa competencia con Chicago y Basilea, los dos grandes referentes de la década.

Un idioma común

En una fase económica expansiva, seguida de la profunda depresión provocada por la Primera Guerra del Golfo y continuada en el crecimiento del fin de la década, consiguió mantener y aumentar la calidad de la propuesta de una manera admirable. Muchas ferias sufrían altibajos, como Colonia, pero ARCO pudo resistir incluso la estelar aparición de Art Basel Miami Beach. La independencia en su gestión y los rigurosos criterios de selección, estrictamente profesionales, están en la base del éxito.

Ya en el siglo XXI, a mediados de la década pasada, el modelo ferial se había impuesto de una manera clara. El coleccionista había asumido que ese era su entorno, un espacio en el que todos compartían mucho con él; un lugar de descubrimiento en el que se hablaba un lenguaje común. El artista había entendido que la visibilidad que proporcionaba era incomparable, y el galerista había fijado su calendario conforme al de las ferias, tanto por los resultados económicos como por la potenciación de su propia marca. En Miami se simultaneaban hasta veinte, y aparecían paralelas junto a las grandes, lo que forzaba a revisar unas líneas de trabajo muy claras.

Nuestra feria es la que de manera más regular ha mantenido su posición en el ámbito internacional

La llegada de Lourdes Fernández en 2005 se caracterizó por la ambición internacional en un entorno de máxima competitividad y por la necesidad de crecimiento de ARCO en un momento económico inquietante, pero acabó provocando unas tensiones que generaron serias dudas sobre su viabilidad. Estas se transmitieron a todo el sistema del arte contemporáneo nacional.

En diciembre de 2010 unas 70 galerías españolas nos encontrábamos en el Círculo de Bellas Artes bajo la mayor nevada de la década y ante la difícil tesitura de decidir el futuro de la feria en un contexto económico regresivo. Fernández dejó la dirección y se abrieron unos interrogantes agravados por la constatación de que la crisis financiera tendría un calado no conocido hasta entonces.

La vuelta a la tortilla

Carlos Urroz tomó el mando en 2011 y logró algo verdaderamente complejo: estabilizó ARCO. En un momento crítico salvó los desencuentros y consiguió que la edición más difícil fuera un éxito. Supo entender las nuevas necesidades de una feria en la que los descomunales estands institucionales iban desapareciendo y potenció el efecto llamada para galeristas y coleccionistas foráneos.

Cada edición desde entonces ha supuesto una mejora en cifras y una consolidación en el proyecto. Hoy ARCO mantiene su esencia, sus particularidades, pero busca una normalización en una escena en la que el coleccionismo español debe ir adquiriendo progresivamente peso internacional. Dentro de los vaivenes que citaba antes, la nuestra es quizá la feria que de manera más regular ha mantenido su posición en el panorama internacional, algo verdaderamente difícil.

Ya a mediados de la década pasada, el modelo ferial se había impuesto de una manera clara

Las perspectivas son buenas pero hay circunstancias preocupantes, al margen de la inestabilidad financiera internacional, que no atañen exclusivamente a la feria, y el principal concierne al galerismo español: la necesidad de renovar el modelo.

Mi generación ha ocupado su lugar de una manera natural, pero, si revisamos la nómina de galerías aparecidas en los últimos años, encontramos un listado numéricamente muy inferior. Las crisis han ralentizado la renovación del tejido en un momento en el que abrir una galería es una apuesta muy fuerte. Hoy no es un gran problema, pero en los próximos años probablemente el paisaje artístico español sufra una contracción muy poco beneficiosa. ARCO tiene mucho que aportar en este sentido, seguirá siendo la plataforma decisiva en la internacionalización de cualquier proyecto con ambición de trascender; el necesario compañero de viaje del arte actual en nuestro país; el gran escaparate de lo mejor que aquí se produce.

Larga vida a ARCO.

[Nacho Ruiz (Murcia, 1972), co-galerista de T-20, es doctor en Historia del Arte. Especialista en mercado y autor de «ARCO, arte y mercado en la España democrática» (Ed. ARCO, Madrid)].

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