Siempre nos quedará el Museo del Prado

Acabamos de cerrar las puertas al año en el que hemos festejado por todo lo alto el bicentenario del Museo del Prado . Exposiciones han venido y se han ido con el afán de reactualizar sus riquísimos fondos, de dar visibilidad a las mujeres artistas que han dejado su huella (oculta) en la institución, de citar una y mil anécdotas que glosan la intrahistoria de la pinacoteca española, una de las más importantes del mundo o como apuntan los autores de este ensayo, Tomás Ramón Fernández y Jesús Prieto de Pedro, en el arranque mismo, en su primer capítulo: «El Prado es reconocido como uno de los mejores entre los grandes museos del mundo. Pero ese valor no se le otorgaría el número de sus obras (el Hermitage o el Louvre acopian muchísimas más que el museo español) sino su calidad y la organicidad histórica de la colección que alberga, la profundidad de la obra de los artistas presentes en él y los trozos palpitantes de nuestra historia de los que da fe. El Prado no responde al modelo de museo enciclopedista que, por encima de todo, sitúa la voluntad racionalista ilustrada, sino un museo más exclusivo y selecto ».

En este extenso párrafo se hayan buena parte de las claves que hacen que este ensayo sea único en la materia y, por supuesto, indispensable si uno quiere seguir viajando a las entrañas de la institución para descubrir sobre su vida y su obra(s) a golpe no de lecciones artísticas sino de anécdotas y detalles consustanciales al devenir interno (ese que escribe en legajos, papeles oficiales y de similar calaña) de una institución fundamental para entender la Historia de España con sus muchos y palpitantes vaivenes . El Museo del Prado no ha sido ajeno al devenir del país (dinastías, reyes, repúblicas, invasiones, guerras civiles...), ha tenido que readaptarse conforme las necesidades de los tiempos y, si se me permite la licencia, de las modas administrativas para salvaguardar la honra y los muebles -entiéndase el prestigio-, y todo lo que encierra tan maravillosa colección.

El historiador británico John H. Elliott lo remarca en el prólogo que «regala» (por su precisa valoración del estudio) al lector de estas sustanciosas páginas: «Los autores demuestran que la historia jurídica supone una lectura tan apasionante como los aspectos más evidentes y pintorescos que encierra la vida de un museo». Efectivamente, aunque nos parezca mentira dada su mala fama a lo largo de los siglos, sin la Administración y sus normas o decretos la vida de un país no echaría a andar cada mañana e instituciones tan relevantes como la pinacoteca española no se hubieran perpetuado y readaptado en el tiempo. Está claro, como apunta el mismo Elliott, que «bajo este enfoque, la Historia de España está íntimamente ligada a la historia del Prado, iluminándose constantemente la una a la otra».

Los autores del ensayo, como puntualizan ellos mismos en el prólogo, «no somos historiadores del arte». Tomás Ramón Fernández Rodríguez es catedrático de Derecho Administrativo en la Universidad Complutense de Madrid (en 2014 fue nombrado vocal del Patronato del Museo) y Jesús Prieto de Pedro es también catedrático de Derecho Administrativo en la UNED y ha sido director general de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas. Con estos mimbres intelectuales y profesionales, les podía haber salido un trabajo de difícil lectura, excesivamente académico y administrativo, sin embargo, uno disfruta siguiendo paso a paso esta «Historia institucional del Museo del Prado».

Por tanto, el mérito se eleva al cuadrado. Por un lado, un estudio concienzudo y de extremo valor documental sobre un aspecto apenas abordado de la pinacoteca. Por otro, unas páginas que se leen con voracidad : ágilmente escritas, plagadas de anécdotas y datos ocultos en los archivos y ahora contados.