LOS LIBROS DE MI VIDA

«El secreto de Joe Gould», la engañosa frontera entre la realidad y la apariencia

Joseph Mitchell penetra en el corazón del Nueva York de los años 50 en «El secreto de Joe Gould», un magistral reportaje periodístico

Joseph Mitchell
Pedro García Cuartango

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Cada mañana a la misma hora durante casi medio siglo, Joseph Mitchell cruzaba el vestíbulo de «The New Yorker» en Manhattan, tomaba el ascensor, subía a su minúsculo despacho, cerraba la puerta y se ponía una chaqueta de punto. Allí permanecía durante toda la jornada con un breve paréntesis para comer. Durante sus últimos 25 años en la revista, nadie escuchó el sonido de su máquina de escribir por la sencilla razón de que Mitchell no escribió ni publicó nada. Tenía 87 años cuando murió en 1996, pero su carrera literaria había acabado en 1964 cuando vio la luz «El secreto de Joe Gould», una obra maestra que luego sería llevada al cine por Stanley Tucci.

Mitchell había nacido en una plantación de algodón y tabaco, propiedad de su padre, en los pantanos de Carolina del Norte. Emigró a Nueva York al cumplir 21 años porque quería probar fortuna en el periodismo . Llegó a la estación de Pensilvania el 25 de octubre de 1929, el día después del derrumbe de Wall Street que dio origen a la Gran Depresión. Durante ocho años, fue reportero y columnista en varios periódicos hasta su ingreso en «The New Yorker» en 1937, publicación a la que estuvo ligada hasta su fallecimiento. Era muy aficionado al estudio de la flora y los pájaros, a los que dedicaba los fines de semana y su tiempo libre. Hace año y medio apareció en nuestro país una recopilación de una veintena de reportajes bajo el título de « La fabulosa taberna de McSorley », en la que Mitchell demuestra sus dotes de observación y su talento como periodista. La mayor parte de esos trabajos están inspirados en personajes y lugares de Nueva York, una ciudad que le fascinaba . Todos esos artículos de «The New Yorker» son pequeñas joyas, pero «El secreto de Joe Gould» se ha convertido en un clásico de la literatura americana contemporánea. Salman Rushdie habló de la obra como « un tesoro escondido» y Martin Amis afirmó que, si Borges hubiera nacido en Nueva York, habría escrito algo muy similar.

Bohemio y vagabundo

El reportaje de Mitchell resulta una indagación sobre la misteriosa personalidad de un bohemio y vagabundo llamado Gould que sobrevive en las calles de Manhattan gracias a la mendicidad. Este hombre ya había inspirado a Mitchell un perfil aparecido en 1942 bajo el título «El profesor Gaviota».

Joseph Ferdinand Gould había nacido en el seno de una familia rica de Massachusetts y había estudiado en Harvard. Como Mitchell, había emigrado a Nueva York en su juventud, donde pronto abandonó su intención de encontrar trabajo para gorronear de sus amigos y conocidos, entre los que se encontraban Ezra Pound y E. E. Cummings. Gould decía que había consagrado toda su energía a escribir una monumental Historia oral de nuestro tiempo, en la que recogería semblanzas, biografías, testimonios y entrevistas con los personajes de la vida neoyorkina. Gould carecía de residencia fija, dormía en casa de amigos o en la calle, iba vestido con harapos, sableaba a quien se cruzara en su camino y era frecuente verlo borracho o imitando el sonido de las gaviotas. Cuando murió en 1957, Mitchell y sus colegas se lanzaron a buscar el manuscrito de la Historia oral y descubrieron -ese es el secreto que da título a la obra- que no existía.

Indigencia intelectual

El largo reportaje periodístico sobre este inefable personaje sirve de pretexto al autor para describir la ciudad en las décadas de los años 40 y 50, cuando Nueva York era un verdadero hervidero de actividad que daba cobijo a escritores, pintores y artistas. Pero «El secreto de Joe Gould» es también una reflexión sobre el juego entre la realidad y la apariencia porque el protagonista de la narración resulta ser un farsante que se inventa una realidad que no existe para intentar granjearse el respeto de su entorno. En el fondo, Gould es un paria sin identidad ni dignidad, que disimula su indigencia intelectual bajo una apariencia iconoclasta.

Tras publicar este trabajo, Mitchell ya no pudo crear nada y mantuvo las apariencias mediante la rutina de acudir a la redacción de «The New Yorker» diariamente. No hay que ser muy perspicaz para observar un paralelismo entre el Gould que simulaba ser un gran escritor dedicado a una gran obra y la sequía productiva de Mitchell , que contrasta con sus primeros años de frenética actividad en el periodismo. En uno de sus artículos, cuenta como sintió el momento de mayor intensidad de su vida al observar cómo un pájaro carpintero arrancaba la corteza de un árbol para construir un nido. Pocos como él fueron capaces de contar lo que pasaba inadvertido a los demás. Por eso, hay que leerle.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación