ARTE

Una programación nunca vista

Ahora que todo son restricciones y confinamientos, ¿qué exposición ideal propondrían los principales directores de museo españoles si no tuvieran límite ni de espacio, ni de presupuesto? La distopía da paso a la utopía

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Detalle de uno de los proyectos de Michael Asher

Manuel Borja-Villel (Museo Reina Sofía)

Durante siete años, el intercambio de correos y llamadas fue constante. Hice varios viajes a Los Ángeles, y Michael Asher , con el que preparaba exposición en el MACBA cuando lo dirigía, vino en repetidas ocasiones a Barcelona. El trabajo fue intenso. Buscábamos hacer un proyecto específico. Más tarde, decidimos contextualizar obras anteriores. La propuesta se modificaba de continuo. Y cuando parecía que habíamos llegado a un acuerdo, Michael resolvió posponerlo indefinidamente.

Con el tiempo me di cuenta de que su propósito no consistía tanto en hacer una exposición como en dejar de hacerla. Asher buscaba una colaboración que explorase aspiraciones y deseos, y revelase las contradicciones y limitaciones del sistema, más interesado en el beneficio que en las personas. Imaginando el futuro que nos espera, esa cita irrealizada deviene pertinente . Será necesario reconstruir sobre ruinas. No para reedificar lo que no funciona, sino para construir una nueva realidad cultural. Y, entonces sí: quizás concluir esa muestra que no llevé a término.

2

Detalle del Museo Wostell

Inmaculada Corcho (Museo ABC)

Puestos a soñar con una exposición sin limitaciones, pienso en una de proximidad, preventiva y de primera necesidad. Nada de piezas de relumbrón, ni obras nunca vistas, de grandes nombres o argumentos rebuscados. Quiero una muestra de cercanía, diversa y colectiva, que se desarrolle simultáneamente en muchos espacios, esos museos de provincias, colecciones locales o sitios históricos, dispersos y olvidado, que conservan obras menores para la Historia y el mercado , pero fundamentales para conocernos y para formarnos.

Me gustaría dar forma a esas colecciones infravaloradas y escasamente difundidas, diseñando una cita múltiple que cuente historias fantásticas a través de piezas sorprendentes (haberlas, haylas). Una muestra dirigida a todos los públicos, pero especialmente al que nunca visita museos. Todo bien apoyado en un programa de promoción y formación a lo MasterChef . Quizás así consigamos que el arte tenga un futuro mejor.

3

«Máscaras sensoriales», obra de 1967 de Lygia Clark

Nuria Enguita (Directora artística de Bombas Gens)

Me encantaría bucear por las webs de museos, artistas y colectivos de todo el mundo y poder hacer una exposición sobre un año determinado entre las décadas de los sesenta o noventa del pasado siglo XX, por ser los años entre los que nace mi generación y también en los que deja de ser joven… Mi número favorito es el 7 , por lo que podría ser 1967, 1977, 1987 o 1997.

En todos ellos se me ocurren artistas, acciones, obras y acontecimientos fundamentales. Pero lo más importante sería que se presentaran prácticas artísticas de todo el mundo , ¡algo que muchas veces no se hace y no solo por etnocentrismo, sino por falta de presupuesto!

Sería un intento de encontrar formas diversas de respuesta dependiendo de lo contextos, y comprobar, asimismo, cómo todas las historias del arte hegemonizan y excluyen.

Del mismo modo, podríamos comprobar ciertos pliegues del tiempo y qué fechas son importantes para quién en cada lugar.

4

Wolfgang Tillmans en una imagen de archivo EFE

Juan Antonio Álvarez Reyes (CAAC-Sevilla)

Frente a tanto bulo, conviene recordar una de las líneas de investigación de Wolfgang Tillmans , que formaliza en unas estrechas mesas un archivo aleatorio y frágil: el Centro de Estudios de la Verdad funciona por una estudiada secuenciación en la que la única vía de abordar esta crucial cuestión es mediante la acumulación sin tregua de sus indicios.

Tillmans, al igual que todos nosotros, es un consumidor, coleccionista y archivero de imágenes de nuestro tiempo. Y una cuestión le lleva a otra: desde abstracciones hipnóticas y fluidas a los cuerpos en su interacción con otros, los asuntos y paisajes cotidianos junto a las políticas de identidad, los conflictos de postverdad y sus obscenas campañas.

Uno de los aspectos más interesantes de su trayectoria son proyectos que, como Protect the European Union , se vislumbran como absolutamente necesarios, mientras otros como Between Bridges señalan cómo un espacio de exposición puede ser un cruce para el avance de la democracia, las artes, los derechos personales y el entendimiento internacional.

5

«Equilibrium» (2000), de Dan Perjovschi

Imma Prieto (Es Baluard)

Me interesaría plantear un proyecto que rompa con la centralización no solo geográfica, también institucional. Trabajar desde el museo y fuera de él, provocando visibilidad simultánea. Actuar no solo con diversidad de públicos, sino desde la multiplicidad de lugares y espacios que conforman la sociedad. De hecho, uno de nuestros proyectos en Es Baluard para 2021 pasa por redefinir las relaciones sociales, personales y productivas. Acudiría a la tecnología punta para que los contenidos en streaming sean lo más fieles posible a la realidad y permitan un diálogo en igualdad de condiciones. Esto implica una gran inversión en profesionales externos de diversa índole, materiales, infraestructuras...

Estos días releía Sobre la violencia , de Hannah Arendt . Cuando plantea ventajas y desventajas de la centralización, se asume que el monopolio del poder conlleva un debilitamiento radical del entorno y una pérdida de la visibilidad reflexiva del conjunto. Pensar en un sistema expositivo en el que la estructura forme parte del tejido crítico es subvertir los canales de transmisión de conocimiento y revalorizar los agentes y escenarios en los que se produce.

6

Fotografía de la serie «The Americans», de Walker Evans

Claude Bussac (PHotoEspaña)

Si tuviera que organizar una exposición con recursos ilimitados, haría un encargo nacional o internacional a fotógrafas y fotógrafos para generar un gran retrato colectivo de «los cuidadores» , aquellas personas que invisiblemente sostienen la vida, en el interior del hogar o fuera de él.

Lanzaría una misión fotográfica como la de los Estados Unidos para retratar la América rural después de la crisis del 29, con autores como Dorothea Lange y Walker Evans . Se trataría de rendir homenaje al valor social y al tiempo dedicados a los cuidados, a esas personas anónimas, muchas veces sencillas, pero todas de una importancia vital y de un valor inmenso. Por eso, el proyecto consistiría en situar reproducciones gigantescas en las paredes, puentes, hospitales o escuelas de nuestras ciudades.

Sería una manera de darles la medida justa que debería corresponderles en nuestra sociedad y captar la atención de la gente. Creo que tenemos que usar el arte para concienciar al público y cuestionar la representación social.

7

Imagen de la procesión del sol de Eduardo Navarro

Chus Martínez (Directora del Institute of Arte del FHNW)

Hace tiempo que me ronda por la cabeza la posibilidad de una gran exposición en un bosque. No os llevéis a engaño: no se trata de arte publico. Se trata de situarnos en otro mundo, del mismo modo en que, ahora, confinados, estamos también en otro universo. Imagino la interacción entre la Naturaleza y nosotros , la climatología y nosotros, la flora y nosotros, la fauna y nosotros, y todos esos mundos, con la producción artística como la gran dimensión nueva que necesitamos después de esta gran reclusión.

Os imagino viniendo a este grandioso paseo entre árboles y obras, vientos y performances, arte digital , truchas, rocas y ranas, y regresando a casa pensando: «¡Ah! sí, ahora puedo imaginármelo todo de nuevo, puedo ver a los artistas en los barrios, en las escuelas, en nuestras nuevas convenciones vecinales, en todas las dimensiones de nuestra vida». Sí, era cierto: arte y vida es uno.

8

Fragmento e «La resurrección de Lázaro», de Del Piombo

Miguel Falomir (Museo del Prado)

Mi exposición imposible constaría de solo cuatro cuadros de altar de grandes dimensiones, encargados o acabados en Italia en 1516, momento álgido del pleno Renacimiento: de Rafael , Transfiguración ( Museos Vaticanos , 405 x 278 cm); de Tiziano , Asunción de la Virge n (Santa Maria dei Frari, 690 x 360 cm); de Del Piombo , Resurrección de Lázaro ( National Gallery , 381 x 299 cm) y de Lorenzo Lotto , Pala Martinengo (Santi Bartolommeo e Stefano, 520 x 250 cm).

Las cuatro son obras maestras radicalmente diferentes entre sí, que ofrecen otras tantas respuestas revolucionarias al desafío compositivo que planteaba la verticalidad del cuadro de altar. Las de Rafael y Tiziano, en concreto, tuvieron una influencia decisiva en la evolución del arte europeo de los siguientes 200 años. Puestos a imaginar, emplazaría las pinturas en el transepto de una iglesia , iluminadas por luz cenital desde una cúpula, bajo la cual situaría al espectador.

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