«Legitimación monárquica...», de la ejemplaridad reforzada

Ramón Pérez-Maura

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14/12/2018 a las 02:00h.

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Corría el año 1986 cuando un veterano periodista de «Le Figaro», Philippe Nourry , publicó en la colección «Espejo de España» de la Editorial Planeta un libro de enorme éxito: «Juan Carlos. Un rey para los republicanos» . La mejor prueba de lo bien acogida que fue la obra es que el propio Monarca regalaba ejemplares a algunos de sus interlocutores. Antonio Hernández Mancha puede testimoniarlo como resultado de su primera audiencia en Zarzuela como presidente de Alianza Popular.

Luis María Cazorla publica ahora un libro que parece demostrar que esa conquista de los republicanos ha resultado sólo en un éxito parcial. Porque tres décadas después la legitimidad monárquica de la que habla el profesor Cazorla se funda en la justificación de la misma ante los que no creen en la institución monárquica. Una justificación que sólo parece poder lograrse mediante la que Cazorla llama «ejemplaridad reforzada». Algo que en lugar de ser una virtud encomiable se convierte en un requisito imprescindible. Y como tal desvirtúa lo que es una Monarquía .

Una de las grandes carencias del reinado de Juan Carlos I fue la de nunca articular un discurso teórico sobre el valor y papel de la Monarquía. En su tiempo no hubo en las universidades españoles una sola cátedra -entre las miles que existían- dedicada al estudio de la Monarquía en cualquiera de sus formas. Al fin en 2015, ya en el reinado de Felipe VI se creó la Cátedra Monarquía Parlamentaria en la Universidad Rey Juan Carlos. Ésta es la editora del libro del profesor Cazorla y su director, Juan José Laborda, ex presidente del Senado , prologa el libro y apunta bien lo que se encontrará el lector: «La Monarquía parlamentaria es el punto de encuentro de las dos grandes tradiciones políticas españolas: una de ellas, republicana, laica y racionalista; la otra, igualmente legítima, monárquica confesional e historicista». Es difícil encontrar una frase que desanime más a la lectura.

La primera tradición política española resulta ser la republicana a pesar de que en su historia España sólo ha sido una república nueve años, no precisamente los más memorables . Al menos hay la generosidad de reconocer a una institución multisecular como la Monarquía el ser «igualmente legítima». No paramos de mejorar.

Con esos precedentes, el libro se convierte en una reivindicación de la Monarquía exclusivamente para los republicanos. El pasado no tiene ningún valor. La legitimidad de la Corona española, de padres a hijos desde Vermudo I de Cantabria en el año 987 no vale nada. Lo único que cuenta es la -ciertamente deseable- «ejemplaridad reforzada» que cabe desear en el ejercicio del Monarca reinante. Claro que eso lleva a que un mal Rey -algo siempre posible- descalificaría la institución monárquica, cuando la realidad es que la Monarquía es el mejor sistema aún con un mal Monarca en el trono . La limitación de sus funciones permite que así sea.

Esta «ejemplaridad reforzada» ha llevado a extremos tan absurdos como el que la vigente normativa sobre regalos establezca que «los bienes dejados en testamento o disposiciones de última voluntad, ya sea en concepto de heredero o legatario, a favor de algún miembro de la Familia Real por personas que tengan una relación familiar, podrán ser aceptados cuando así se considere procedente. Estos bienes, en atención a su naturaleza, deberán incorporarse al Patrimonio Nacional o ser entregados a instituciones públicas…».

Y si en una institución familiar uno no puede ni heredar de un familiar, la institución se acabará agotando. Porque le quitan la afición hasta al más entusiasta.

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