ARTE

Léger y las tragedias de la vanguardia

Dentro de los actos de su 30 aniversario, el IVAM de Valencia programa una completa retrospectiva de Fernand Léger, uno de los «retratistas» del optimismo de la Modernidad

«Dos mujeres con flores», de Léger

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Para Fernand Léger (1881-1955), la belleza tenía la cualidad de ser ubicua: «Lo bello -decía a sus alumnos- está en todas partes, ya sea en las cacerolas colgadas de la pared blanca de una cocina o en un museo». Lo que le interesaba era el papel que el hombre tenía cuando se había producido la acelerada mecanización del mundo. Según este artista, si las expresiones pictóricas habían cambiado era porque la vida moderna lo había requerido: «Un hombre moderno registra cien veces más impresiones sensoriales que un artista del siglo XVIII. La comprensión de la pintura moderna es resultado de todo esto».

Léger fue uno de los referentes de la vanguardia cubista y conoció en carne propia la atroz fragmentación del ser humano que se produjo en la I Guerra Mundial, en la que tuvo que participar al ser reclutado. Si bien elogiaba el maquinismo, no dejó de contemplar los peligros de una época que fue derrapando, a toda velocidad, en estricto «futurismo», hacia los horrores totalitarios .

Potencial educativo

En los años treinta, Léger fue acentuando su compromiso social, intentando dotar su arte de un potencial educativo. Sostenía que «cada época tiene su propio realismo», algo que se materializa, por ejemplo, en el imponente foto-mural «Felicidad esencial, los nuevos placeres», que realizó con Charlotte Perriand en 1937 para el Pabellón de Agricultura de la Exposición Internacional de París. En esa obra, que pudo verse en 2012 en la magnífica exposición «Encuentros con los años 30» en el MNCARS, aparecen tres mujeres bretonas vestidas con el traje regional del Bigouden junto a un saxofonista de jazz, un pescador, un perro que acaba de cazar un ave o tres manos que sostienen claveles por delante de una forma que puede ser una diana o un arcoíris. Léger, ejerciendo su misión de dotar de «carácter social» al arte , sedimenta la promesa del Frente Popular de reconciliar el campo y la ciudad, una utopía o una quimera justo al borde de un periódico histórico atroz.

El IVAM coproduce con la Tate Liverpool una importante retrospectiva de este artista, compuesta por un centenar de sus obras, desde pinturas cruciales a murales o películas como «Ballet mecánico», de 1924. En 2017 se presentó otra impresionante revisión de su obra en el Pompidou-Metz y -conviene recordarlo-, en 1983, la Fundación Juan March colgó en su sede madrileña una cantidad importante de sus trabajos.

Fue él quien llevó el Cubismo analítico a su conclusión «lógica» en la abstracción total

La exposición de Valencia estará dividida en cuatro apartados : «La experiencia de la vida moderna / Ballet mécanique», «Naturaleza muerta y paisajes modernos», «La exposición Internacional de Arte y Tecnología de París en 1937» y «El Gran Sujeto». Léger trató, desde la primera década del siglo XX, de dar cuenta de las reacciones subjetivas frente al vértigo metropolitano, instaurando una singular «monumentalidad» en el seno de un espacio agitado por cacofonías, tensado por cantidad de fuentes de atención y distracción.

No debía ser fácil pintar cerca de la impresionante sombra picassiana. Léger consideraba que el soberbio artífice del Cubismo era un «artista sobrevalorado», revelando la amarga angustia de las influencias . Todo comenzó en 1907, con el impacto de Cézanne , intentado pintar con formas geométricas primordiales cuerpos desnudos en el bosque. Desde entonces no dejará de darle vueltas a la corporalidad, sea en diálogo con cuerdas o vigas, en acrobacias o contorsiones, cuando daba rienda suelta a su pasión por el circo . Siempre reveló una extraordinaria pasión vital, como puede apreciarse en sus obras de 1913 (la importante serie de «Contrastes de formas»), en las que se aproxima a las nociones del color de Delaunay , sin perder su compromiso político, lo que le llevó a afiliarse al partido comunista tras la II Guerra Mundial.

Este influyente artista, pionero del Cubismo, tenía algo de parodista de la Historia del Arte, como sucede en su cuadro «El ocio: homenaje a Louis David» (1936) , situando allí la «Bataille Rèalisme-Abstraction». Tuvo una singular recepción en la estética pop, tanto en la meta-pintura de Roy Lichtenstein cuanto en el valenciano Equipo Crónica que, entre otras obras, en «Un día en el campo» (1971), añadían sarcasmo y sordidez a las obras del maestro vanguardista que, en algunos momentos derivaba hacia el amaneramiento o lo «kitsch». En 1953, el MoMA le dedicó una retrospectiva, con retraso con respecto a otras figuras de la modernidad, aunque justo a tiempo para dejar poso en la mirada de los jóvenes pintores que desafiarían el «heroísmo expresionista» con la cultura del consumo y la experiencia de lo cotidiano .

Un olvidado

Clément Greenberg reconocía en 1954 que Léger, durante un tiempo, estuvo olvidado. «Se nos ha hablado de su entusiasmo por las formas maquinistas, y se nos ha mostrado tal entusiasmo; pero también vemos en su arte todas las cualidades abstractas que van normalmente asociadas al “materialismo”: peso, excesiva flexibilidad o excesiva rigidez de las formas, tosquedad, sencillez, complacencia y hasta cierto carácter obtuso… Y, sin embargo, cuántas otras cosas redimen y se aprovechan de estas cualidades».

De forma interesa, el crítico moderno ortodoxo señaló que fue Léger quien llevó el Cubismo analítico a su conclusión «lógica» en la abstracción total. Sin embargo, este pintor no renunció nunca a la figuración ni dejó de preocuparse por el destino del hombre. La Naturaleza está siempre «silueteada», los individuos son más imponentes incluso que la ciudad que construyen. El «nuevo realismo» que defendía tenía su origen en esa vida moderna a la que contribuyó a «racionalizar» su amigo Le Corbusier . Su deseo de liberar el color y la forma geométrica terminó por producir sus propios «monstruos», valga la alusión goyesca: un funcionalismo desalmado o un cromatismo ingenuo o, como apostilló Greenberg, rancio.

Léger dejó inacabado en 1955 su cuadro «Stalingrado», y cinco años antes señaló que estaba cada vez más desilusionado con la influencia del partido comunista francés sobre las producciones culturales, inspirando a mediocres, buscando la eficacia propagandística en vez de la «calidad»: «Quizá -escribió- sea necesario. No entiendo de eso. Pero, para nosotros, es trágico».

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