LIBROS

Cuentos góticos para no dormir

Fantasmas, brujas, vampiros y otras inquietantes criaturas pueblan estos relatos de escritores clásicos y contemporáneos

«Tales of Wonder» (1802), de James Gillray

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La narrativa gótica hunde sus raíces en el siglo XVIII como reacción a la luz de la Ilustración, pero es en el siglo XIX cuando explosiona -el Romanticismo aprovecha la veta-, sobre todo en la literatura anglosajona. Las novelas de fantasmas, brujas y monstruos en castillos y bosques sombríos tuvieron un éxito rotundo y su eco sigue vigente, multiplicado por el lenguaje audiovisual. Encontramos autores y obras cumbre ( Frankenstein , de Mary Shelley ; Drácula , de Bram Stoker ; La caída de la casa Usher y otros relatos de Edgard Allan Poe ; Nuestra Señora de París , de Victor Hugo ; Leyendas , de Gustavo Adolfo Bécquer , y un larguísimo etcétera). Hemos seleccionado aquí obras creadas por escritoras victorianas, clásicos franceses del XIX y un puñado de autores contemporáneos.

Elizabeth Gaskell

Amiga de Charles Dickens -que le propuso colaborar en sus revistas literarias- y biógrafa de Charlotte Brontë , sus novelas más conocidas (Mary Barton , Norte y Sur , Esposas e hijas ) tienen un marcado carácter social-costumbrista y ahondan en las dificultades de la clase obrera durante la revolución industrial. Pero Elizabeth Gaskell (1810-1865) también es conocida por sus relatos de misterio, y estos Cuentos góticos (Alba, 2019) son una buena muestra de ello.

Sin embargo, Gaskell es una de las mayores representantes del realismo victoriano, por lo que sus relatos (aunque hablen de misteriosas desapariciones, fantasmas y terribles maldiciones) no buscan el escapismo, sino recordar que gentes de fachada irreprochable pueden tener un esqueleto en el armario y que los hechos probados asustan tanto, o más, que los inexplicables . El cuento «La bruja de Lois», incluido en este volumen, crónica de la caza de brujas en Salem en 1692, es un ejemplo de ello. Cuando escribe sobre elementos fantasmagóricos mantiene una distancia crítica, escéptica, del tipo «Curioso, de ser cierto» (que es el título de otro relato). Para la resolución de ciertos enigmas nuestra autora se felicita, con ironía, por vivir «en los tiempos de la Policía de Investigación. Si me asesinasen o cometiese bigamia, mis amistades tendrían en todo caso el consuelo de estar plenamente informados».

Simpatía por las brujas

Eliza Lynn Linton (1822-1898) no era, precisamente, una feminista. Aunque disfrutó de popularidad en vida, creía que la política y la fama formaban parte de la esfera social de los hombres, y fue bastante beligerante con el ideal de Nueva Mujer surgido a finales del siglo XIX y que tuvo su espejo literario en las obras del dramaturgo noruego Henrik Ibsen . Pese a estas credenciales, la novelista, ensayista y periodista británica dedicó gran parte de su tiempo al estudio de la brujería en el Reino Unido , tratando de redimir a «estas criaturas viejas, pobres y desdichadas sobre cuya cabeza se abatía la ira del mundo» y que «si de verdad hubieran sido capaces de transportarse por el aire a donde quisieran fuera cual fuera la distancia, se habrían mostrado un tanto escurridizas en la cárcel, y poco dispuestas a quedarse en ella por el placer de ser torturadas y, por último, quemadas».

Textos de Lynn Linton abren Cuentos de brujas de escritoras victorianas (1839-1920), también editado por Alba. La superstición -hasta el país de las hadas puede convertirse en un lugar de terror y angustia-, la truhanería y la sexualidad asociada a espíritus malignos campan a sus anchas en los relatos de quince autoras cuyos nombres cayeron en el olvido o estuvieron ocultos tras un velo de anonimato. Unas narraciones memorables entre la credulidad y el estremecimiento.

Antología francesa

La nómina de Morir de miedo (Siruela, 2019), una antología traducida y prologada por Mauro Armiño , incluye a autores franceses como Nodier, Balzac, Gautier, Mérimée, Flaubert, Guy de Maupassant, Victor Hugo, George Sand o Julio Verne , lo que demuestra que este género nunca fue menor. «El destierro de lo fantástico de la alta literatura parece olvidar que lo sobrenatural y lo extraño han producido obras maestras», escribe Armiño en su excelente prólogo, donde traza el origen y el camino recorrido por el género, sus matices y divergencias. Walter Scott , que defendía lo maravilloso en su vertiente historicista, afirmaba que lo fantástico equivalía a grotesco, extravagante, rechazable por ajeno al ser humano.

Para Roger Caillois , teórico del género, «en un mundo donde el encantamiento es un punto de partida lógico y donde la magia es la regla, lo sobrenatural no tiene en él nada espantoso, ni siquiera sorprendente, dado que constituye la sustancia misma del universo, su ley, su clima». Espíritus, vampiros, diablos y fenómenos paranormales habitan unos relatos que no se conforman con provocar escalofríos: hijos de su tiempo, estos autores aprovechan las presencias de ultratumba para desnudar las vergüenzas y contradicciones de la sociedad surgida de la revolución industrial.

Tierra de espíritus

Las ghost stories apasionan a los británicos. Escribirlas, contarlas, leerlas, seguir rutas diseñadas ad hoc . El fenómeno les pierde.

Hoteles con fantasmas, castillos encantados, criptas, misteriosos círculos de piedras, leyendas artúricas, brujería... En Ocho fantasmas ingleses (Siruela, 2019) un número similar de novelistas contemporáneos hace honor a la tradición gótica: cada uno eligió un edificio encantado del English Heritage y permaneció en él después de acabado el horario de visitas para buscar la inspiración, tal vez un encuentro terrorífico, y escribir inquietantes historias.

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