LA URRACA

Los buenos libros no son difíciles

Los lectores quieren pasarlo bien; quieren reír y, sobre todo, quieren llorar

Lectura en el parque del Retiro (Madrid) MAYA BALANYA

Andrés Ibáñez

Los autores «literarios» no venden y no tienen lectores , mientras que los autores «comerciales» son los únicos que de verdad interesan a los lectores. Esto es lo que afirma todo el mundo, y por tanto debe de ser verdad. Pero yo no me lo creo.

La idea de que los lectores, en su inmensa mayoría, rechacen los libros «buenos» y se abalancen, hambrientos, a los libros «malos» me parece un absurdo. Primero, porque no sucede nada parecido en ningún ámbito de la vida. Los grandes pintores, los grandes compositores, los grandes clásicos de la literatura, son universalmente admirados. Es verdad que hay mucha gente que odia la música clásica, por ejemplo, pero la música clásica no es en absoluto un arte minoritario. Es posible que se consuma más música pop que clásica: eso no quiere decir que la clásica, un negocio multimillonario, sea un arte apreciado por unos pocos. Es absurdo pensar que alguien desee escuchar a un mal pianista en vez de escuchar a un gran pianista: jamás ha sucedido una cosa así. Pero quieren convencernos de que esta es, precisamente, la situación de la literatura. Sospechoso.

Lo que sucede, probablemente, es que esos autores «literarios» y, por tanto, «buenos», no son tan buenos como se dice. Probablemente no son tan buenos y no son buenos en absoluto y en muchos casos son horribles. Se dice que los autores «literarios» y, por tanto, «buenos», son «difíciles», y que los lectores sólo quieren leer cosas «fáciles». Pero ¿quién ha logrado convencernos de absurdos semejantes? Los buenos libros de todos los tiempos no son, con notables y conocidas excepciones, «difíciles». Todo lo contrario: son los más divertidos, los más vibrantes, los más placenteros. ¿No son fáciles Dickens, Tolstoi o Chéjov , tres de los más grandes artistas del arte narrativo? Los lectores quieren divertirse y pasarlo bien; quieren reír y, sobre todo, quieren llorar. Si los autores «literarios» sólo les proponen dificultad y aspereza, se van a otros.

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