EN MUCHAS PALABRAS

Alfonso Zapico: «Estaré en deuda con Joyce eternamente por prestarme su vida aventurera»

El autor de cómics asturiano recibió en 2012 el Premio Nacional de Cómic por «Dublinés». Ahora muestra a través de «La balada del norte» el proceso de la revolución minera en Asturias ocurrida en 1934

Alfonso Zapico

Pablo Delgado

Pasada ya casi una década, Alfonso Zapico (Blimea, 1981) se propuso mostrar los pasos de James Joyce , autor del famoso Ulysses , y que dio como resultado la novela gráfica Dublinés (Astiberri), obra por la cual fue premiado con el Nacional de Cómic . Centrada en la vida del autor irlandés recorrió los momentos, conversaciones, penurias y aventuras con las que se fue construyendo una de las grandes figuras del siglo XX. Una obra que marcó un antes y un después en la gran carrera gráfica que lleva hasta el momento Zapico.

Con un dibujo genuino que marca el estilo en su trazo, el autor asturiano combina a la perfección los dos lenguajes del cómic: el gráfico y la historia que cuenta. Ello queda demostrado -también- con su obra magna, de la que lleva publicada tres volúmenes -y se espera un cuarto-, La balada del norte (Astiberri). En ella se ve el gran rigor y el magnífico trabajo de contar los acontecimientos históricos y políticos, que atrapan y absorben al lector, sobre la revolución minera que ocurrió en 1934 en tierras asturianas, convirtiéndose en una de las joyas gráficas del cómic nacional actual.

¿Qué significa para usted dibujar?

Es mi lenguaje natural. De la misma forma que otros utilizan la literatura, la poesía o la música para expresarse y enviar un mensaje, los autores de cómic dibujan sus historias para comunicarse con el mundo; el cómic como idioma nativo, el dibujo como herramienta de comunicación, podríamos decir.

Un cómic nunca debe prescindir de…

…una buena historia que contar. Esto también es opcional, y depende de cada autor. Hay autores que están más interesados en la experimentación del medio, en explorar sus posibilidades narrativas, en transgredir sus límites gráficos. Esto es fantástico y muy enriquecedor, pero yo soy un autor clásico y nunca quiero renunciar a contar una historia, a llegar al lector, a agarrarlo, a introducirlo en ese mundo que he dibujado y reconstruido minuciosamente. Terminado el cómic, nos queda la historia.

¿Por qué la narrativa del cómic es atractiva para usted?

Porque es un lenguaje híbrido y yo no quiero renunciar ni al dibujo ni al texto. Podría solo escribir para contar una historia, pero estaría cojo. Podría solo dibujar, pero estaría manco. El cómic me permite mezclar ambos lenguajes y dar más importancia a uno u otro en función de lo que quiero contar. Es un lenguaje bastardo en el que me desenvuelvo bien, todo en lo que hay mezcla es de una gran riqueza.

¿Qué requisitos considera necesarios para ser un buen autor de cómics?

¿Quién soy yo para decirlo? En España somos tan diversos como autores, contamos historias tan diferentes, con estilos a veces tan opuestos, y a la vez nos complementamos muy bien. Lo que se le debe pedir a un buen autor de cómic es lo mismo que se le exige a un buen escritor o un poeta: que sea honesto consigo mismo y con sus lectores, que sea auténtico. Y sobre todo, que tenga algo que contar.

¿En dónde podemos encontrar la belleza de un dibujo?

En cada lector la percepción es diferente. No se puede decir que la belleza de tal o cual dibujo radica en su perfección anatómica, en su uso del color, en su detallismo. La belleza de un dibujo se encuentra casi siempre en la sensación que produce en el lector.

El cómic ha empezado a meterse en museos como el Louvre, el Museo del Prado y el Museo Thyssen ¿Ilustrar es un arte? ¿Se está acercando el cómic a una pretensión más artística?

El cómic es un arte por sí mismo, antes incluso de entrar en los grandes museos. Otra cosa es la percepción de la sociedad respecto al medio, a las historias que contamos en cómic y a sus autores. Todavía queda mucho camino por recorrer, porque sigue habiendo un gran desconocimiento respecto al cómic, pero soy optimista porque hemos avanzado muchísimo en los últimos años. Hemos ganado lectores, reconocimiento, espacios culturales, aprecio social. El se ha convertido en fuente de inspiración, se utiliza como herramienta pedagógica, se adapta a otros medios audiovisuales. Los retos hoy son aumentar el mercado y dignificar más la labor de sus autores.

«Soy un autor clásico y nunca quiero renunciar a contar una historia»

¿Cree que haciendo obras ilustradas es una forma amena de llegar a un público más amplio y joven, y así se acerquen a temas que les puedan resultar «complicados» de entender?

Todo es posible: el cómic es un lenguaje que permite transmitir información compleja de una forma visual y accesible, lo que lo convierte en una herramienta pedagógica de primer orden. Puede ser un puente que conecte una biografía en viñetas con la obra literaria del autor. Pero por sí mismo puede llegar a ser muy «complicado» y la complejidad de su fondo y su forman dependen siempre del historietista.

Al realizar un proyecto ¿trabaja en muchos bocetos hasta que llega a la idea final? ¿Cómo afronta el temido «papel en blanco»?

No tengo miedo al papel en blanco sino a todo lo contrario: son muchos los proyectos que tengo en la cabeza y muy poco el tiempo del que dispongo para dibujar, así que apenas realizo bocetos: solo un borrador breve para dividir capítulos, viñetas y diálogos, y luego paso directamente a la mesa de dibujo.

En 2012 recibió el Premio Nacional de Cómic por su obra «Dublinés» (Astiberri) en la que narra la vida de James Joyce para tratar de entender y justificar la obra literaria de este gran escritor, autor de obras como «Ulises». ¿Qué supuso para usted este reconocimiento a nivel personal y profesional?

Era un autor joven y con apenas obra publicada, así que por un lado fue un espaldarazo a los proyectos que estaban por venir, ayudó mucho a visibilizar mis libros y me dio seguridad en mí mismo como autor. Estaré en deuda con Joyce eternamente, por prestarme su vida aventurera y sus experiencias para dibujar mi libro.

Ha publicado tres volúmenes de su obra «La balada del norte» (Astiberri) sobre el antes, durante y el después de la revolución minera de 1934 en España. Cuéntenos el proceso de elaboración del guión y dibujo, desde la aparición de esa primera idea o propósito pasando por la forma y la estructura narrativa hasta llegar a la finalización.

El guión está vivo, es un libro que había planteado en un tomo único, luego fueron dos, cuando publicamos el segundo sabíamos que tendría forma de trilogía y el año pasado publicamos el tercero y anunciamos el desenlace en un cuarto. El problema (o ventaja) de esta historia es que la trama general está cerrada, pero aparecen innumerables anécdotas, conversaciones, hechos históricos aquí y allá, en casa y en una feria de libro, son trocitos de memoria individual y colectiva a los que no quiero conectar y al final voy construyendo el libro como esas mantas que se tejen con trozos de tela de todas partes.

¿Por qué el blanco y negro?

Hay una rica gama de grises, más luminosa en algunas escenas livianas y más oscuras en momentos de tensión dramática. Este blanco y negro encaja muy bien con la imagen que tenemos en la cabeza de aquellos convulsos años 30, con los rostros de las viejas fotos familiares, con las fotografías de las minas de carbón y de un valle en que llovía hollín y ceniza. No es solo un recurso plástico sino que tiene una carga simbólica muy fuerte, y muy ligada a la historia que se cuenta.

¿Exige una mayor implicación personal al ser dibujante y guionista a la vez? ¿Qué supone enfrentarse solo a los proyectos?

Lo que supone es una mayor responsabilidad, una dilatación en los tiempos del proceso… Alguna vez he probado a dibujar guiones ajenos y no me he quedado satisfecho, porque no soy un gran dibujante pero tengo mis recursos (sobre todo en lo narrativo). Al revés tampoco, nunca he escrito nada para otros. Me siento cómodo en la piel del dibujante-contador de historias, me gusta controlar el proceso, los tiempos, cambiar, emborronar… No podría pedir a otro que rehiciera seis o siete páginas por mi mala planificación, pero cuando solo estoy yo no hay más remedio. Mejor así.

«La belleza de un dibujo se encuentra casi siempre en la sensación que produce en el lector»

¿Qué es más difícil ilustrar un texto clásico o contemporáneo, o empezar una obra desde el guión a las ilustraciones?

Cuando yo dibujé la vida de Joyce el guión estaba más claro, la hoja de ruta ya estaba trazada, con sus hitos, sus fechas, sus escenarios… Cuando abordo una historia como la de La balada del norte todo es nuevo, todo está por construir, nadie sabe (a veces ni el propio autor) cómo ha de continuar la historia, qué pasará con tal o cual personaje, cuál será el desenlace. Hay más incertidumbre y es una labor más ardua pero la disfruto más.

Toda la acción que es trasladada por el dibujante -en este caso usted- al papel necesita de un cómplice silencioso, el lector ¿Qué sensaciones o sentimientos busca transmitir al lector? ¿Se pueden despertar cosas invisibles como emociones, sensaciones o sentimientos?

Se pueden y se deben. Cuando estoy dibujando una historia, mi principal objetivo es agarrar al lector en la portada, si es posible, y si no en la ilustración del capítulo uno, o en la primera página, la segunda, la tercera… y no soltarlo hasta que termine el libro. Meterlo dentro de esa historia, hacerla creíble, hacer reales los personajes, las conversaciones, los escenarios… El mismo efecto que buscan los directores de cine cuando ruedan una película.

Cuando abre un libro o un cómic. ¿Qué no soporta ver?

Mejor dicho, que no soporto no ver: una buena historia…

¿Qué va antes, texto o imagen? ¿Hay alguna parte más difícil al componer un cómic: la trama, los personajes, la primera línea, el primer dibujo, el final…?

Yo escribo mucho, apunto en libretitas pequeñas, tomo notas, hago esquemitas, apunto nombres, desarrollo capítulos, escribo diálogos… escribo y escribo por todas partes y cuando tengo un borrador decente de la historia me lanzo a dibujar. Pero casi nunca dibujo sin saber por dónde se va a desarrollar la trama.

Una de las viñetas del tercder tomo de «La balada del norte»

¿La elipsis lo es todo en el cómic?

Bueno, la elipsis es el contrato que el lector firma con el autor de cómic: como no podemos hacer una película de animación, yo me comprometo a dibujar en la viñeta 1 un señor cayendo de un puente y en la viñeta 2 a un señor nadando en un río, y el lector pone de su parte (inconscientemente) para rellenar los huecos de la secuencia narrativa.

Su primer álbum de cómic, «La guerra del profesor Bertenev», fue publicado en Francia, considerada la potencia del cómic europeo. ¿España llegará alguna vez al nivel del cómic francés? ¿Qué debe pasar para que pueda ocurrir esto?

No estamos al mismo nivel, porque no partimos del mismo punto. Francia tiene una potentísima industria del cómic con casi un siglo de vida, instituciones públicas y privadas que lo protegen y un público lector de todas las edades. En España las cosas han cambiado mucho desde la publicación de Bertenev, hoy hay una gran diversidad de autores publicando, los editores independientes se han fortalecido y las historias que cuentan los autores de cómic españoles inspiran series y películas. No creo que el objetivo sea alcanzar el nivel de Francia (donde por cierto también hay mucha precariedad y desigualdad en lo que respecta a la remuneración de los autores) sino en construir nuestro propio mercado con nuestros propios lectores, que no es poco.

Desde hace unos años los cómics de toda la vida se venden también en librerías no-especializadas. ¿Ha ayudado cambiar el término en algunos formatos por el de novela gráfica?

Sí que ha ayudado; en España había mucho lector de literatura generalista al que le daba un poco de pudor leerse un tebeo en el metro. La etiqueta de «NG» nos ha permitido llegar a esos lectores (que hoy día son el grueso de los lectores de cómic en España) y nos ha permitido quitarles prejuicios, llegar a ellos y fidelizarlos, mostrarles que tenemos grandes historias que contar que nada desmerecen a un novelón clásico de quinientas páginas. Si «NG» es un término que se ajusta no a todos los cómics publicados o es una etiqueta esnob para ponderar unas historias sobre otras, es un debate que no me interesa.

¿En una sociedad como la nuestra en que todo es imagen, debería estar más reconocida la labor de los ilustradores por parte de la sociedad? ¿Usted se siente valorado?

En realidad yo no me considero ilustrador, aunque esporádicamente haga incursiones en la ilustración. Yo soy sobre todo autor de cómic, y me explico a mí mismo de esta forma. Aparte, el trabajo de ilustrador es muy complejo y tiene una labor enorme en la sombra, de ahí que se valore poco. Hay mucho maltrato institucional y empresarial en el mundo de la ilustración, que los ilustradores soportan estoicamente (aunque estoy seguro de que muchos piensan cada semana en tirar la toalla). Todo se debe, fundamentalmente, a la ignorancia. Este no es un mal exclusivo de nuestro gremio.

Cree que el libro tal como lo conocemos actualmente desaparecerá? ¿Qué futuro le espera?

El libro vive, la lucha sigue. Ya quisieron matarlo hace diez o quince años con la llegada del libro electrónico y todo aquello quedó en un bluf. El libro tradicional es compatible con casi todo, con un e-book, con un audiolibro, con las plataformas de series de TV… Yo reivindico la lectura en papel como placer ancestral, al que no queremos ni podemos renunciar, y reivindico las librerías independientes en las que compro los libros que me apetece leer. Mucha gente, cuando viaja a otro país, entra en una librería de una calle cualquiera y se siente protegida. Dudo mucho que se pueda experimentar esta sensación en un almacén de logística en un polígono del extrarradio.

Para terminar ¿qué tres libros recomendaría leer sin falta?

Diré tres cómics: Irmina , de Barbara Yelin; La divina comedia de Oscar Wilde, de Javi de Isusi; Annemarie, de María Castrejón y Susanna Martín.

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