El Pacífico hispánico

La redondez del mundo: el regreso de Elcano

Fue el viaje más extraordinario de todos los tiempos, solo equiparable en dificultad y mérito al que quince siglos después llevaría al primer hombre a la luna

Dibujo de la nao Victoria de Juan Carlos Arbex

Borja Cardelús

Con Espinosa y Elcano al mando de las dos naves supervivientes de la expedición magallánica , se alcanza pronto el destino perseguido de las islas Molucas, un enjambre político con los portugueses y los reyezuelos locales en liza, y donde los españoles trenzaron una alianza con el régulo de Tidore, que aceptó el vasallaje y entregó una fabulosa carga de clavo y otras especias, que atiborraron los barcos.

Se decide entonces el regreso a España, pero haciendo el Trinidad aguas por todas partes queda en tierra para reparaciones, mientras que Elcano decide que el Victoria rechace la vuelta por el Pacífico y tome el rumbo del Oeste, doblando África por el cabo de Buena Esperanza, la ruta portuguesa.

Juan Sebastián Elcano acreditaría en esta singladura su prodigiosa marinería, ya que encaró la travesía del Índico y el Atlántico, en un viaje sin escalas que duraría casi siete meses , el más largo de todos los tiempos, y a bordo de un barco que era poco más que un cascarón de desgastadas cuadernas, atestadas sus bodegas, y haciendo aguas hasta agotar a los tripulantes en el achique continuo. No ha habido viaje más épico que el de Elcano. Porque poco tardaron en hacer su aparición los jinetes del Apocalipsis de estos océanos: el hambre, la sed, el escorbuto, que arrastraban a los marineros a la desesperación y a la muerte.

Y para colmo, transitando por la ruta marítima de Portugal, obligados a esquivar las factorías lusas. Porque en Molucas habían sido informados de que, tras partir de Sevilla la flota de Magallanes , el Rey de Portugal había cursado orden de hundirla allí donde efectivos portugueses la encontraran. Y esa orden seguía vigente, lo que una vez más habla del desatino que supone que Portugal se alce ahora, quinientos años después, con la bandera de la primera circunnavegación del planeta, cuando hizo cuanto estuvo en su mano por abortarla.

Mutismo y secreto

A la altura de las islas de Cabo Verde, área portuguesa, sin más remedio porque sin agua ni alimentos los hombres de Elcano no hubieran resistido un solo día más, recalaron para proveerse, recurriendo al engaño de fingirse un mero barco español, de vuelta de las Américas, y empujados allí por las tempestades. A la vista del estado calamitoso de la tripulación, los portugueses lo creyeron en un principio y proveyeron al Victoria de los bastimentos pedidos. Elcano había impuesto mutismo y secreto absolutos, algo no fácil de cumplir entre gentes ibéricas. Alguno de los marineros se fue de la lengua, y los portugueses entraron en sospechas, enviando barcos desde la costa para apresarlos. Elcano tuvo que levar anclas e izar velas, partiendo a escape de allí cuando ya los portugueses a punto estaban de alcanzarlos.

Antes de partir habían advertido un hecho notable: la fecha local señalaba un día más que la consignada por los diarios de a bordo, y por la cuenta de los días llevada por los dos cronistas de la expedición, Pigafetta y el piloto Francisco Albo : al circunnavegar el Globo en sentido contrario a la rotación de la tierra, o a favor del sol, se perdía un día, y se ganaba al navegar en dirección opuesta.

El día ocho de septiembre de 1522 , tres años menos catorce días después de la partida, olvidados los marinos y dados por muertos, los supervivientes de la expedición magallánica, a bordo del maltrecho Victoria llegaban al puerto de Sevilla disparando salvas de artillería. Entre una multitud atónita y expectante, 18 hombres famélicos, andrajosos, irreconocibles , como espectros llegados de otro mundo, descendían de la nao y cumplían la promesa que tantas veces se habían hecho en momentos de incertidumbre, como lo narra Pigafetta: «Saltamos todos a tierra, con un cirio en la mano, y fuimos a la Iglesia de Nuestra Señora de la Victoria y a la de Santa María la Antigua, como habíamos prometido en momentos de angustia».

El gran ausente

Fue el viaje más extraordinario de todos los tiempos , solo equiparable en dificultad y mérito al que quince siglos después llevaría al primer hombre a la luna. Las especias del Victoria fueron vendidas en el mercado de Amberes, y sufragaron con creces los costes de la expedición.

Lo que más impactó en Europa fue el hecho de la primera circunnavegación del planeta, demostrándose así su redondez. Elcano recibió para su escudo la famosa inscripción de primus circumdedisti me , y junto a Pigafetta, Albo y los demás protagonistas fueron recibidos con honores por el propio emperador Carlos V , que quiso conocer de primera mano los detalles del viaje.

El único ausente de las celebraciones fue el verdadero artífice de la expedición, Magallanes. Pero solo entonces, pues aunque en España son muy reconocidos los méritos de Juan Sebastián Elcano, en el resto del mundo solo se recuerda y admira al promotor de la magna empresa de la primera vuelta al mundo: Fernando de Magallanes.

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