Obituario

Bernard Haitink: Un grande de la dirección orquestal del siglo XX

Fue director titular de la Real Orquesta del Concertgebouw durante un cuarto de siglo

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

Hace apenas dos años que Bernard Haitink (Ámsterdam, 1929-Londres, 2021) dirigía su último concierto: en Lucerna y ante la Filarmónica de Viena que acaba de nombrarle miembro de honor. Le retiraba la edad y una caída tras un concierto en el Concertgebouw de Amsterdam que aún volvería a repetirse en Chicago meses después. Acumulaba 65 años de carrera pero seguía siendo modesto, prudente, cauto, serio, trabajador, familiar. Cualquier biografía incide en ello y también en su ecuánime visión musical, nunca aparentemente vistosa. «No se da cuenta de lo bueno que es», señaló algún colega, mientras Haitink defendía que dirigir es negociar, encontrar el punto de encuentro. Lo explicó en muchas ocasiones, dando a entender que las batallas musicales nunca se ganan de forma definitiva pues siempre hay un resquicio para la duda, para matizar un detalle capaz de proporcionar consecuencias imprevistas.

Bernard Haitink fue director titular de la Real Orquesta del Concertgebouw durante un cuarto de siglo lo que significa haber consolidado una agrupación cuya excelencia se ha explicado a través de la larga relación que ha mantenido con sus directores titulares. La despedida en 1988, dirigiendo en el concierto del centenario una espectacular versión de la octava sinfonía de Mahler, remató la fidelidad con unos músicos a los que Haitink defendió con firmeza cuando el gobierno y el municipio decidieron reducir las subvenciones y el número de componentes: «Trabajamos muy duramente. Somos personas muy serias. Muy holandesas». La relación con la Filarmónica de Londres durante poco más de una década también había permitido cambiar la suerte de la orquesta.

Londres fue desde entonces un lugar donde residir. Se convierte en director del Covent Garden tras pasar por Glyndebourne, en un momento de crisis y con una experiencia relativa. Haitink había dirigido su primera ópera a los treinta y cuatro años, y sus ideas «democratizadoras» sirvieron con dificultad a un teatro por entonces demasiado enfermizo. Fue una experiencia relativamente reconfortante, mantenida durante una década en la que no dejó de crecer en todo el mundo su prestigio como director sinfónico, capaz de un inmenso repertorio con reflejo en la discografía. En ella se adivina la serena luminosidad de muchas interpretaciones que en el ocaso de la carrera se reafirma ante Bruckner y Mahler, afines a una personalidad musical que basó buena parte de sus réditos artísticos en la honestidad ante la partitura, en la solvencia, en la constancia... y en el destino. ‘It comes my way...’ es una buena declaración como título al documental de Joost Honselaar y Hans Haffmans en el que Haitink, ya nonagenario, describe las experiencias musicales de un vida que definitivamente le consagró como un grande de la dirección orquestal del siglo XX.

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

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