'El abrecartas', el viaje supremo de Luis de Pablo

El Teatro Real representa la ópera más cercana al compositor recientemente fallecido, aquella en la que se vuelcan las angustias, las presiones y esperanzas de una generación que fue capaz de reinventar un país por entonces repugnantemente gris

Una escena de 'El abrecartas' Javier del Real /Teatro Real

Alberto González Lapuente

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Apenas cuarenta años separan los estrenos de 'Kiu' y de 'El abrecartas ', primera y sexta ópera compuestas por Luis de Pablo. Entonces, casi todo estaba por hacer a pesar de que, en las dos décadas previas, desde la inauguración del primer Festival de Ópera de Madrid, se representó, al menos, una ópera española cada año (interesante media) incluyendo 'Selene' de Tomás Marco, ópera pionera en el entorno de la vanguardia. 'Kiu' afirmó una conciencia positiva, rumiada por la amplia experiencia músico-teatral previa de Luis de Pablo y profetizada por el entusiasmo del público que el día del estreno aplaudió con tal fuerza que acalló a los discrepantes.

La primera audición de 'El abrecartas', que anoche se produjo en el Teatro Real llega en un contexto muy diferente en el que la ilusión por hacer, la posibilidad de descubrir, y el entusiasmo ante la novedad ha derivado en el pasotismo. Al comentario, ya clásico, de «hoy todos los que cantan son españoles» (que ayer se volvió a escuchar), hay que unir la rápida huida desde la platea de los aficionados al gorgorito apenas cayó el telón.

Aún así, 'El abrecartas' suma muchas cosas. La inmediata es el homenaje a Luis de Pablo , fallecido nonagenario el pasado octubre y refrendado anoche mediante la emocionante colocación de una flor sobre la partitura durante los saludos finales. Luis de Pablo fue mucho más que un compositor y quien quiera saberlo aprenderá que su omnímoda obra musical también define lo mejor de nosotros mismos como ciudadanos españoles.

Entusiasmo

'El abrecartas' es, en este sentido, la ópera más cercana de Luis de Pablo, aquella en la que se vuelcan las angustias, las presiones y esperanzas de una generación que fue capaz de reinventar un país por entonces repugnantemente gris. Es fácil entender el entusiasmo del compositor tras la lectura de la novela homónima de Vicente Molina Foix, y los miedos de este frente a la dificultad de convertir el libro en libreto. Quizá el resultado no es redondo, inevitablemente volcado al estatismo de la ideas (al desarrollo de la epístola) frente al diálogo: Lorca, Aleixandre, Miguel Hernández … son voces que remueven la conciencia. Aunque la presentación tiene a su favor el planteamiento teatral de Xavier Albertí: elegante, minucioso, preciosista, impecablemente construido (Max Glaenzel), iluminado (Juan Gómez Cornejo) y vestido (Silvia Delagneau).

'Kiu' nos enseñó también que el futuro del género solo era posible desde la calidad. 'El abrecartas' es esa realidad. Lo que se ve y oye en el Teatro Real resulta sobresaliente bajo la precisa y muy equilibrada dirección musical de Fabián Panisello , y un reparto que ha tomado muy en serio el trabajo. A ellos se debe la posibilidad de apreciar la finura de una obra en la que se hace recaudación musical de una vida que es la de este país, desde la inmediatez del pasodoble o el cuplé a la solemne religiosidad de la polifonía renacentista.

El manejo de todo ello es transparente, nítido, apoyando las voces sin perder la capacidad descriptiva. La ironía en el retrato del informador Ramiro Fonseca es parangonable a la fortaleza y decisión del dúo de amor final con las voces solas, sin acompañamiento, confirmación de que 'El abrecartas' es una obra valiente, comprometida . Sería fácil entenderla desde la aceptación del destino al que parecen someterse las grandes obras postreras, pero siendo partícipes es más exacto entenderla como un gesto valiente del que es fácil sentirse orgulloso.

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