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La cintura de don Vicente
Actualizado: 21:37

'LA ROJA', EN LA FINAL

La cintura de don Vicente

28.06.13 - 21:37 -
La cintura de don Vicente
Del Bosque medita durante un partido. / Afp

Sudoroso, pálido, sentado solo en el banquillo, rumiando y con síntomas de agotamiento. La imagen de Vicente del Bosque cuando presenciaba los penaltis que decidieron el pase de España a la final de la Copa Confederaciones demostraron que en Fortaleza vivió uno de sus duelos más intensos y difíciles como seleccionador. Le sobraban la chaqueta y la corbata, y le faltaba el aliento. «Estoy agotado. Los lanzadores de penaltis los decidió Toni Grande (su ayudante) porque estaba más fresco que yo», reconocía para premiar, sobre todo, al enorme trabajo de todos los jugadores bajo un calor y una humedad asfixiantes. «Hicieron un esfuerzo extraordinario y completaron uno de esos partidos que dignifican el deporte», remarcaba tras reconocer que España tuvo el santo de cara porque Italia fue superior, sobre todo en el primer tiempo.

Aunque en este mundillo todo cambia por una pena máxima, resulta innegable que Del Bosque mostró cintura táctica, clave para superar a rivales que conocen a los campeones de memoria. No insistió en su error inicial. Le ganaba la partida de ajedrez Cesare Prandelli con esos tres centrales y dos laterales que se convirtieron en dos centrocampistas más y le dieron a Italia superioridad numérica en el centro del campo, pero supo corregir. ‘La Roja’ igualó fuerzas en la segunda parte, sin cambiar ese dibujo 4-1-4-1 que ha empleado en esta Copa Confederaciones sin Xabi Alonso, y acabó pasando por encima de los ‘azzurri’ en la prórroga.

El técnico salmantino se vio derrotado en la pizarra por su colega, pero habló tranquilamente con sus pupilos en el túnel de vestuarios durante el descanso, y cambió en la segunda mitad. Cuando buena parte de la crítica pedía a Javi Martínez en el doble pivote para frenar la hemorrogia, él insistió en su idea madre pero cambió de protagonistas y permutó posiciones. Primero, tiró a Pedro a la izquierda, para frenar por allí a Maggio, y escoró a Silva hacia la derecha. Luego, introdujo a Jesús Navas para dar amplitud al juego, ganar espacios y taponar la vía de Giaccherini. Muy bien visto el reemplazo de un agotado Pedro por Mata. Con el versátil futbolista del Chelsea en el campo, Iniesta encontró un socio magnífico, España tocó más y mejor y los transalpinos comenzaron a correr persiguiendo sombras. Pero, sin duda, lo más sorprendente fue introducir a Javi Martínez como delantero centro a pesar de que Villa, el mayor goleador en la historia de la selección, aguardaba en el banquillo. Se antojaba una frivolidad impropia de un partido de alto nivel. Pero Torres estaba fundido y el ex del Athletic le ofrecía movilidad arriba, poderío aéreo y capacidad defensiva para tapar la salida de Pirlo, el arquitecto ‘azzurri’. Dejó tres modificaciones decisivas que desnudan a quienes le acusan de inmovilista o, como dijo Florentino Pérez hace diez años, tener el «librillo agotado».

Las bromas del ‘9’

El navarro llegó a desplegarse como extremo y de mediapunta en el Athletic, pero no jugaba de ariete desde que tenía ocho años. «Solo me habían puesto ahí cuando de niño destacaba en el pueblo. Me veían el mejor y me ponían de delantero para que marcase goles», recordó Javi Martínez. Aceptó encantado la propuesta de Del Bosque y bromeaba al decir que tuvo «minutos para disfrutar porque todos los jugadores quieren ser delanteros porque es la posición del que mete los goles».

¿Qué le pidió el técnico a Javi Martínez? «Me dijo que intentase ayudar a Xavi e Iniesta en defensa, para incomodar la salida de Italia, y que cuando tuviese el balón lo aguantase de espaldas entre los centrales. Y que jugase fácil y lanzase desmarques a los espacios». En la zona mixta de Castelao, todo eran bromas. «Vamos, nueve», le soltó Albiol cuando pasaba a su lado. «Ahora tenemos uno más para el debate del ‘nueve’», ironizó Fernando Torres.

La actuación decisiva de Iker Casillas también vino a darle la razón a Del Bosque. Víctor Valdés llegó en mejor forma, con más portería y sin esa prolongada inactividad de cinco meses que merma a cualquier portero, pero era una cuestión de galones, de jerarquía, de casi 150 partidos con la selección absoluta. A Iker le acompañaba un plus de motivación, un deseo de elevar su autoestima. Y demostró que se mantiene como el guardameta más decisivo del mundo. Y sin que el destino le reservara el privilegio de desviar alguno de los siete penaltis que le lanzaron.

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