El populoso Nápoles del s. XVIII hecho belén

Carlos III y su esposa María Amalia de Sajonia trajeron a España la moda del nacimiento napolitano rococó repleto de anécdotas y detalles

MADRID Actualizado: Guardar
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« Carlos III se lo pasaba en grande montando su belén napolitano», afirmaba el escenógrafo del Belén del Príncipe, Armando Piscitelli, cuando en 2002 vino a Madrid a recomponer la escena navideña en miniatura que el monarca encargó para su hijo, el infante don Carlos. Puede que fuera mucho imaginar y que tan solo colocara alguna de las figuras que el monarca y su esposa María Amalia de Sajonia se trajeron de recuerdo desde Nápoles y que instalaron por primera vez en la Navidad de 1759 en el Palacio del Buen Retiro. Un gesto, por otra parte, absolutamente natural para cualquiera que posea un universo en miniatura de pastores, taberneros, aristócratas, mendigos, hilanderas, comerciantes y todo tipo de personajes como los que pueblan los belenes rococós napolitanos desde el siglo XVIII, junto al Misterio y al vistoso cortejo de los Reyes Magos.

«Son belenes abigarrados que muestran un mundo populoso como el de Nápoles de aquel entonces», describe Letizia Arbeteta Mira, doctora en Historia del Arte y autora de numerosos estudios sobre belenes. Desde que San Francisco de Asís instalara un pesebre en el convento de Greccio en 1223, la tradición del belén había ido evolucionando y llegado el siglo XVIII, adquirió en Nápoles unas peculiaridades que aún hoy se mantienen en el conocido como belén napolitano.

Las figuras del «presepi» se realizaban con un esqueleto de alambre que se recubría con estopa e hilo y sobre el que se colocaba la testina (cabeza, hombros y parte del pecho) de porcelana de Capodimonte o barro cocido, y los pies y brazos de madera o barro. Este interior dotaba de gran movilidad a estas piezas cuyo tamaño habitual era la tercina, de unos 35 cm, pero que podían medir menos o excepcionalmente hasta 50 cm. Las figuras se vestían con las mejores sedas confeccionadas en las manufacturas reales de San Leucio y tejidas por los mejores sastres. Las piezas de plata de los finimenti (accesorios) procedían de los mejores orfebres, las armas eran réplicas casi exactas reproducidas por armeros, había especialistas en instrumentos musicales como Antonio Vinaccia que los realizaban también en miniatura… y hasta se empleaban oro y perlas en adornos y pendientes. Cuentan que solo con las que adornaban su belén napolitano, un príncipe de Ischia consiguió un aval.

En todo nacimiento había un espacio agreste reservado al anuncio de los pastores y escenas agrícolas y otro espacio urbano donde se ubicaban las tabernas, los comercios y los oficios. El nacimiento de Jesús se instalaba hasta mediados del s. XVIII en una especie de cueva y tras el descubrimiento de Pompeya, entre ruinas clásicas, columnas y entablamentos de antiguos templos romanos. Un lugar relevante se reservaba para el cortejo de los Reyes Magos, con su séquito y orquesta inspirados en la entrada de la embajada turca y de otras orientales que tanto impactaron a los napolitanos de entonces.

Artistas de renombre como el escultor Giuseppe Sanmartino, Lorenzo Vaccaro, los hermanos Vasallo, Matteo Bottigliero, Lorenzo Mosca, Francesco Gallo o Francesco Celebrano firmaron algunas de estas piezas de gran valor. «Era un juego de ricos», señala Arbeteta. La que fuera comisaria de las exposiciones más importantes sobre belenes organizadas en España, hoy ya jubilada, explica cómo éstos solían firmar en la parte trasera de la testina, de forma que una vez vestida la figura quedaba oculta y solo se podía ver si se rompía el traje hecho sobre ella a medida. «El dueño sabía de quién era y retaba a otros a que lo adivinaran o a que reconocieran al tipo, porque había mucho retrato de personas famosas entonces», comenta la especialista.

Las piezas de estos belenes están llenas de detalles, como la «F» con corona que llevan los galgos del belén napolitano de la Fundación Bartolomé March y que harían referencia a alguien de la realeza. Adquirido en Italia en 1970, este belén napolitano que se conserva en Palma de Mallorca es uno de los conjuntos más completos, con cerca de 2.000 piezas, y de mayor calidad de España. Tanto el misterio y los ángeles como los Reyes Magos de este nacimiento están atribuidos al famoso Sanmartino.

Otro imponente belén napolitano es el que se exhibe en el Museo Nacional de Escultura de Valladolid y que fue comprado en 1997 a los hermanos Emilio y Carmelo García de Castro por 200 millones de pesetas (1,2 millones de euros). Está compuesto por 620 piezas (184 figuras humanas, 57 animales y hasta 379 finimenti). Miguel Ángel Marcos Villán, conservador del Museo Nacional de Escultura de Valladolid encargado de la sección del s. XVIII, destaca entre ellas las figuras procedentes de la colección real de Carlos IV, regalo de su hermano Fernando IV de Nápoles en 1786. «Son parejas representativas de los distintos territorios del reino de Nápoles, con trajes regionales del s. XVIII, que se cree que son de Celebrano», explica el especialista que destaca cómo «con el belén napolitano se pierde el carácter religioso. Se convierte en un elemento de ostentación que demuestra el poderío económico y social de su poseedor».

Las parejas de las que habla Marcos Villán formaron parte de las casi 6.000 piezas que llegó a tener el Belén del Príncipe. Carlos IV heredó la afición de sus padres por el belén encargando figuras a artistas de Nápoles y Génova y a prestigiosos escultores españoles. La «Degollación de los Inocentes» de José Ginés que hoy conserva la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando nada tiene que envidiar en calidad a las figuras napolitanas, a juicio de Arbeteta. El Belén del Príncipe «es un belén hecho a la española», señala la experta, que relata cómo muchas piezas napolitanas se vistieron aquí con trajes españoles. La propia reina María Amalia de Sajonia diseñó los vestidos de algunas de estas figuras. Sucesivas herencias dispersaron esta colección en la que hoy solo quedan algunas de las figuras originales, como las famosas del Misterio con las que los Reyes felicitaron la Navidad en 2009.

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