Albert Einstein y Robert Oppenheimer
Albert Einstein y Robert Oppenheimer - abc
relato científico

Robert Oppenheimer: el segundo Einstein

Narración novelada en primera persona del fascinante y complejo físico teórico que lideró el Proyecto Manhattan del que salieron las dos bombas atómicas que se lanzaron sobre Japón hace 70 años para acabar con la II Guerra Mundial

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Cuando recibí la llamada del ayudante del General Groves me quedé perplejo. Un militar quería hablar conmigo. ¡Bah!, pensé; «¿Qué querrá de mí este individuo?» El comportamiento de la política es a veces como un electrón excitado. Tomé el teléfono lentamente y por un momento medité un poco en las diez mil posibilidades a las que podría deberse esta llamada. Estimado Sr. Oppenheimer -dijo Groves- «tengo una honorable petición para usted…». A partir de ese momento necesité más cigarrillos; el tabaco es una de las cosas, después de la Física, que más he disfrutado. Así que mientras tenía el tiempo limitado, necesitaba asegurarme que esta tarea fuese exitosa. Fui designado director científico del proyecto y por ello convoqué a las mentes más brillantes, abiertas, dispuestas a asumir riesgos y dispuestas a querer que el mundo les recordara.

Decidí reunir a varios de mis grandes conocidos y pupilos que podían tener las agallas para trascender de esta manera. Yo haría lo que tendría que hacer, Groves; no representaba ningún problema. Disfruto leyendo metafísica en algunos versos de John Donne y honestamente me pierdo en el infinito de este universo como cuando estaba con Jean Tadock y el trago amargo y confuso que me hizo pasar cuando se suicidó, después de estar conmigo por última vez en un hotel de Santa Fe. Quedé grogui como un boxeador al que han golpeado en el mentón. La quise mucho, era muy parecida a mi madre; pero Groves me obligó a dejarla. Ha sido mi peor decisión. Cada día, antes de dormir, la recuerdo durante unos segundos y una lágrima asoma sin caer. Otra vez, ¡maldita depresión! Enciendo nuevamente a mi compañero humeante de años.

Hay recuerdos muy marcados, momentos únicos que añoro acompañado con una copa de vino. Me encantaba cuando mi familia me llevaba desde Nueva York a Nuevo México para que el sol me ayudara a combatir la tisis. Paseaba a caballo con mi hermano pequeño Frank –que luego también fue físico como yo– mientras mamá pintaba. Amaba mucho a mi madre. Ella siempre ha sido mi amor. En la fría Nueva York añoraba el sol de Nuevo México y mis conversaciones en español con aquellas chicas tan morenas y con el cabello largo recogido con trenzas.

Personalidad compleja

He sido un hombre muy complicado. Cuando estudiaba en Harvard dudaba entre dedicarme a las Ciencias o bien a las Bellas Artes. Tomé una decisión ecléctica y estudié Física Teórica. Me gusta comprender el porqué de la cosas, sobre todo de las fundamentales para comprender el Universo que nos rodea. Mi tesis doctoral con Max Born sobre la teoría cuántica de los espectros continuos hizo que me interesara en las estrellas de neutrones, y creo que he hecho algunas contribuciones importantes en la Física Teórica. Escribí mi tesis en alemán, porque mi familia era de origen alemán (y judío) que habían emigrado a Estados Unidos antes de que yo naciera, en 1904. Nunca me ha gustado mucho el contacto con las personas, estoy mucho mejor solo, concentrado en mis pensamientos. La gente me distrae y perturba, y en ocasiones no comparto su forma de pensar. Me concentro tanto en mis investigaciones que me olvido de la ingesta de alimentos y entonces mis ojos azules adquieren un ligero tono cobalto, como el color de mi aparente timidez. Creo que esa timidez me la gastó un poco mi esposa Kitty (Katherine Harrison), ¿cómo es que ella soporta mi personalidad? Ella tan inteligente y compasiva, pero heterogénea a la vez. Yo tan extremo; entre la música clásica, la poesía y la Física; me persuade para que coma algo, no tengo apetito, sigo en la búsqueda de respuestas, el trabajo urge y no puedo perder tiempo. Sólo mi cigarrillo me acompaña. ¿No lo había dicho?, siempre he sido un fumador empedernido.

Desde que supe la posibilidad de la fisión nuclear; no he podido dejar de pensar en ello; casi siento la energía, debo dominarla. He escuchado que los alemanes han estado muy cerca de controlarla, no me preocupa tanto. Yo encontraré la solución a este tipo de desorden energético. ¡Imaginad el poder de dominarla! Me enloquece. Por eso Groves vino a mí, al parecer la ciencia por primera vez tendrá una utilidad extraordinaria, y mi país ¡lo necesita!

Ya ha pasado tiempo desde que supe que tendría la oportunidad de controlar la energía nuclear. Hoy creo que lo he logrado. Por un momento me sentí escéptico, pero la fascinación que siento por ver como se manifiestan esas reacciones en cadena me ha quitado el sueño. Lograré trascender de modo que será algo más grande que el Nobel. Me hubiera gustado recibir el Premio Nobel de Física; no pudo ser, a pesar de haber estado nominado hasta en tres ocasiones. Haber sido uno de los alumnos más brillantes de Harvard no es suficiente, por ello necesito el mayor reconocimiento posible.

A veces estoy ansioso, excitado y abatido; el cansancio me invade por todo esto que está pasando. Sólo me inspira este paisaje desértico de Los Álamos que siempre me ha transmitido esa paz que quisiera tener cuando observo la profundidad del Universo. Mi hija está por nacer, mi familia es muy importante, por eso está aquí conmigo. Lo entenderán algún día. La ciencia necesita avanzar. No debo, ni puedo parar. Ya es obsesivo. Debo continuar. Acabaré por domarla.

Prueba nuclear

Mañana es una fecha que no olvidaré, 16 de julio de 1945, se reunirá todo el equipo de trabajo para hacer la Prueba Trinity. La poesía me embriaga, y en un momento de placer quiero sentir como el Universo y yo nos fundimos en uno solo. ¡Me volví loco de euforia! cuando vi esa planicie desértica arrasada por un impresionante hongo majestuoso que poco a poco se elevaba hacia el cielo. Por un único e indescriptible segundo de mi vida vi como la radiactividad de Curie, la ecuación más famosa de Einstein y la fisión atómica, se concentraban en esta impresionante reacción atómica. A esto he dedicado gran parte de mi vida y por fin lo veo culminado. El mundo ha sabido de mi éxito. Mucho se susurra que he creado al demonio personificado en arma. A veces me siento culpable, pero no me arrepiento. Mi mente está caótica. Ahora me siento extraño, Kitty hace su aparición en mis pensamientos; en lo físico y lo carnal ha estado ausente. Aun así, creo que la amo. Hay quien afirma que mis ideas liberales acerca de la política izquierdista modifican mi quehacer científico. –Estúpida política- pensé. Las bombas de uranio y plutonio harían su trabajo. El 6 de Agosto de 1945 sucedió el lanzamiento de Little Boy sobre la ciudad de Hiroshima, ese día tan temido por todo el equipo científico había llegado, tres días más y Fat Man causó devastación, desolación y más muerte. Yo siempre pensé que la guerra estaba justificada por cuestiones político-burocráticas y que nosotros los científicos teníamos el control de esta inmensurable energía; pero ¿lanzarla sobre una ciudad que no sabía lo que le esperaba? A partir de ese momento nada volvió a ser igual; mi familia y los pocos amigos que tenía se dieron cuenta de que mi vida había cambiado. Logré trascender, pero de una manera muy diferente a lo que yo había pensado. Ahora sentía que el mundo me odiaba. Me equivoqué. Y me vi como el desierto que tanto amaba, desolado y acabado.

Persecución política

Me han pedido construir una bomba termonuclear. No deseo hacerlo. Ello ha levantado sospechas. Desde entonces, siento persecución y espionaje. Intenté influir de forma política y antipartidista contra una carrera de armamentos que ya había comenzado. No logré rehacer nada. Fue así como tanto colegas como políticos se centraron en verme apagado de forma moral, espiritual, profesional y laboral. Soy considerado un peligro inminente para el país, la sociedad civil y, por supuesto, la científica. Algunos de mis escasos amigos y políticos que alguna vez confiaron en mí, estuvieron a mi favor y aunque mi credencial de seguridad fue revocada, tuve un acceso nulo a la información clasificada como secreta. A partir de entonces para la comunidad científica fui un liberal ecléctico, símbolo de esa pasión por el quehacer científico, pero opacado y perseguido por el militarismo nacional. Me gusta recordar que en Los Álamos los militares me denominaban el segundo Einstein, era una broma; pero me gustaba. Eran como niños grandes.

Hoy ya retirado de toda esa entrópica vida, recuerdo la entrega del Premio Enrico Fermi en 1963, los 50 mil dólares y la eterna suspensión de mi credencial de seguridad. El dinero lo invertí en mi residencia, aquí en Islas Vírgenes, donde quizá alcance la paz. Hay muchas cosas que jamás voy a olvidar pues he tenido que vivir bajo la sombra que dejó la bomba atómica. Estoy ya muy cansado, el cigarrillo me ha consumido la vida lentamente. A veces me siento medio muerto, a veces medio vivo y, a veces, simplemente no sé qué... Estoy totalmente de acuerdo con lo que se dice en el Bhagavad Gita: «El hombre es construido por sus creencias, lo que cree será».